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Recordar el papel clave del Tribunal de Justicia en la integración europea.

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En respuesta a un artículo aparecido en esta revista y escrito por Andrea di Caccamo, quisiera recapitular el papel que ha jugado el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en la construcción europea como parte del debate sobre su función y su legitimidad y para afirmar que es una de las pocas cosas que funcionan en la Unión Europea.

Puede que no sea de buen agüero que mi primera contribución escrita a esta revista constituya una reacción opuesta a un artículo en ella publicado, pero no puedo evitar reaccionar a lo dicho por Andrea di Caccamo sobre el Tribunal de Justicia de las Comunidades europeas. Se trata de una reacción sobre el fondo de la cuestión, de aportar un grano de arena a un debate olvidado como es el del papel de este Tribunal en la construcción europea, y espero que todo el mundo comparta mi opinión sobre estas cuestiones, es decir que el establecimiento de un debate en un órgano de libre expresión como esta revista no atenta a sus intereses, sino que, muy al contrario, los sirve. No somos un partido político, podemos mostrar nuestras diferencias!

Un debate silenciado

Antes de aclarar por qué no estoy de acuerdo con lo dicho por Andrea, quisiera agradecerle el que haya lanzado esta cuestión, la del papel del Tribunal de Justicia, sobre el que muy rara vez se habla, cuando es en realidad, muy probablemente, el elemento que determina la originalidad de ese “objeto político no identificado” (J. Delors) que llamamos desde hace unos años Unión Europea, así como su fuerza.

Aclarar, también, que en el fondo de lo que creo que le preocupa, estoy de acuerdo con Andrea: la importancia adquirida por el TJCE refleja las carencias alarmantes de la UE en términos de integración política. Si la construcción estrictamente política avanzara, la faceta jurídica de la Unión perdería importancia, y con ella el Tribunal. Eso es exactamente lo que yo, y sin duda Andrea, deseamos.

Un actor clave de la integración

Pero como dicen en Francia, “il faut bien faire avec”. Si la construcción política no avanza, la responsabilidad es de los Estados, pero si la Unión ha llegado a ser lo que es, a pesar de las reticencias de gobiernos atados a sus soberanías varias, es en buena medida gracias al TJCE.

¿Qué es la Unión Europea? Lamento tener que responder que una organización Internacional, es decir una asociación entre Estados, con unos objetivos determinados y limitada estrictamente por el marco creado por un Tratado. En este caso son tres Tratados que comparten unos mismos órganos, pero la originalidad de la Unión reside en el hecho de que los jefes de Estado se reúnen regularmente y modifican esos tratados, y los famosos Tratados de Amsterdam, Maastricht o Niza no son sino modificaciones de los Tratados iniciales. La situación actual, en la que todo el futuro depende de la voluntad de 5 millones de Irlandeses, muestra claramente la absurdidad de esta situación, debida a la dependencia de unos Tratados cuyas modificaciones dependen del acuerdo de todos.

Pero, por fortuna, los Tratados son fuente de Derecho y en el Derecho no hay vuelta atrás. En cualquier organización internacional, un Estado puede comprometerse a hacer cualquier cosa y pasarse ese compromiso por la entrepierna meses después, sin que nadie le pueda decir nada, porque, simplemente, un Estado es soberano, y punto. En la UE no. En nuestra Europa existe algo que no existe en la ONU ni en ningún otro órgano de este tipo, y es un Tribunal con poderes correctivos, con la capacidad de condenar y sancionar fuertemente a los Estados miembros. Si un Estado se compromete a hacer algo, tiene que hacerlo, o atenerse a las consecuencias. A cuántos jefes de Estado europeos les hubiera gustado deshacerse de lo firmado por sus antecesores o por ellos mismos, y no pudieron porque tenían sobre la cabeza esa espada de Damocles que es el TJCE?

