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Roma y la G2: Inmigración, esperanzas y populismo

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Story by

Quentin.P

Translation by:

Alicia García Adames

SociedadPolítica

El día de mañana, estas personas que nacieron y/o crecieron en la península y constituyen la conocida segunda generación, tendrán un peso económico importante en Italia. Sin embargo, los dirigentes siguen estigmatizándolos y la ley sigue olvidándose de ellos, lo que podría darles ganas de marcharse a otro lugar. Se trata de la crónica de un amor no siempre recíproco.

Se llaman Puia, Fatou, Queenia y Franck. Sus nombres no suenan muy italianos y con razón: se trata de inmigrantes de segunda generación (G2). Crecieron en Italia y se impregnaron de su cultura, por lo que no son verdaderos inmigrantes, pero tampoco italianos del todo. “Soy como un limbo”, confiesa Puia con una gran sonrisa. Este joven de 19 años recibe a cafebabel.com en compañía de su amiga Giulia en el piso familiar, que está lujosamente decorado con tapices persas. En su habitación, las paredes están llenas de pósteres de la NBA, que apenas dejan sitio para la bandera iraní. “Me identifico con muchos aspectos de la cultura italiana (…), pero en otras cuestiones soy diferente (…) Cuando estoy con italianos, no me siento completamente como ellos, pero en Irán me tratan como si fuese occidental”.

Este italiano de origen iraní tiene 19 años

Cuando “los inmigrantes vienen a quitarles el trabajo a los locales”

Los ausentes. Se trata de una buena definición de la situación de la segunda generación en Italia. Sin embargo, el país apuesta fuerte. Según un informe reciente de la asociación Caritas Migrantes, la G2 podría constituir el 15% de la población dentro de 50 años, todo un reto económico que Italia no puede obviar. El tópico de la mamma y su montón de hijos es historia y el país destaca a la cola del pelotón europeo en lo que respecta a la natalidad, con 9,18 nacimientos por cada 1.000 habitantes. No obstante, el fenómeno de la segunda generación de inmigrantes es relativamente reciente. Al contrario de lo que ocurre en Francia o Inglaterra, a la sociedad italiana le sigue costando trabajo abrirse, atada de pies y manos por una política que coquetea con la xenofobia y unos medios de comunicación instrumentalizados desde hace bastante tiempo: “El telediario italiano ejerce una especie de terrorismo psicológico sobre algunos grupos de la población”, critica Giulia. “La gente tiene miedo de los extranjeros y la Liga Norte (el partido populista de Umberto Bossi) se aprovecha de ese miedo. Según ellos, los inmigrantes vienen a quitarles el trabajo a los locales”, añade Puia.

Ciudadanía, patriotismo y tarjeta de residencia

“Todavía no soy italiana”. Esta frase, pronunciada en un italiano perfecto con algo de acento romano, parece inverosímil si tenemos en cuenta las circunstancias personales de Fatou. Esta joven de 16 años y padres senegaleses nació en Italia. Sin embargo, debe llevar siempre encima su permiso de residencia, ya que la ley italiana todavía no reconoce el ius soli. Igual que a ella, el Estado italiano le niega la ciudadanía a miles de personas en la misma situación: “En los años noventa, mi madre me contaba que en el colegio había un cupo máximo de alumnos extranjeros por curso. Hoy en día las aulas están llenas de hijos e hijas de inmigrantes que tienen ganas de aprender acerca de la cultura italiana. Estudiamos los derechos que garantiza la Constitución italiana, aunque nosotros no los tenemos”.

A pesar de su corta edad, Fatou milita en una asociación de ayuda a las comunidades extranjeras, la asociación Dhuumcatu. Su objetivo es ayudar a la población del Esquilino, un barrio popular de Roma, a realizar los trámites administrativos necesarios para conseguir la ciudadanía. “Me siento orgullosa de ser multicultural, no solo porque soy senegalesa, sino porque he tenido la oportunidad de crecer con compañeros chinos, bengalíes y africanos. De hecho, creo que tengo una mente más abierta que la mayoría de los italianos”.

