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Réquiem por el idealismo europeo

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Default profile picture Marion Cassabalian

¿Acaso puede la UE tener intereses estratégicos?

Está claro que cuando Grecia anunció, en el mes de octubre pasado, el lanzamiento de la Fuerza de Reacción Rápida (FRR) para marzo de 2003, la Unión Europea no había echado bien las cuentas. Tanteos, dudas y silencios rodean hoy la creación de dicha fuerza, de unos 60.000 hombres, que habría debido dar peso en el exterior a la visión del mundo defendida por la UE.

Incluso las cifras más optimistas son decepcionantes: los hombres que están hoy ya a disposición de la FRR no serían más de 25.000. Aunque lo que cuenta es otra cosa bien distinta, a saber la ausencia de una verdadera voluntad política que pudiera dotar a la Unión de un brazo militar eficaz.

La crisis iraquí es muy interesante en este sentido. Las divisiones internas en Europa rebelan una brecha anacrónica entre los diferentes Estados. Una brecha que, sin embargo, no se basa en una divergencia real de intereses, sino más bien en la diversidad de grados de dependencia de cada Estado respecto a Washington, tanto en lo que se refiere a su seguridad en el caso de España e Italia) como a su supervivencia diplomática (en el caso de Gran Bretaña) en un mundo globalizado ene. Que la soberanía nacional está sin lugar a dudas en crisis.

He aquí la paradoja de la situación actual: las divisiones europeas parecen sugerir un retorno en pompa de los particularismos nacionales y de la geopolítica, de la autonomía diplomática de las capitales, mientras la realidad internacional no hace más que subrayar lo contrario, es decir que, cada vez más, la Unión Europea es la que tiene intereses estratégicos auténticos en el mundo, y no los Estados. Mejor dicho, los intereses de los Estados miembros son interdependientes, extremadamente próximos, tendiendo hacia la fusión.

Democracia e intereses

Tomemos como ejemplo Oriente Próximo, una región como de “importancia estratégica vital para la UE” por Chris Patten, comisario europeo de relaciones exteriores. Allí la situación se puede resumir a tres palabras: Schengen, Al Qaida y energía.

En efecto, la inestabilidad en Oriente Medio se refleja en todo el continente en forma de flujos de inmigración clandestina, porque el inmigrante que desembarca en Italia o en España, puede ya moverse con toda libertad en la zona Schengen. Y hay más: no pasa un mes sin que lo servicios secretos franceses, británicos, alemanes, italianos o españoles no lancen alarmas sobre la posibilidad de atentados por parte de un terrorismo islamista que, en el año 2002 ha asesinado, por lo menos, a 14 alemanes en Yerba y 11 franceses en Karachi, sin mencionar el atentado contra el petrolero Limburg a lo largo de las costas del Yemen.

¿Qué decir, por otra parte, sobre la dependencia energética? Si actualmente Oriente Medio constituye la primera fuente de crudo de la Unión Europea, con un porcentaje del 27%, en el 2002 la región en su conjunto deberá satisfacer por sí misma tres cuartas partes de las necesidades mundiales. Por otra parte, en diez años, los recursos petrolíferos del Mar del Norte se agotarán, lo que llevará a Londres a la misma dependencia exterior que sufren ya todos los otros mercados europeos.

Ciertamente, decir que la UE tiene intereses comunes en Oriente Medio no quiere decir que la posición sobre la guerra en Irak deba ser por fuerza negativa, por ejemplo se puede o bien defender la necesidad de un ataque para “abrir” los mercados del segundo país en reservas petroleras, o bien posicionarse en contra de una guerra destinada a alimentar los atentados terroristas, extendiendo su campo de batalla hasta las metrópolis occidentales.

El reconocimiento de intereses europeos debería simplemente apuntar que una eventual política exterior y de defensa de la UE debe apoyarse en una reflexión estratégica de la que los ciudadanos no podrían sino sacar beneficios. A condición que se gestione en modo democrático.

¿Militarización de la UE?

Pero, cuáles son las posibilidades de uso de una eventual FRR europea en Oriente Medio? Según el Consejo Europeo de Helsinki de 1999 se trata de una posibilidad que hay que considerar. Por lo menos desde un punto de vista teórico. La política en Oriente Medio constituye de hecho el primer apartado, tras la ampliación, en el presupuesto de relaciones exteriores de la Unión, y toda la región, en tanto que “periferia inmediata”, representa (en vista que la estabilización de los Balcanes parece ya por buen camino) la prioridad número uno para Bruselas. Sobre todo en el marco de operaciones llamadas out of area, es decir ejecutadas fuera del continente. Ciertamente, Estado Unidos se oponen con obstinación, pero el uso del poder militar no puede ser descartado del abanico de instrumentos puestos a disposición de una Unión que representa la única síntesis política que esté realmente en posición de hacer respetar, hoy por hoy, cierta visión del mundo que los europeos, todos los europeos, comparten. No se trata de “militarizar” a la UE. Que Estados Unidos y los soberanistas de por aquí estén tranquilos: en el futuro la Unión podrá recurrir solamente en ocasiones contadas al poder militar, puesto que su influencia como “potencia civil” no necesita ya demostración. Pero los instrumentos civiles, en el mundo caótico de hoy, no bastan. La Unión Europea necesita un brazo armado y una concepción estratégica basados en intereses democráticamente definidos y transparentes. El idealismo, se lo absolutiza, no puede sino dañar a una potencia in fieri.

Translated from Requiem dell’idealismo europeo