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Sergio Marchionne: el director de Fiat quiere coches como ipods

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Política

Retrato del hombre que ha heredado una Fiat agonizante para sacar un campeón absoluto del automóvil en un acuerdo con General Motors. A golpe de baraja y 'yes we can'

El hombre del jersey habla poco. Lo hace en inglés, la misma lengua en que piensa, y a menudo de su boca salen números. Los números que han hecho su fortuna y la del grupo Fiat, del cual es director general desde 2004, año en que la casa turinesa estaba al borde del abismo. Cinco años después, el hombre del jersey está a la cabeza de una multinacional que sigue arañando cuotas de mercado en un contexto coyuntural cuanto menos desfavorable para el sector. La transformación en tiempo récord no ha sido algo indoloro: adquisiciones, divisiones, recortes de personal, despidos, también para los cuello blanco.

El hombre del jersey tiene fama de duro, nacido para construir una empresa orientada, en la medida de lo posible, a la flexibilidad. Y también por esto la oficina 4.26 del Lingotto infunde respeto con solo nombrarla.

De este punto es de donde partió Sergio Marchionne para dar la vuelta por completo a Fiat como a un calcetín e intentar diseñar partiendo de cero su idea del sector del automóvil; de ahí que de vez en cuando se oye una canción de Gainsbourg, o una pieza clásica. "Pero solo si el sueño es perfecto", recalca casi pleonásticamente para un amante de la excelencia como él.

El Cinquecento como un Ipod

Quinta del 54, cosmopolita, en dos tercios europeo (italiano, suizo y canadiense), en un tercio filósofo (las otras dos licenciaturas en Derecho y, Economía y Comercio, más un máster en Administración de empresas), una pasión -dicen- por el póquer ("pero hay póquer y póquer -ha declarado en varias ocasiones- yo adoro el scopone scientifico" (un juego de cartas donde se reparten todas las cartas de la baraja).Sergio, 'il martellatore' (el 'martillador'), como lo llaman por Ligotto, se incorporó al mundo del trabajo tarde, a los 31 años, cuando muchos de sus 'competidores' ya ocupaban posiciones de prestigio en grandes grupos mundiales.

El hombre del jersey, sin embargo, ha invertido a largo plazo, sin descuidar su formación (todavía hoy el despertador suena a las 5 de la mañana, lo cual le concede el lujo de la lectura matinal del Financial Times, Corriere, Repubblica, Stampa y Sole 24 ore), y se descubrió tras haber madurado y haber recorrido un camino propio, lejos de los focos y de los sueldos galácticos. Hoy, para él, la acción es más que una filosofía de vida que se ha convirtido en necesidad. Y no es casualidad que entre sus modelos cite a Sarkozy, "un hombre de derechas que se abre a gente que no forma parte de su tribu".Un pragmatismo maquiavélico tras el que se esconde un corazón que no te esperas: en pleno lanzamiento del 500, Marchionne declaraba "quiero que Fiat se convierta en el Appel del coche. Y el 500 será nuestro ipod". Touché.

Un relanzamiento del diseño Made in Italy

Grimaldelli diferentes en el armario: además de la colección de jerseys (todos con un pequeño tricolor, que no es solo una costumbre, sino un chivato del patriotismo que ninguna experiencia en el extranjero ha conseguido borrar), la tecnología, las plataformas logísticas que han conducido a que Fiat tenga el poder contractual de cerrar compras (véase el negocio de Chrysler) con mínimos costes, unidas al cuidado minucioso por el diseño típico del Made in Italy, que hoy en día representa los ideales de excelencia. Basta con ganarse las primeras páginas de los periódicos estadounidenses y los elogios de un acertado Barack Obama. Hecho histórico, cierto, pero en el fondo ni siquiera sorprendente a quienes lo conocen bien.

El hombre del jersey y el primer presidente americano negro comparten algo más que una historia de éxito: ambos han partido de un 'Yes, we can'. ("La primera vez que entré en Lingotto apestaba a muerte. Muerte industrial, quiero decir. Cuando mostré los objetivos trienales la gente pensaba que estaba loco", recuerda Marchionne), ambos son del culto del cambio: "un líder Fiat para mí debe tener la capacidad de aceptar el cambio, de dirigir a las personas que dependen de él y de reformar a los veinte mil jefes intermedios del grupo". Sin olvidar en ningún momento que quien da órdenes las debe dirigir y no conformarse simplemente con parirlas: "siempre he creído que los cuello azules se encuentran en retroceso, sin tener la responsabilidad que sí tienen los cuello blanco, cuyos errores acarrean importantes consecuencias".

En el fondo, es incluso un tipo romántico, Sergio Marchionne. El 14 de febrero de 2005 lo pasó en Nueva York. Un detalle: no en un banquito de Central Park para pelar la pava con su querida mujer que le ha dado dos hijos, sino a tratar con General Motors para concluir con el milagro del PUT (derecho de opción de venta, sin obligación de un título), encuentro donde comenzó el verdadero relanzamiento de Fiat como la conocemos hoy. Ha de decirse que es un grupo que tiene todavía sus ases en la manga. Sea para hacer una escalera o color, lo que es cierto es que somos una multinacional, sí, pero con la cabeza siempre en Italia.

Translated from Sergio Marchionne, il “martellatore” in maglione