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No estamos en crisis, sino enjaulados en una trampa monetaria

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Sevilla

Foto: Andrea Guerra // Flickr La palabra “crisis”, utilizada para describir la situación económica actual, es engañosa. La situación económica actual es una “trampa monetaria”, lo que obliga a posicionarnos ante la realidad de una manera distinta que ante una crisis. ¿Qué sería una "crisis económica”?

Una situación de elevado desempleo y falta de dinero general por alguna incapacidad momentánea para volver a la senda acertada. Saldríamos, por tanto, de la crisis, en cuanto generásemos de nuevo trabajo y dinero. Lamentablemente, esto no es cierto. Estamos en una “trampa” generada por nuestro patrón monetario, de la cual el ciclo alcista, en el que hay generación de empleo y dinero, es una situación indeseable que va a generar, tarde o temprano, de nuevo un ciclo bajista, polarización de la riqueza y quiebra social.

Hagamos lo que hagamos, mientras mantengamos el patrón monetario que tenemos, siempre lo haremos mal. Las políticas de austeridad serán malas porque, aunque pretendan algo bueno como es reducir el endeudamiento de todos los agentes económicos, su resultado será desastroso al consistir nuestro patrón monetario en crear moneda mediante préstamos bancarios, por lo que reducir el endeudamiento de la economía significa, en realidad, disminuir drásticamente la moneda disponible. Pero las políticas de expansión también serán malas por el razonamiento contrario: para meter moneda en el sistema económico que genere empleo y trabajo habrá que generar masivamente deuda, lo cual alimenta una espiral patológica de endeudamiento general de todos los agentes económicos que termina autocolapsándose, por imposibilidad de satisfacer tal volumen ingente de deuda.

El rescatar bancos o dejarlos quebrar también será malo, porque si los rescato estoy premiando a los que lo hacen mal, pero si no los rescato desaparece la máquina de producción de moneda que es la contabilidad bancaria.

Estamos entrampados en una camisa de fuerza monetaria que hace que cualquier movimiento que hagamos nos entrampe aún más. ¿Por qué?

El crecimiento económico se financia, fundamentalmente, mediante préstamos del sistema bancario. Es lo que producen los bancos: medios de pago mediante la concesión de préstamos. Y haciendo esto se enriquecen mucho. Pero su enriquecimiento es nuestro endeudamiento; pero sin endeudamiento no crece la disponibilidad de moneda. El crédito se crea en aquellos negocios que más convengan a este sistema, negocios que resultan “inflados”, como una burbuja, respecto a los otros negocios. Ello origina que los empresarios y trabajadores se sientan atraídos hacia estas actividades con tanto préstamo disponible, haciendo menos atractivos otros que pueden ser más necesarios y olvidándose de la enorme deuda que van acumulando, porque piensan que la provisión de moneda para pagar esas deudas será infinita y porque muchos empresarios pícaros, mediante técnicas legales y contables vergonzosas, se quedan el activo de la moneda (el dinero) y traspasan el pasivo (la deuda) al resto de la economía. Los negocios “dopados” por el sistema bancario registran espectaculares crecimientos de empleo, producción y endeudamiento, mucho más que otros sectores. Pero la economía, como el cuerpo humano, necesita crecer armónicamente respecto de sí mismo y del medio que lo rodea. Que unos sectores crezcan temporalmente en desmesura con relación a otros es similar a un cuerpo humano en el que unos miembros creciesen sin la adecuada proporción respecto a los otros: crece un monstruo, no un hombre. Eso es lo que le pasa a cualquier economía actual, que crece como un monstruo deforme. Un caso concreto de lo anterior es la anticipación temporal excesiva de ciertas actividades económicas realizada por la manipulación sistemática, a la baja, de los tipos de interés. El tipo de interés espontáneo, salido de la interacción de todos los agentes, acompasa temporalmente las actividades económicas en función de la capacidad de ahorro de todos ellos. Cuando la autoridad monetaria lo rebaja, para abaratar la consecución de préstamos, lo que hace es acelerar aquellas actividades que deberían dilatarse más en el tiempo. España, con unos tipos de interés forzados a la baja, ha construido en 10 años lo que debería haberse construido en 50, abandonando otras actividades más necesarias. El tan alabado “crecimiento”, por el que obsesivamente casi todos claman, enriquece sistemáticamente a unos a costa de otros. Al ser un crecimiento financiado por medios de pago continuamente creados y destruidos por el sistema bancario, quienes están a la salida del grifo de las nuevas creaciones de dinero lo reciben a precios antiguos; según va entrando este dinero en la economía, se va generando una ola que descompone sistemáticamente los precios relativos de los bienes. Por ejemplo, crece desmesuradamente el precio de la vivienda en relación a todo lo demás, si es por el sector vivienda por el que se está entrando en masa la moneda-deuda; a los últimos en el sistema de regadío de dinero les llegará una gran ola de crecimiento y dislocación de precios sin posibilidades para afrontarla. Los primeros se enriquecen a costa de los últimos.

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Foto: Remo // Flickr

La contabilidad, que debe informar sobre la realidad económica, queda seriamente dañada por este proceso: ¿cómo valorar los activos, si continuamente los precios relativos están siendo trastocados por las entradas y salidas de moneda-deuda del sistema? Como lo que llamamos comúnmente dinero está básicamente en los asientos contables bancarios, hay un estímulo para la creación contable de dinero y más dinero mediante la manipulación de la contabilidad. La contabilidad se ha transformado en una técnica de creación de dinero y ha dejado de ser informadora veraz. No nos podemos fiar de contabilidad alguna, ni siquiera del dinero que tenemos en los asientos contables de los bancos. Finalmente, el crecimiento desarmónico, sobreendeudado y falto de credibilidad de la economía se colapsará y vendrá de nuevo, inevitablemente, la recesión, con el empobrecimiento total de muchos y la desestructuración social consiguiente, por la sensación de robo y engaño amparado por la ley.

En conclusión: el monopolio impuesto de moneda única y legislación que permite la generación de dinero bancario provoca inevitablemente crecimiento desarmónico, acaparamiento de unos y pobreza de otros, desaparición de la contabilidad, competencia amañada y continuos ciclos frenéticos alcistas y destructivos bajistas.

¿Qué podemos hacer?

1- Reconocer el problema, olvidándonos de que hayamos de retornar a la “senda de crecimiento”: el problema es salir de la trampa monetaria.

2- Iniciar un período de transición con “tormenta de ideas” sobre nuevos tipos de moneda. La modernización del trueque, los bancos de tiempo, las monedas locales, los patrones oro y plata, el papel moneda fijado mediante fórmulas matemáticas claras, las monedas virtuales por internet, etc, son propuestas que se están haciendo.

3- Permitir, finalmente, la concurrencia monetaria entre distintas monedas, escogiendo cada

persona libremente a cuál adherirse, aprendiendo a jugar con sus ventajas e inconvenientes. Pensemos que unas monedas pueden ser más apropiadas para ahorrar, otras para el consumo básico, otras para el comercio local, otras para realizar grandes inversiones, otras para el comercio internacional, etc.

4- Es obligatorio ayudar a los más necesitados. Pienso en una renta mínima universal, en una moneda que no tiene que ser la única pero sí la más empleada para cubrir necesidades vitales, y cuya producción y puesta en circulación vaya ligada a la personalidad física y no a la deuda.

Jesús Utrilla