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Tayikistán: tráfico y fiebre del sábado noche

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CulturaSociedad

Primera entrega de nuestras crónicas sobre el Homo Sovieticus: Lutfula Yacubov, de 32 años, encarna el modelo de éxito "a la americana" entre los jóvenes de Kuyand.

En las calles de Kuyand, la segunda ciudad más importante de Tayikistán, las vacaciones se presiente en el aire. En las terrazas de las pequeñas cafeterías de la plaza central, los jóvenes comparten helado con trocitos de cacahuete. Algunos lucen el último grito en móviles al volante de un Mercedes, atributos bastante alejados de la realidad económica de esta antigua república centroasiática, engarzada entre Afganistán, China, Kirguizistán y Uzbekistán.

Aunque el país siempre tuvo la pinta de ser el alumno más pobre de la ex Unión Soviética, la independencia obtenida en 1991 no cambió nada. La guerra civil entre 1992 y 1997 hundió al Estado en un caos económico tal que aún hoy día, más del 40% de la población vive en la mayor de las pobrezas. Tayikistán, invadido desde entonces por las ONG y prisionero del mercado negro, se ha convertido en el reino de los pequeños comercios de todos lo géneros. La guerra civil dio vía libre por un lado a los traficantes de droga y por otro a las ONG que distribuyen, cada una a su manera, poder adquisitivo y dólares. La heroína nunca está lejos: el país es la plataforma entre Afganistán -que produce- y Rusia, Europa y los Estados Unidos, consumidores.

Según las cifras del Banco mundial, el PIB ha dado un salto de cerca del 9% entre 2000 y 2004, lo que justifica que los hombres de negocios sean los reyes del barrio. Aquí todos los negocios están permitidos: abrir un cibercafé, comprar algunos anillos de oro en Uzbekistán y revenderlos con un margen del 20%, pedir algodón dulce o pan de sésamo (lipioschkas) en bici.

El joven padre de familia eternamente vestido con traje de corbata, Lutfula Yacubov, es el propietario de la única discoteca de la ciudad así como de las pequeñas tiendas de alrededor. “Yo soy un ejemplo para las nuevas generaciones, pues Kuyand es una ciudad pequeña donde todos se conocen. Yo soy muy pequeño en comparación con los peces gordos de la ciudad.” Educada referencia a la mafia local presente entre el tráfico de drogas y las autoridades corruptas.

Del arte del marketing

Todo comenzó hace diez años cuando Yacubov dio sus primeros pasos como vendedor a domicilio de chocolatinas y de ropa en los países vecinos, en Uzbekistán y Kirguizistán. A los 23 años, abrió su propio salón de peluquería aun continuando sus estudios de economía. En ésta época, Tayikistán, recién salido de la guerra civil, ha tocado fondo. En menos de un año, Yacubov se encuentra llevando adelante un salón moderno y chic en el corazón de la segunda ciudad del país y dirigiendo a 25 empleados.

Al año siguiente, decidió reciclarse y adquirir a un precio irrisorio otro comercio que convertir en una farmacia. “Lutfula Apteka” [La farmacia de Luftula] será el primer laboratorio abierto las 24 horas y ninguna farmacia supo oponerse a su éxito. El método de Yabucov es simple pero revolucionario en un antiguo país comunista: bajar los precios y hacer publicidad. Insaciable, Yabucov vendió enseguida el salón y la farmacia para pasar a un escalón superior al abrir la primera discoteca del país y el único complejo cultural de la ciudad: restaurante, sala de billar, karaoke y, en breve, un cine abierto de 19.00h a 3.00h de la mañana.

“Mi objetivo no es poseer sino revender y hacer soñar. Por ejemplo, miro los sillones que están de moda en Europa y los mando reproducir a un precio más bajo. Nadie sospecha y eso hace soñar a todo el mundo. Lo importante es la imaginación”, recalca. “Sin embargo, no todo ha sido fácil”, se apresura a relativizar Yacubov. “La gente de aquí no tiene mentalidad capitalista, un sistema económico denigrado y criticado durante más de 50 años por los soviéticos.”

Un dopaje mental del ego

Es gracias a la ONG americana PRAGMA [financiada por US Aid y destinada a la ayuda y al desarrollo de la pequeña y mediana empresa en Asia Central] que este joven hombre de negocios ha salido adelante y ha adquirido lo que él llama “la filosofía del éxito y del capitalismo”. Al lado de los americanos, ha aprendido “a pensar en negocios”. ¿Su secreto? “Hay que pensar en uno mismo y luego en los demás. Pienso en mí, consigo lo que quiero y luego puedo ayudar a los demás”.

Sobre la pista de baile de la discoteca de Yabucov, bailarinas sexys se contonean al ritmo de la música. Símbolo de modernidad, es con este tipo de detalles frívolos y atractivs con los que Yabucov seduce a su clientela. Abierta desde hace treinta años, la entrada de la discoteca cuesta más de 1 dólar para las chicas y 4 dólares para los chicos, una pequeña fortuna en un país donde el salario medio es de 50 dólares mensuales. A pesar de estos bajos salarios, la sociedad de consumo penetra en todas las capas de la población. En una población con un 40% menor de 14 años, los jóvenes, o están en busca del último grito en teléfonos móviles o tratan de obtener dinero fácil.