Sin la amenaza de las sanciones, la Comisión tampoco sería mucho más que un órgano de gestión corriente y moliente al que todos tratarían con condescendiente simpatía, y, de hecho, ha tenido que recurrir a los procesos en numerosas ocasiones para que los Estados honoren sus compromisos. O sea, que sin un TJCE potente como el que tenemos, de integración, nada, cada uno haría lo que quisiera.

Una lectura extensiva.

Pero es que además los jueces del TJCE tienen la santa manía de dar al derecho comunitario una lectura muy abierta a favor de una integración más fuerte. Gracias al TJCE, los Estados se han comprometido a veces más allá de lo que ellos mismos creían y han visto como los ciudadanos de a pie de su propio país pueden volverse contra ellos a través de un órgano comunitario. En efecto, cualquiera puede denunciar a su propio Estado por incumplimiento del derecho comunitario, y esto es algo que no estaba en los Tratados, sino que el Tribunal lo ha deducido a partir de una lectura extensiva de estos.

Las sucesivas sentencias del TJCE son las que realmente han obligado a los Estados a aceptar que una integración puramente económica es imposible, que la libertad de circulación que necesita el Mercado Unico implica una serie de derechos y de garantías, lo que ha llevado a la lenta construcción de la ciudadanía europea. Es famoso el caso en que un diputado europeo se negó a mostrar su pasaporte en una aduana alegando que el derecho comunitario así se lo permitía. Su ilustrísima acabó en la cárcel por resistencia a las autoridades, pero al salir denunció al Estado en cuestión y obtuvo reparación económica. Cualquier agricultor puede denunciar a su país o a la Comisión, o al Consejo por considerar que sus intereses han sido detenidos en violación del derecho comunitario. Y la lista de las ventajas que nos deparan, a ti y a mí, la evolución de la jurisprudencia del TJCE sería muy larga.

Tal y como yo lo veo, la Unión Europea era algo que los Estados creían poder controlar totalmente, pero el TJCE les recordó sus responsabilidades y fue lo que realmente dio una vida autónoma a las Comunidades Europeas.

Los puntos sobre las íes

Aparte de estas cuestiones de fondo, hay varias cosas en el artículo de Andrea que contesto totalmente.

En primer lugar, el TJCE no es fuente de ley. La ley es emitida por el Consejo, básicamente, y más recientemente por el Parlamento y ello en muy menor medida. El TJCE se limita a interpretar la ley como cualquier juez de un país democrático. Lo que ocurre es que el Tribunal se pronuncia sobre los Tratados y los actos jurídicos comunitarios y no sobre las leyes de los Estados: estos actos son a veces (cada vez más) voluntariamente inconcretos para que los Estados tengan un margen de libertad en la adaptación a sus legislaciones nacionales. Ello proviene de una queja de los Parlamentos Nacionales que se consideraban desposeídos de su poder legislativo por la precisión de los textos comunitarios. Reivindicación legítima, en mi opinión, y por ello no creo que haya que lamentar que los textos no sean “perfectamente claros y precisos”, sin olvidar que ningún texto legislativo ni jurídico es perfectamente claro y preciso, sino no harían falta jueces, bastarían máquinas!

En segundo lugar, me parece increíble que se pueda alguien quejar de la falta de legitimidad democrática de los jueces, que no son cargos electos. Imaginaos, en una Europa invadida por el populismo racista, que los jueces fueran elegidos por el sufragio universal! Ni ahora ni nunca estaría dispuesto a aceptar que la legitimidad de un juez pasara por el voto, lo cual sería dejar la puerta abierta a la demagogia y los abusos, que es la situación que se vive en Estados Unidos, donde muchos jueces son elegidos y la popularidad de un juez se mide a veces por el número de penas de muerte emitidas.

Así pues, por supuesto que hay que hablar del papel del TJCE en la futura Europa, pero si hay algún órgano comunitario que yo, personalmente, no cambiaría, ése es el TJCE.