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Semana Santa: ¿Qué opinan los extranjeros de las procesiones?

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Lifestyle

En España, las procesiones son el sello visible de una tradición centenaria. La gente sale a las calles, los costaleros cargan con esfuerzo las estatuas religiosas y la devoción se mezcla con la costumbre. Pero, ¿qué piensan los extranjeros al ver una muchedumbre llorosa y exaltada? ¿Entienden ‘el pan de cada’ día de los españoles en Semana Santa? Comparamos impresiones y experiencias.

Jessica, de origen francés, tenía 26 años cuando vio por primera vez una procesión en Sevilla. Se sentía algo nerviosa, escéptica e incluso experimentaba cierto miedo por participar en una tradición que consideraba “extrema”. El hecho de que su relación con la religión se limitara a varios bautizos y matrimonios no le hacía sentir más cómoda. Pasada la ‘primera línea de fuego’ junto a la fanfarria –un grupo musical que acompaña al cortejo principal-, Jessica se relajó y poco a poco se acostumbró al ambiente festivo. “Tengo que decir que adoré la experiencia, fue única para mí e incluso me conmovió”, comenta.

Las palabras de Jessica dejan entrever que para los extranjeros existe un choque cultural al observar por primera vez una costumbre que dista mucho de la de su país de origen. En el caso de Francia, la Semana Santa tan sólo se celebra el Lunes de Pascua, una ocasión para descansar y “comer con los familiares”, como apunta Adeline, una joven francesa que vio las procesiones de Granada en 2010. “La verdad es que me parecieron muy extrañas, casi me dieron miedo pero es un elemento clave de la cultura española”, resume.  Una tradición que Adrien, también francés, echa de menos en su país y a las que se siente ligado y admira “por ser creyente y católico”.

Llanto y emoción: "Nunca había visto algo así en mi vida"

A Sten, de origen alemán, le cuesta identificarse con el sentimiento de “felicidad y admiración” al ver los pasos y las bandas de música. “Realmente no puedo entender lo que se siente pero para quienes son muy católicos seguro que es emocionante”, aventura. En la misma línea, Vivien, de Alemania, comenta que lo que más le sorprendió fue la reacción de la gente. “Nunca había visto algo así en mi vida: por un lado hay tristeza porque muchas personas lloran y por otro hay felicidad, orgullo e incluso diría acatamiento”. En su país, la costumbre por estas fechas es celebrar la Ostermärsche, una manifestación política que surgió a principios de los años 60 en favor de la paz; una marcha que nada tiene que ver con los capirotes de los nazarenos ni el fervor por tocar los faldones de las vírgenes.

En Italia, la Semana Santa se aleja de las calles para introducirse en las iglesias. En ellas, se oficia una misa especial los días santos y el Domingo de Resurrección. El lunes de ‘Pasquetta’, como se le llama, se reserva para el descanso y “muchas veces para hacer una barbacoa”, apunta Alberto, de origen italiano. Considera las procesiones como una tradición socio cultural española, llenas de carga emotiva. “La gente no llora por cualquier cosa, es uno de los sentimientos más sinceros y puros del ser humano. En definitiva, en las procesiones la gente proyecta sus necesidades diarias en sus emociones: salud, felicidad, tranquilidad, amor, todo de forma extrema”, recalca.

En Holanda, el día representativo de esa festividad es el Lunes de Pascua en el que las iglesias celebran misas más largas de lo habitual y lo común, más que una tradición, es ir a algún restaurante a tomar un ‘brunch’. En cualquier caso, “nada comparable” a las marchas en España, como asegura Anne. “Vi las procesiones por primera vez en Sevilla. Me advirtieron de que me impresionarían mucho y así fue: la música te pone la piel de gallina y cuando se hace de noche y la procesión pasa por una calle muy pequeña te da la sensación de ver algo mágico”.  También asegura que le atrajo el aspecto religioso, quizás por ser católica “aunque no muy activa”.

El ‘pan de cada día’ para los españoles

La diferencia más evidente respecto a los españoles, es que los extranjeros tienen la misma capacidad de asombro que la de un niño al descubrir algo por primera vez. “Esta festividad forma parte de la tradición española y estoy tan acostumbrada a verlas que he perdido ese ‘shock’ que sienten quienes no las conocen”, asegura Marina, una joven madrileña. Para ella, se trata de una costumbre “desfasada respecto a la sociedad actual e incluso a la propia iglesia porque provoca una sensación de culpabilidad que hoy en día no tiene ningún sentido”, comenta.

El contrapunto lo ofrece José, que forma parte de la “Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno”, la más antigua de Murcia, fundada en el año 1.600. Para él existen “tantos sentimientos como nazarenos”. Si algo destaca de ellas es el compromiso por seguir una tradición “muy humana y familiar” que forma parte del calendario de la ciudad. Explica que es algo que se hereda de padres a hijos  y que luego se vive en las calles. Los hombres predominan en ellas y son las mujeres las que se encargan de que “las enaguas, las camisas, los pañuelos” y todo lo que les acompaña esté listo.

Por último, Elena, del equipo local de Cafébabel en Sevilla, califica las procesiones de “costumbre, tradición, arte y cultura” más que de algo religioso. Se muestra contrariada ante el fervor y la devoción de quien solo lo siente y expresa una semana. “Cuestión aparte es la persona que durante todo el año es creyente, y aunque no lo comparta lo entiendo”, afirma.

En definitiva, estas marchas despiertan tantos sentimientos como personas acuden a ellas. Ya sea miedo, pasión, constancia o asombro, no en vano en España se dice que la “procesión va por dentro” y, en ocasiones, en alguna lágrima o cara de sorpresa.