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París se parte de risa: Clase de carcajadas en tres lecciones

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Sociedad

Reír por el placer de reír. De pie, sentado, boca arriba, boca abajo, de día, de noche y, sobre todo, acompañado. Porque la carcajada es un asunto serio, cafebabel.com se cuela en París en una clase de "yoga de la risa" en tres lecciones.

Vincennes, París. Un folio atado a un cable que sobresale del edificio nos indica el camino: “Club de reír, todos los martes de 19 horas a 20 horas”. Flecha a la izquierda. Seguimos las indicaciones, nos sacudimos la vergüenza y el sentido del ridículo en el felpudo y accedemos a una de esas salas multiusos que lo mismo sirven de escenario para obras de teatro infantiles que para reuniones de la comunidad de vecinos. 

Lección nº 1: Donde fueres, haz lo que vieres

“Sí, aquí es, bienvenida, estamos esperando a que lleguen todos para comenzar”. La profesora, Martine Medjber, una reputada y conocida “risóloga”, nos explica la estructura de la clase. Primero, unos ejercicios de relajación y de calentamiento; después, unos juegos y, finalmente, la risa descontrolada... levantas una ceja y asientes. La señora Medjber es una profesora un tanto particular. No lleva bata blanca ni inspira el miedo a la autoridad de sus colegas de profesión: “Antes era psicoterapeuta y ahora solo me dedico a reír”. Pero sigue siendo una clase. Y en ella hay los mismos alumnos que en cualquier otra: los que llegan tarde, los indisciplinados (que ríen más de la cuenta) y los de la última fila, esos que son discretos y que observan el panorama soltando de vez en cuando alguna que otra risita. Y luego estás tú, con tu inicial escepticismo y tu vestido de flores sin bolsillos en los que esconder tu timidez.

Estiramientos, juegos de campamento de verano (imitación de animales, juegos de palabras, el “teléfono escacharrado”) y ya estás listo para alcanzar la meta del curso: reír. Todos tumbados en círculo en el suelo riendo de manera descontrolada, barrigas que suben y bajan y carcajadas que te despeinan. Así hasta que consigues parar.

Lección nº 2: Y tú, ¿a qué has venido?

Esta risoterapia o, como los expertos en la materia dicen, el “yoga de reír” no pretende enseñar a nadie a desternillarse, como afirma Yoëllle, animadora de uno de estos clubes y participante en el taller semanal de Martine Medjber: “el objetivo es reír de manera colectiva” ...con otros adultos porque, según la profesora, “los niños no tienen necesidad de reír; ya lo hacen todo el tiempo”.

“Vivimos en una sociedad materialista, pero ya no nos reímos”

Yoëlle dice que cada uno “viene a encontrar lo que busca”. Aurélie, que participa por tercera vez en el taller, admite que ir “me sienta bien”. Reconoce que se siente unida al grupo de alumnos, aunque no los conozca. Sin embargo, hay gente que va más allá del bienestar físico. Maureen encuentra en este club un “espacio de libertad” en el que incluso llega a “flotar por la hiperventilación”. Y no es la única. Varias personas, al final de la clase, coincidieron en que estas sesiones les permiten “ser yo mismo”. Reconocen que nos importa mucho lo que la gente piense de nosotros, que en la vida diaria llevamos un “uniforme”, que nos molestan las normas sociales y que estos cursos les dan la oportunidad de hacer todas las tonterías del mundo, esos impulsos que reprimimos en nuestro día a día por culpa de todo esto. Y es que, como Yoëllle nos cuenta, “vivimos en una sociedad materialista, pero ya no nos reímos”. 

Lección nº 3: la Universidad de la risa existe

El Doctor Madan Kataria inventa el yoga de reír en 1995 y en los años 2.000 se crean clubes de risa por todo el mundo. El taller de Martine es uno de los muchos que propone una de las escuelas herederas de las enseñanzas del Dr. Kataria, l’ Ecole Internationale du Rire que como su nombre dice, es internacional. Fundada por Corine Cosseron en 2002, es la primera escuela internacional de la carcajada. Es, para que nos entendamos, la Universidad de la risa. A ella te puedes unir como estudiante o como profesor y sus actividades tienen diferentes tarifas, desde clases de reír completamente gratis hasta jornadas lúdicas por 99 euros. También hay diferentes cursos para convertirse en “expertos en risología” a los que, sobre todo, suelen acudir terapeutas. Y, una vez concluida la formación, ya estás listo para enseñarle a tu abuela un nuevo título: “animador de club de reír”. Y cuando frunza el ceño y te pregunte: pero esa modernidad, ¿qué es?, le podrás contestar que es nostalgia por la infancia perdida, ganas de escapar de la sociedad o, simplemente, una manera de recordar que es necesaria la risa en la vida.

Y es que aunque aún no se ha descubierto cuál es el camino que lleva a la felicidad, hay gente dispuesta a encontrar atajos y la risa, sobre todo si es colectiva, es parada obligatoria en el trayecto. Así que yo lo tengo claro: de mayor quiero ser risóloga. 

El 1 de abril muchos países celebran el día internacional de la risa

Fotos: portada (cc) superbomba/flickr ; vídeo, youtube