Pompas de jabón, humo, focos, la típica bola de discoteca y música tayika e internacional: en nada se diferencia la discoteca de Yacubov de otra europea. Excepto la distribución de sexos: sólo dos chicas jóvenes pasean por el club entre la veintena de chicos que bailan. Hoy, Yabucov se jacta de poder revender su “Klub” por más de 600.000 dólares, pero prefiere esperar algunos años a que aumente el precio de ese tipo de establecimientos, “Después de eso, montaré otro negocio…, no os diré cuál, ya que sé que va a funcionar. Ya veréis.”

“En busca del Homo Sovieticus”, es la apuesta un poco loca lanzada hace un año por Evangeline Masson, de 24 años y Patricio Díez, de 26. Pendencieros y enamorados del Este, han recorrido a pie durante 10 meses las 15 antiguas Repúblicas de la Unión Soviética, de Uzbekistán a Estonia pasando por Rusia. ¿Con qué idea? Ante la proximidad del aniversario de los 15 años de la caída de la ex URSS en diciembre de 2006, conocer a los jóvenes de estos países, de lo que hoy queda del imperio comunista. Para saber más, pinchar aquí.

¿Qué son las crónicas del Homo Soviéticus?

Ante le 15º aniversario de la caída de la URSS en diciembre de 2006, ¿qué queda del imperio comunista? La respuesta está en las crónicas sobre el Homo soviéticus.

“En busca del Homo Soviéticus”, es la apuesta en la que se lanzaron a lo loco hace un año Évangeline Masson, de 24 años y Patricio Díez, de 26. Pendencieros y enamorados del Este, han recorrido durante 10 meses -de diciembre de 2005 a octubre de 2006- las 15 antiguas Repúblicas de la Unión Soviética, desde Uzbekistán hasta Estonia pasando por Rusia.

¿Por qué viajar y por qué hacia el Este?

Teníamos ganas de viajar para compartir la vida cotidiana de los jóvenes de nuestra edad [entre 20 y 30 años], conocer sus sueños y sus proyectos. Desde la ampliación de la UE hacia el Este, las 15 ex repúblicas de la URSS, desde Bielorrusia a Azerbaiyán pasando por Letonia, son nuestros nuevos vecinos, y sin embargo no los conocemos. A esto hay que sumarle la idea de hacer coincidir estas visitas a estas 15 repúblicas con el 15º aniversario de la caída de la URSS, ver qué quedaba de la “Gran Rusia”. Los uzbekos o ucranianos viven aún encerrados en su país y no reciben información de sus antiguos compatriotas: por eso nos pareció interesante traducir nuestros artículos al inglés y al ruso para que pudieran leer nuestra visión de la vida en el extranjero. Aprender nosotros, pero también enseñar a los demás, tal era el fin del viaje.

¿Qué os ha marcado más de estos jóvenes tayikos o moldavos?

La gnak, sin duda. Cada cual se las avía como puede y todos están dispuestos a dar algo a cambio de lo que persiguen. En Europa, nadie tiene la paciencia de esperar: lo queremos todo y ahora. Los jóvenes de estas repúblicas son en cierta medida más sencillos y parecen satisfechos de su suerte. Muchos sentían curiosidad por países como Francia: por lo de las revueltas de los suburbios galos en 2005; nos solían preguntar, más o menos bien informados por los medios rusos, si “la revolución había acabado por fin”. Por supuesto, el 90% de ellos querría irse al extranjero, pero manifiestan el mismo deseo de retornar para mejorar la calidad de vida de su propio país. Las antiguas repúblicas de la URSS son nuevos Estados, jóvenes políticamente hablando: sus ciudadanos están convencidos que pueden cambiar las cosas. En Francia, por ejemplo, los electores han perdido esta impresión. La cultura dominante en estos territorios, es la rusa: Tolstoi, Moscú… Hoy, se percibe el trauma de haber abandonado el estatuto de segunda potencia mundial para volver a ser pequeñas naciones perdidas por ahí. Ucrania, Bielorrusia o Moldavia parecen poder acercarse al Viejo Continente, pero la zona de Asia central está más unida a China o a Turquía que a otra cosa.

¿Subsiste alguna nostalgia del comunismo, poco favorable al acercamiento europeo?

En la mentalidad de la gente, la herencia comunista sigue siendo poderosa. Lo que se echa de menos es sobre todo lo tocante a cuestiones sociales: la gente echa de menos la época en la que el Estado ofrecía un alojamiento y un trabajo a todos, una vida cotidiana sin preocupaciones en una burbuja de boba felicidad. La memoria es selectiva: muchos se han olvidado de las deportaciones o de la ausencia de libertad de expresión. Hoy, los más viejos deben seguir trabajando aquí y allá como pueden para su jubilación y se olvidan de los padecimientos durante el estalinismo. Sobre todo en Asia central y en el Cáucaso.

Autora: Prune Antoine

TRaductor: Fernando navarro

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Translated from Le Tadjikistan, entre chocolat et fièvre du samedi soir