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Oriente / Occidente: una legislación divergente en el seno de la Unión

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Los romaníes, considerados legalmente como una minoría en Europa, disfrutan de garantías. Sin embargo, la aplicación de las leyes varía en los Estados de la Unión.

Bohemio, manouche, romaní, cíngaro, gitano… En adelante, usaremos el término "rom", que significa "hombre" en romaní. Es más apropiado. La comunidad internacional adoptó este término en los años noventa, período de multiplicación de las iniciativas legislativas para proteger a esta minoría. Sin embargo, la cuestión romaní no ha surgido de pronto de los arcanos bruselenses, sino que preocupa a Europa desde el medievo.

Estos "titirimundis", este pueblo nómada porque no se le ha permitido instalarse en ningún lugar, sufre de lleno las políticas europeas de sedentarización de la población, de implantación de ordenanzas de circulación y de instalación de ficheros de desplazamiento. Al margen de la ley debido al estilo de vida al que se les acantona, los romaníes son rápidamente puestos al margen de la sociedad.

Los criterios de Copenhague

Si la cuestión reaparece hoy, en sin duda "gracias" al Consejo de Europa y a los sacro-santos criterios de Copenhague, definidos en el Consejo europeo de 1993 como las exigencias políticas mínimas que deben ser satisfechas por los Estados candidatos: democracia, Estado de derecho, respeto de los Derechos Humanos y protección de las minorías. Los países candidatos de Europa central y oriental se han visto obligados a desarrollar políticas específicas, a menudo llenas de buena voluntad y de gestos políticamente correctos.

Los casos antinómicos de Eslovaquia y de Hungría ilustran estas evoluciones. En 1993, la recién estrenada República eslovaca tuvo que conciliar la construcción de su identidad nacional con los nuevos criterios de buen gobierno, entre ellos la protección de las minorías. La Constitución eslovaca integra la primacía de las reglas internacionales en la materia pero los dirigentes se dan cuenta progresivamente de la necesidad de una política específica más allá del único principio de la no-discriminación. Los roms, sin embargo, continúan siendo los grandes perdedores de estas mejoras: un comisario para la cuestión rom desprovisto de medios, una tasa de paro que roza el 100%, la imposibilidad de cursar estudios universitarios en su idioma…

La cuestión se ha planteado de otra manera en Hungría. Campeona de la "multinacionalidad", la patria magyar es la primera del mundo en reconocer el derecho colectivo de las minorías. De hecho, el Consejo de Europa se inspiró en ello. En efecto, la Constitución húngara reconoce doce minorías oficiales que disfrutan de derechos colectivos, los más extendidos a través de Europa: acceso a la educación, representación en los consejos municipales, integración en las estructuras políticas nacionales, organización de manifestaciones culturales, creación de un puesto de comisario de las minorías, jurisprudencia de la corte constitucional a favor de la discriminación positiva en el marco de la ley electoral…

Si Hungría ha desarrollado tal arsenal jurídico y político a favor de sus minorías, es también para asegurar un trato equitativo y recíproco de su diáspora. Pero los roms no tienen Estado, no tienen país, ni por lo tanto la posibilidad de tratar bien a los magyares. Así pues, los roms son, como siempre, los parientes pobres de esas bellas medidas. Allí, como en cualquier otro sitio, son más bien víctimas de la violencia policial, se benefician menos de las políticas sociales y no disfrutan del mismo respeto que los otros pueblos, ni siquiera que las otras minorías.

La suficiencia occidental

¿Qué ocurre en Europa occidental? En Francia, los roms se ven encasillados en la categoría de "titirimundis". Desde la ley de 5 de julio de 2000 sobre acogida y residencia de los "titirimundis", la situación de los roms debería haber mejorado en el ámbito de las condiciones de acogida por parte de los municipios o de los colegios... Desgraciadamente, los "titirimundis" no se benefician de las políticas sociales ligadas a la vivienda ni a todo lo ello que conlleva... Capítulo cerrado. Así de fácil.

En los países occidentales de la Unión, los roms constituyen también una minoría mal representada y poco protegida. Algunos órganos consultivos han sido instituidos aquí y allá como en Austria o en Bélgica. En Dinamarca y en Suecia, la protección de los roms depende de un mediador, mientras que en los Países Bajos es potestad directa de un ministerio. Finlandia acaba de plantear la idea de un foro consultivo europeo de los roms que les permita adquirir una legibilidad transeuropea, cuadrando más con la defensa de sus intereses. Es volver a poner en tela de juicio la eterna pregunta del reconocimiento de los derechos colectivos que asusta a los Estados. Apostemos por que desde las primeras propuestas del Consejo de Europa en los años noventa los europeos se hayan hecho a la idea.

Por ahora, la Europa del Este es la más activa. A principios de febrero, los representantes de ocho Estados de Europa central y occidental se reunieron en Sofía para comprometerse firme y mutuamente en la vía de la no discriminación de los roms. Deberían haber invitado a la vieja Europa. No le habría venido mal. Porque en nuestro lado, a falta de criterios de Copenhague, la Comisión no se involucra realmente con la cuestión del trato a los roms. Hasta el punto de que el último informe del PNUD, el más importante jamás realizado sobre la situación de los roms, no ha tenido en cuenta más que el trato que se les ha infligido en Europa oriental. Es lamentable. Porque en la vieja Europa, los roms todavía no son más que Manouches, gitanos o gypsies, en vez de hombres.

Translated from L'Europe de l'est fait plus d'efforts