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Reino Unido: eurófilos y euroescépticos se ponen Sobre la política exterior común en Europa

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Estrasburgo

Para Noémie Schoen, Traduccíon Olalla Pastor Del Valle

En medio de un ambiente en el que se cuestiona continuamente la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea (UE) ha tenido lugar el pasado martes 12 de febrero en Westminster, una conferencia organizada por el Foreign Policy Center (y cofinanciada por la Comisión europea) sobre el impacto de la política exterior de la UE.

La cuestión del debate – ¿Puede la política exterior de la Unión europea tener un impacto real? – ha sido analizada por un variado grupo de actores británicos, venidos de los medios de comunicación, de la política y del académico.

Servicio Europeo de Acción Exterior – una imagen contradictoria

En la Unión de los 27 y muy pronto de 28 estados miembros cuyas prioridades e intereses a veces discrepan, no siempre es fácil llegar a un acuerdo en lo que a política exterior común se refiere. Los distintos ponentes de la citada conferencia han expuesto sus respectivos puntos de vista. Así pues Emma Reynolds, miembro del Parlamento Europeo por el partido laborista y responsable de Asuntos Europeos, ha recalcado el trabajo llevado a cabo por Catherine Ashton, Alta Representante de la Unión Europea en Asuntos Exteriores y de Política de Seguridad y para el nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) desde su creación en 2009 por el Tratado de Lisboa. La lucha contra la piratería en Somalia, el papel clave que jugó la Señora Ashton en el acercamiento entre Serbia y Kosovo y su éxito al lograr reunir en medio de la crisis iraní, americanos, rusos e iranís en la misma mesa de negociación, son muchos de sus triunfos con los americanos, los rusos y los iraníes dispuestos en la mesa de negociación, son otros muchos de los logros que no habría que olvidar.

John Peet, editor de la sección Europa de la revista The Economist se muestra mucho más indeciso en cuanto a los logros de la SEAE. Por una parte las negociaciones en punto muerto con Turquía desde hace años y el hecho de que la Unión Europea no quisiera posicionarse claramente durante las revoluciones de la Primavera Árabe. Por otra parte, para él no habría que descuidar a los vecinos más cercanos, especialmente adoptando una política realista con respecto a Rusia y a otros países afectados por la colaboración Oriental (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Moldavia, Georgia o Ucrania).

El conservador Sir Malcolm Rifkind, ex-ministro de Estado bajo el gobierno de Margaret Thatcher y Secretario de Asuntos exteriores entre 1995 y 1997 se define así mismo como un « euroescéptico moderado ». El distingue entre una política exterior única que vinculase a los 27 estados miembros y una política exterior común. Mientras que la primera es bastante improbable de conseguir debido a la dificultad de coordinar a los 27 países miembros en una política exterior única; la segunda política resulta más realista porque supone la presencia de un interés común verdadero y auténtico.

Para terminar, Anand Menon, profesor de política europea y de asuntos exteriores de la reconocida universidad de King’s College de Londres, se ha mostrado de lo más pesimista señalando el casi inexistente desarrollo de la política exterior europea desde el anhelo común del presidente Chirac y del primer ministro Blair a finales de los años 90 de dotar a la Unión Europea de los medios necesarios para avanzar en dicha materia. “No se trata de la falta de inversión financiera” el problema está cuando se juntan la reticencia de los estados miembros a hacer converger sus intereses y la incapacidad de la Unión a tratar este problema a nivel europeo.

La Unión europea como portavoz de los intereses británicos

En un momento donde la Unión europea es objeto de continuas críticas en el Reino Unido, es interesante constatar que este debate revela que más allá de las diferencias ligadas a la forma de llevar a cabo una política europea común, eurófilos y euroescépticos reconocen juntos las ventajas de una política exterior y de seguridad común.

A primera vista, debido al lugar que ocupa el país en la escena internacional, no seria imposible que el Reino Unido decida continuar en solitario en este campo. La séptima potencia económica del mundo representa el cuarto puesto del mundo en gastos de defensa. El país cuenta con una silla en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y es miembro respetado de la OTAN y del G8, además de seguir encabezando la Commonwealth y beneficiarse de una privilegiada relación con los Estados Unidos.

Sin embargo, en un contexto en el que se enfrentan a retos comunes, la cooperación internacional se hace ineludible, la Unión- a pesar de que la política exterior europea este pendiente de consolidarse- goza de un peso y una influencia mucho más considerable que la de un único país. La Unión europea actúa como portavoz de los intereses británicos al proyectar su influencia más allá de sus fronteras. Además, a diferencia de otros sectores dónde el país se muestra más reticente a participar, la política exterior de la Unión Europea continua siendo un ámbito en el que el Reino Unido se implica. El país representa el 22,4% del gasto en materia de defensa europea y constituye junto con Francia casi la mitad del gasto global.

Cuando llegue el momento de elegir entre el sí o el no a la Unión Europea, puede que el SEAE – aunque todavía tenga cosas que mejorar – constituya un espacio de diálogo entre proeuropeos y euroescépticos. En lo que a política exterior se refiere, la Unión europea juega hoy un papel clave en el éxito británico. Quedarse a las negociaciones facilitaría la obtención de los acuerdos más atractivos y eso va a pesar y mucho para el Reino Unido que, en lugar de ir por sí solo, continuaría disfrutando de la posición de la UE que actúa como portavoz de los intereses nacionales ante la escena internacional.