“(Italia) tiene miedo de verse reflejada en los ojos de los demás, a pesar de que lo necesita. Trata de conservar cierta tradición en la sociedad, a pesar de que la población es poco patriota, si no tenemos en cuenta el fútbol”.

Ese es precisamente el quid de la cuestión. A la mayoría de los italianos no parecen preocuparles los problemas de sus vecinos y son pocos los que comparten las ideas de compromiso, cultura y apertura a los demás con los inmigrantes. Queenia define la sociedad italiana como “llena de paradojas”. Esta joven de origen nigeriano y brasileño llegó a Italia cuando contaba cinco años. Se trata de la reciente ganadora del concurso Scrivere Altrove (Escribir desde otro lugar), también miembro de la asociación Rete G2, que lucha a favor de cambiar la ley de ciudadanía. “(Italia) tiene miedo de verse reflejada en los ojos de los demás, a pesar de que lo necesita. Trata de conservar cierta tradición en la sociedad, a pesar de que la población es poco patriota, si no tenemos en cuenta el fútbol”. A sus 25 años, la joven, que todavía sigue estudiando, no puede optar a la ciudadanía. Para tener derecho a ello, el Estado le pide el equivalente a cuatro años de cotización. Mientras tanto, lleva su permiso de residencia siempre encima: “Depender de un visado de estudiante implica tener pocas perspectivas de crecimiento personal, no poder realizar viajes de cierta duración y sufrir discriminación a la hora de conseguir empleo”.

« [L’Italie] a peur de se regarder dans les yeux des autres alors même qu’elle en a besoin. »

“Le toca a nuestra generación hacer que la situación mejore”

¿Cuál es la solución? La equidad. Al menos, es lo que sugieren Franck, un camerunés que inmigró a Italia hace siete años, y su compañero de piso siciliano, Piero. “El Estado debería dar las mismas oportunidades a todo el mundo: […] para integrarse hay que empaparse del lugar donde uno se encuentra. No solo se trata de ir al mercado o conocer a los miembros de la comunidad, sino de tomar parte activa en la misma, poder votar, asistir a las reuniones de comunidad, como los italianos”. Franck señala que los problemas de integración también dependen de las propias comunidades: “Después de 15 años en el país, hay residentes asiáticos o bengalíes que todavía no saben italiano”.

En su discurso habló de la inmigración como una fran fuente de esperanza y se mostró a favor de que los niños que nazcan en Italia tengan la nacionalidad italianaAun así, deberían poder disfrutar de un marco jurídico más favorable. La ley de reconocimiento de la ciudadanía lleva años bloqueada en el Parlamento. Sin embargo, la dimisión de Berlusconi y la marcha de su receloso aliado Umberto Bossi quizá marquen el comienzo de una nueva era. A pesar de que todos los entrevistados han evitado el tema de Mario Monti, sí que han aprovechado la ocasión de hablar de la declaración de Giorgio Napolitano. En un discurso reciente, el Presidente de la República reiteró su intención de hacer que el ius soli pase a formar parte de la ley de ciudadanía. Se trata de un primer paso adelante y serán los miembros de la próxima generación quienes tengan que hacer de estas bellas palabras una realidad. “Le toca a nuestra generación, a los futuros banqueros, pero también a los futuros pizzaiolos, hacer que la situación mejore y que todos tengamos las mismas oportunidades”, señala Piero.

Se trata de un mensaje de esperanza acompañado de una advertencia. Todo apunta a que el número de G2 va a dispararse. La decisión es del gobierno: puede actuar e integrar legal y culturalmente a estas personas para relanzar la economía o seguir haciendo caso omiso. No obstante, si Italia no permite a la G2 participar activamente desde ya, podría sufrir unas pérdidas enormes en los próximos años.

Este artículo forma parte de Multikulti on the Ground 2010-2011, una serie de reportajes realizados por cafebabel.com en toda Europa. Muchísimas gracias a todo el equipo de cafebabel Roma.

Fotos : Portada y texto : ©Ehsan Maleki, Napolitano : European Parliament/Flickr ; Vídeo : LookoutTV/youtube

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Translated from Rome et la G2 : immigration, espoirs et populisme