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Tirana se redibuja: la ciudad busca su identidad lejos del virus capitalista

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CulturaPolítica

Más allá de eso que muchos llaman cultura ‘panabalcánica’ y de las influencias de la sociedad consumista, la ciudad explora nuevos caminos para expresarse. Las zancadillas de unos políticos más centrados en las urnas que en los lienzos no lo ponen fácil, pero una nueva generación de artistas busca renovar la escena cultural local y zafarse de los pesados prejuicios.

Tirana sale del cascarón en cafebabel.com

Tirana no entiende de estructuras cerradas. Cuando paseas por sus calles, tienes la sensación de que una gran mano gigante haya estado jugando con los edificios, ordenándolos sin orden ni sentido a su libre albedrío. Los ojos saltan de un lado a otro, siguiendo los impulsos de esta jungla que juega a ser gran ciudad. Edificios a medio construir (o directamente en ruinas) se entremezclan con rascacielos a la última, todo ello bañado por una marea anárquica de conductores kamikaze y fauna humana de todo tipo. Este caos que de alguna manera se las arregla para encontrar un orden, encierra un paradigma detrás. Tirana es una ciudad de contrastes, de mezclas imposibles que salpican el paisaje. Sirva de ejemplo la plaza más céntrica de la ciudad, Scanderberg, una caótica superficie de grandes dimensiones que acoge un rascacielos, una mezquita y un imponente museo cuya fachada está decorada por un gran mosaico comunista. La mezcla aturde y una pregunta rápidamente llega a la mente: ¿Hacia dónde vas, Tirana?

¡Tiembla Tirana! La cultura pop lo arrasa todo a su paso

 La Plaza Scanderberg, en obras, sirve como metáfora para representar el resto de la ciudad

"Se trata de una ciudad en continua construcción", me dice una periodista local a la que entrevisto en un hotel con vistas a la gran plaza. Sus respuestas me ayudan a descifrar mi incógnita. Cuando le pido consejos sobre los temas de actualidad en la vida cultural de la ciudad, me dice: "Buena pregunta. Hablaría sobre la belleza de los jóvenes hoy en día". Y aunque su respuesta no fuera de gran ayuda para la elaboración de este reportaje, sirvió para empezar a ver una de las notas predominantes de la ciudad: la aplastante presencia de la cultura pop en la capital de Albania. Cuando un país vive un asfixiante régimen comunista, fértil en temas culturales pero dominado por una férrea censura, siente la necesidad de rebelarse contra todo y abrazar el antes demonizado capitalismo.

Para Rubim Bego, el gran número de paredes sin pintar que tiene la ciudad debería aprovecharse para crear nuevas formas de arte urbano Rubim Bego, artista y promotor musical, sabe de qué va la cosa: "Las únicas formas de simbolismo, y el arte trata precisamente de eso, de símbolos, provienen de la cultura corporativa. La televisión tiene mucha culpa de esa situación". Hablamos en Radio Bar, uno de los pocos reductos de música independiente en el barrio más de moda de la ciudad (The Block, zona en la que vivían las élites comunistas en tiempos del régimen). "Hay similitudes en todos los países comunistas, todos se entregan a la cultura más pop. Hacen un arte kistch, extravagante". Rusia es uno de los máximos exponentes de la tendencia, con nuevas clases poderosas que izan la bandera del consumo como máxima expresión de su personalidad. Y consumo significa cultura occidental. 

“La clave está en pensar global y actuar local. Por ahora se imita, no se crea. Hay que recibir esas influencias externas y contextualizarlas. En ese sentido, la cultura local tiene un camino muy largo que recorrer”.

Cuando uno pasea por Tirana, no es raro ver que muchos rótulos de comercios se hayan entregado a las influencias externas y usen el ingés y el italiano, idiomas extranjeros predominantes. Especialmente este último, cuyas influencias se pueden ver por todas partes, incluso contando con una sede del Popollo de la Libertá, partido de Silvio Berlusconi, en la plaza principal de la ciudad. La razón es sencilla. Cuando el régimen comunista cayó en los noventa, los albanos empezaron a consumir masivamente la televisión italiana. Entre telegiornales y vellinas, el virus de la cultura italiana fue infectando poco a poco la ciudad y construyendo ese crisol que hoy en día representa Albania. “Tirana no tiene personalidad, se está autodefiniendo”, explica Bego. “La clave está en pensar global y actuar local. Por ahora se imita, no se crea. Hay que recibir esas influencias externas y contextualizarlas. En ese sentido, la cultura local tiene un camino muy largo que recorrer”.

