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Trabajadoras domésticas en Roma: 30.000 mujeres croatas “in gamba”

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CulturaSociedad

En 1991, la guerra comenzaba en Croacia y muchos de sus ciudadanos se mudaron a la vecina Italia. Mujeres ancianas o jubiladas se convirtieron en parte del millón de trabajadores domésticos del país itálico. ¿Qué hará el ascenso croata en la Unión Europea en 2013 por el éxodo económico y social de mujeres croatas que continúan yendo a trabajar a Italia cada mes?

Un periodista perteneciente a la minoría italiana en Istria lo investiga.

La mayoría de las mujeres inmigrantes en Italia tienen entre 30 y 50 años de edad y migraron desde Europa del Este, Sudamérica y África. Unas 60.000 personas están registradas como trabajadoras domésticas según WIEGO. Un libro croata publicado en 2012 por el escritor Franice Srhoj Kumlac, cuya propia madre fue una trabajadora doméstica en Italia, alega que 30.000 de ellas son mujeres croatas. “Fue en la época de la guerra en Croacia, así que pensé que trabajaría en una casa italiana en Roma, cuidando de los más mayores de una familia, y volvería a casa para disfrutar de mi jubilación”, asiente Miranda, de 71 años. “20 años más tarde aún estoy aquí. La crisis en Croacia es incluso peor, por lo que todavía tengo que ayudar a mi familia, a los hijos desempleados, a los nietos. Tengo que devolver algo de la deuda de mi difunto esposo. Es interminable. Solo rezo por seguir sana y aguantar”. Miranda trabaja veinticuatro horas los siete días de la semana y, a menudo, por la noche. “Tengo que estar al lado de la cama de un anciano y darle su medicina, agua y lo que necesite. Solo tengo treinta minutos para salir y dar un paseo o comprarme mis cosas”, afirma.

La inversión de roles

Ciudades como Milán, Nápoles y Brescia, en Lombardía, se unen a Roma en lo alto de la lista de regularización de asistentes, siendo la mayoría de las solicitudes procedentes de ucranianos, marroquíes y moldavos. Como a las mujeres de esas nacionalidades les pagan 25 euros por día, croatas como Miranda, quien gana entre 35 y 40 euros por día, no están en posición de quejarse. Con la crisis de desempleo en Italia en el 11% (15,2% en Croacia a septiembre de 2012), incluso los italianos están comenzando a hacer ese tipo de trabajos de nuevo, en una reversión de los roles: “Es por eso que los italianos ya no nos están pagando los 40 euros para los gastos de viaje cuando volvemos a casa”, asegura Miranda, que vuelve cada dos meses a Croacia. Menos de 300.000 solicitudes —de unas 700.000 esperadas— para la regularización de las amas de casa fueron realizadas en 2009. Un informe publicado en 2011 por la Confederación Sindical Internacional (CSI) sobre el convenio de los trabajadores domésticos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cifra que 1,2 millones de trabajadores domésticos residen en Italia, cifra que debe ser comparada con los 1.100.000 de Alemania en 2002. El decreto sicurezza puede condenar a empleadores que “favorezcan la inmigración ilegal”. Klara y Miranda, quienes no tienen esos permisos, pueden ser condenadas con multas desde 5.000 a 10.000 euros y expulsadas.

Datos del estudio de Solidar: bajo la ley Bossi-Fini sobre inmigración y asilo, una trabajadora doméstica no comunitaria (sirvienta) o asistente familiar (cuidadora) pueden ser contratadas si han sido regularizadas en Italia y tienen un permiso de trabajo. En el resto de casos, el decreto de flujos (decreto flussi) determina el número máximo de trabajadores extranjeros que pueden ser aceptados en Italia cada año y solicitar en línea una autorización para trabajar. El permiso de permanencia debe ser exigido dentro de los primeros ocho días desde la llegada a Italia a través de un acuerdo de residencia firmado. En octubre, a lo largo del mes provisional a través de del proyecto piloto Sanatoria (regolarizzazione), la regulación gubernamental italiana permitió a todos los ciudadanos no comunitarios vivir en Italia sin un permiso, pero esta estrategia no obtuvo éxito.

