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Ronald Plasterk, el detractor del ADN

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“El sistema europeo está fosilizado.” El científico y columnista holandés Ronald Plasterk salta de los laboratorios a las pantallas de televisión y habla de los defectos de la educación científica en Europa.

Salimos del reluciente ascensor y el humo de sustancias químicas cosquillea en nuestra nariz. Hemos llegado al centro de investigación genética de la Universidad de Utrech. Ronald Plasterk, profesor de investigación genética, nos recibe en los laboratorios. Al principio, parece una persona práctica y sensata, pero sus camisetas de colores llamativos y sus caricaturas políticas delatan un acusado sentido del humor. Activista político, columnista, científico y crítico del modelo europeo, Ronald Plasterk nos sorprende con su versatilidad.

La popularidad en los medios de comunicación

Ronald Plasterk siempre ha mezclado ciencia y política. Sus contribuciones al debate del estudio del ADN y de las células madre le llevaron a intervenir en los medios de comunicación. Escribe una columna para el diario holandés De Volkskrant y en domingos alternos aparece en un programa de televisión sobre política. Sin embargo, Plasterk rehuye del glamur televisivo: “Existe esta percepción si pasas dos minutos en televisión cada dos semanas: la gente cree que vives en el estudio de televisión”, dice bromeando.

Las primeras experiencias periodísticas de Plasterk fueron durante su época de estudiante en la Universidad de Leiden. Allí, estudiaba biología y escribía en el periódico de la universidad. “Me interesé en la política gracias a los debates públicos acerca del ADN, las células madre y Dolly. Al principio, mis columnas trataban de estos temas. Pero no puedes escribir sobre la misma oveja cada semana, así que empecé a tratar otros temas. Más que nada porque la ética de la ciencia se solapa de alguna manera con la política”, recuerda. “Sin aspirar a ello, mi debate político funcionó y ahora escribo el manifiesto para el Partido Laborista holandés para las próximas elecciones”, explica. Como estudiante, Ronald añadió sustancia al debate.

Un crítico acérrimo del modelo europeo

Cuando Ronald Plasterk viajó a EE UU para completar sus estudios, se convirtió en un crítico de la educación científica en Europa. En el California Institute of Technology de Pasadena quedó impresionado por la eficacia del instituto y por su aproximación progresista a la biología. “Hay muchas cosas equivocadas en el sistema científico de la UE. La financiación no es transparente, no está basada en el mérito o en la calidad, y hay siempre objetivos secundarios, no se trata sólo de ciencia. Se dice que los programas deberían animar los negocios o ayudar a las regiones europeas subdesarrolladas, etc. Pero debería existir un único objetivo: financiar a los mejores científicos en Europa”, se queja Plasterk.

“El sistema europeo está fosilizado. Tienes un sistema burocrático muy fuerte donde existe un profesor que tiene un profesor ayudante, quien a su vez tiene estudiantes de doctorado que dan clase a estudiantes de la licenciatura, y que a su vez dirige a los que hacen los experimentos. En el sistema anglosajón esto no existe, allí ‘todos están juntos en el mismo barco’.” Y funciona.

Europa, a la cola detrás de EE UU

“El sistema europeo tampoco ofrece cualidades que favorezcan el progreso”, critica Plasterk. “A principios del siglo XX, numerosos ganadores del premio Nobel eran europeos; hoy, la mayoría son norteamericanos”, insiste. Para el profesor, las razones de esta evolución están bastante claras: los europeos son demasiado provincianos. “En EE UU, si has crecido en Montana y eres brillante, no vas a quedarte en el mismo sitio, irás a la Costa Oeste y obtendrás allí tu doctorado. En Europa, la gente se queda; quizás se vayan durante un año, pero luego regresan.”

El sistema europeo sufre también de descentralización. Los verdaderos centros de excelencia no existen en realidad. “Todos quieren ser el Oxford local”, dice Plasterk. Sin embargo, según él, la ciencia se desarrolla según la teoría del caos, de la agregación espontánea y del proceso de autoexigencia. “Una vez tienes tres científicos verdaramente importantes juntos, un cuarto decidirá unirse a ellos y entonces, por razones que nadie puede controlar o planear, se forma un grupo de científicos. ¿Por qué Cambridge es tan importante para la ciencia? Cuando yo estaba allí creo que teníamos cinco premios Nobel trabajando en el mismo edificio”, recuerda.

Plasterk admite que las barreras lingüísticas también explican la pobre actuación científica en Europa. “Sé de muchos profesores franceses incapaces de expresar su trabajo en inglés, el lenguaje de la ciencia.” Aparentemente, traducir millones de páginas de informes a veinte lenguas europeas no ayuda. El núcleo del asunto es cultural. El lenguaje es una gran barrera para el progreso científico de los europeos dentro de los EE UU y a su vez dificulta la integración europea a un nivel total. “La cuestión es que no existe un ejemplo europeo, la gente europea no existe, nosotros no hablamos la misma lengua. No existe un sistema de debate público.”

Colaboró Thamar Zijlstra desde Ámsterdam

Translated from Ronald Plasterk, DNA dissenter