Bego lleva ya unos años tratando de poner en práctica sus ideas. Él fue precisamente uno de los organizadores del MJAIT Fest, festival de música independiente que se celebró en la capital albana durante algunos años y ahora lidera el proyecto de una radio no comercial que pretende crear nuevas alternativas culturales. Sus intentos en este sentido buscan dar respuesta a uno de los principales problemas de la cultura contemporánea del país: la falta de infraestructuras para la creación y de espacios para que los jóvenes puedan expresarse. “El gobierno debería ayudar a crear infraestructuas, dar el primer paso para poder hacer que el arte contemporáneo se extienda”, denuncia.

“Los jóvenes quieren moverse rápido, pero la política siempre está en medio”

Pero, lejos de hacer caso a las reivindicaciones, los políticos no están muy por la labor de apoyar el arte. Lo sabe bien Andamion Murataj, guionista de The forgiveness of blood, cinta premiada con el galardón al mejor guion en el pasado festival de cine de Berlín. La película, diridiga por Joshua Marston, no contó en ningún momento con el apoyo de las autoridades nacionales. Murataj me cuenta desde Nueva York que, pese a que solicitaron el apoyo del Centro Cinematográfico de Albania para financiar la película, “encontraron demasiado difícil penetrar los muros de la burocracia y el borroso territorio de las leyes sobre arte albanas. Y eso que la película consiguió el mayor éxito que haya conseguido jamás una cinta de lengua albana”. La falta de financiación de las obras de arte mantiene en el dique seco a un mercado que sigue sin despegar y se ha quedado anclado en el arte más tradicional. El problema, según me cuentan, parece tener su base en la falta de conexión de las autoridades con la realidad: “las instituciones públicas no tienen interés en financiar el arte contemporáneo porque no creen que sea importante”, coincide Rubim Bego.

Hay quien tiene interpretaciones complementarias. Ilir Kaso, profesor y artista visual de 29 años, me cuenta además que las subvenciones y fondos destinados al arte se lo suelen llevar los amigos de los políticos o aquellos que hacen un arte más cercano a las corrientes oficiales. Y no es de extrañar si miramos los múltiples informes internacionales que sitúan a Albania como uno de los países más corruptos de los Balcanes. El amiguismo está a la orden del día y eso supone un lastre para el desarrollo de nuevas ideas y tendencias en la escena local. “Los jóvenes quieren moverse rápido, pero la política siempre está en medio”, comenta Ilir, “es difícil vivir del arte aquí. No hay mercado, no hay galerías, no hay gente preparada para organizar exposiciones. Puedo decir lo mismo de los teatros. Siempre hay obras demasiadas clásicas. No hay sitio para los jóvenes creadores. Hay muchos artistas jóvenes que tratan de crear arte moderno”. Y sabe de lo que habla: pese a ser un reconocido creador, tiene que compaginar su obra con sus clases en la academia de arte de Tirana para poder llegar a fin de mes. ¿Censura económica? Susana Varvarika, crítico de arte, me ayuda a entenderlo: “Albania es un país muy rico en recursos, pero las instituciones culturales están demasiado conectadas con el gobierno y es muy difícil salirse de ese circuito cerrado. Además, el gobierno no entiende de arte”.

“Es difícil vivir del arte aquí. No hay mercado, no hay galerías, no hay gente preparada para organizar exposiciones. No hay sitio para los jóvenes creadores".

Todo gira en torno a la política. Los problemas que afronta el sistema hace que todas las miradas se centren en las urnas, dejando de lado los lienzos. Pero el arte puede ser una forma de revertir esa situación, me explica Kaso: “Ahora estoy pensando crear una exposición a partir de los carteles electorales, usando esas imágenes para crear nuevos mensajes y decir que no queremos a estos políticos, que los jóvenes no quieren a estos políticos. Se trata de lanzar ese mensaje de renovación que necesitamos: aún tenemos muchos políticos vinculados con nuestro pasado comunista”.

¿Hay futuro?

Pero si los políticos anclados en el pasado ponen trabas al desarrollo, los jóvenes artistas tratan de romper esas barreras. Ellos van por delante de la sociedad, me dice Kaso, “me sorprenden continuamente con ideas que me dejan perplejo”. Susana Varvarika es rotunda: “los artistas tienen mucha habilidad para explicar la realidad a otros mediante su trabajo. Los jóvenes están en contra del arte manipulado por el gobierno y ellos pueden cambiar este país”.

Este artículo forma parte de Orient Express Reporter 2010-2011, la serie de reportajes realizados por cafebabel.com en los Balcanes. Más información sobre Orient Express Reporter, aquí.

Foto portada: (cc) Sharilyn Neidhardt/Flickr; Foto texto 1: ©Sladjana Perkovic; Foto texto 2: davdulf/Flickr; video: cortesía de Lightfilms/Youtube