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Société Générale, sociedad particular francesa

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Política

El pseudoliberalismo nacionalista del presidente francés, Nicolas Sarkozy, confunde a propios y a europeos, mientras se prepara una ampliación de capital en Société Générale para evitar Opas europeas.

“El Estado está dispuesto a invertir en el centro de Arcelor-Mittal en Francia para que la acerería no desaparezca del país”, declaró a principios de febrero de 2008 el presidente francés para sorpresa de quienes consideran la multinacional india del acero una empresa con grandes beneficios que no necesita subvenciones públicas. Nicolas Sarkozy ganó la presidencia francesa en junio de 2007 con un discurso anticorporativista apoyado en promesas de liberalización económica que pueden ver la luz gracias a un informe recién presentado a petición presidencial por el histórico socialista Jacques Attali. Sin embargo, en el plano europeo e internacional, el mensaje que se traslada es de abunqueramiento nacionalista y de cierta hipocresía ventajista.

Una táctica defensiva...

Dos días antes, su primer ministro, François Fillon, declaró ante la asamblea nacional gala que “Société Générale”, el segundo banco más importante del país, presa de un fraude interno que le ha hecho perder 4.500 millones de euros en unos días y provocado un descenso del 40% en su cotización bursátil, “debe seguir siendo una compañía de capital francés”. Y es que las sombras de OPA se ciernen sobre este banco y son varias las novias europeas que surgen en competencia con el francés BNP Paribas. Como por ejemplo el holandés ABNAmro, el británico HSBC o el español Banco Santader. Bancos todos ellos en plena forma y que podrían garantizar tanto la competencia en suelo francés en el mercado bancario, como el mantenimiento de puestos de trabajo. El Santander, por ejemplo, acaba de anunciar un aumento del beneficio en 2007 del 20% (una suma equivalente al doble de lo que Société Générale ha perdido en enero), y ello a pesar de la crisis de las hipotecas subprime que amenaza a España más que otros países de la zona euro. En contraste, Sarkozy insistía esta semana en que “el liberalimo no está reñido con el proteccionismo”.

Francia extiende sus piernas por todas partes, pero no quiere que los demás se las toquen (Foto, RobertC/Flickr)

Cuesta creer en la fe europeísta de los dirigentes franceses ante este panorama. Estos días, fuentes del gobierno español anuncian su voluntad de obtener una salida negociada para la multinacional española Sacyr de la constructora francesa Eiffage ante el rechazo de esta a una Opa de la primera sobre el control del 66% de su capital. Que nadie dude que la histótica compañía que construyó la Torre Eiffel nunca caerá en manos de los nuevos ricos españoles.

... y una estrategia ofensiva

A todo esto, el capital francés avanza sus peones por Europa sin complejos. El constructor ferroviario Alstom, rescatado de la quiebra por Sarkozy en 2004, cuando era ministro francés de economía, campea vendiendo modelos de alta velocidad a Italia, España, Turquía, Marruecos, etc..., imponiendose a sus rivales alemanes y españoles (Siemens y Talgo). La prestigiosa aerolínea Air France negocia la adquisición de la Italiana Alitalia, el gigante gasístico de capital público GDF se fusiona con la privada SUEZ -propietaria de la belga Electrabel- propiciando una nacionalización francesa encubierta de la histórica eléctrica de Bélgica. Lo mismo pretende hacer la eléctrica francesa EDF (86% de capital público) al sugerir su intención de adquirir Iberdrola, una compañía eléctrica de España, país en el que Aucham y Carrefour dominan el mercado de la distribución alimentaria o en el que la telefónica Orange, es uno de los operadores más ofensivos. El presidente español, Rodríguez Zapatero, favorable a las Opas amistosas, acaba de aclarar sin embargo que “si EDF sigue siendo de capital público, tendrá que negociar con España”. Contrapartidas, suponemos. Sea como sea, Francia acaba de publicar sus cifras de déficit en comercio exterior registrando en 2007 un récord: 40.000 millones de euros. Un motivo para revisar su política de competitividad bajo un prisma más europeo.