La ironía es que muchas mujeres tienen que abandonar a sus propias familias para ayudarlas yendo por un tiempo a trabajar a Italia. Con un marido enfermo y una hija que es madre soltera, Klara también se encuentra trabajando en Roma para ayudar a su familia: “Mejoro mi pobre presupuesto mensual trabajando en Italia cada dos meses, especialmente para asegurar un mejor futuro para mi nieto”, comenta. “Con una familia no se me permitía comer cosas como frutas, dulces o incluso yogur. Ahora tengo una familia mejor, pero no todo es perfecto en absoluto”.

Embajadores croatas en Roma

Los italianos siguen teniendo prejuicios sobre las mujeres balcánicas en general, pero ellas no están solo en los empleos más básicos. Las mujeres croatas que han tenido la oportunidad de estudiar o de hacer otro tipo de trabajos han conseguido el éxito en Roma. Después de todo, muchas cosas han cambiado desde 1991. Desde 2004, la asociación Lipa ofrece soporte legal y administrativo a mujeres como Klara. Luci Zuvela, la presidenta croata de la asociación, se trasladó a Roma como estudiante en la misma época que Miranda lo hizo como trabajadora doméstica. Ella tradujo el clásico libro para niños La casa del erizo (Ježeva Kućica, del escritor yugoslavo Branko Ćopić) al italiano (La casetta del porcospino): el famoso relato sobre un erizo que ama su casa porque representa la libertad para él y, por lo tanto, pelea por ella es una lectura obligatoria en la enseñanza primaria en Croacia. “Queríamos quedarnos o, al menos, convertirnos en guardianes de la memoria”, dice Zuvela. “Este cuento de hadas fue y sigue siendo un indicador de cómo incluso los más pequeños pueden superar a los grandes con trabajo, fe y esfuerzo”.

Cerca de la iglesia de San Jerónimo de los Croatas, la profesora Zorka Verović Sellan trabaja como profesora en una asociación ítalo-croata. Vino a Roma hace ocho años y está casada con un italiano. Dos de sus doce estudiantes hoy explican porque empezaron a aprender croata en octubre: “Mi madre, quien ya falleció, nació en Croacia. Ahora estoy aprendiendo el idioma de su país”, explica Sandra Colani. Su amiga Alessandra Verresi, también jubilada, le hace compañía en clase, haciendo los deberes y aprendiendo sobre Croacia. Ambas recientemente visitaron Zadar en Croacia y les encantó: “Cuando vuelva a la ciudad natal de mi madre, quiero ser capaz de hablar el idioma. Aunque no es tan fácil aprenderlo a estas edades, pero lo estoy haciendo lo mejor que puedo”, apuntala Colani haciéndose eco de las palabras de su compañera de estudios Alessia Mesiano, cuya madre era también croata.

Una vuelta a las raíces croatas de algunos italianos.

De vuelta a la asociación Lipa, el consenso es que los clichés y prejuicios están cambiando: los italianos llaman a las mujeres balcánicas in gamba, con lo que se reconoce su energía y sus esfuerzos por seguir adelante. Viendo como los croatas serán ciudadanos de la Unión Europea tan pronto como en el verano de 2013, las cosas nunca serán iguales para ellos. Klara, que admite que su salario mensual de 500 euros no es demasiado, seguramente verá su situación cambiar: “Estoy feliz. Tengo la esperanza de poder trabajar aquí por unos cuantos años más para mejorar mi pobre pensión croata que es de tan solo 300 euros al mes”.

Este artículo forma parte de Orient Express Reporter II, una serie de reportajes sobre los Balcanes que ha sido desarrollada por cafebabel.com entre 2011 y 2012. Este proyecto ha sido cofinanciado por la Comisión Europea y cuenta con el apoyo de Allianz Kulturstiftung. Nuestro agradecimiento al equipo de cafebabel.com en Roma.

Imágenes: portada, (cc) moleskincity/Flickr; texto: © PA.

Translated from Profiles from Rome: some of the 30, 000 Croatian women working in Italy