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Nicolas Sarkozy y Angela Merkel : París-Berlín (II)

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La Parisienne de cafébabel

Las tensas relaciones entre Nicolas Sarkozy y Angela Merkel parecen haberse suavizado en el marco del compromiso sobre la « Unión por el Mediterráneo ». Sin embargo, los dos dirigentes continúan dando la impresión de estar librando una batalla y parecen incapaces de hacer revivir al eje franco-alemán.

Una vision demasiado gala del Mare Nostrum

Las diferencias humorísticas no sirven de nada y sólo contribuyen a enmascarar las divergencias de fondo, especialmente sobre el proyecto de la Unión mediterránea, lanzada a raíz de la iniciativa del consejero especial del presidente francés, el soberanista Henri Guaino, pero que los alemanes consideran como una jugada geopolítica. Si comparten el diagnóstico del fracaso del proceso de Barcelona (lanzado en 1995 para dotar un marco a las relaciones entre la Europa comunitaria y los países del Mediterráneo) se están negando a validar la propuesta de una Unión que la remplazaría y que estaría reservada a los países ribereños únicamente. Se puede observar un riesgo en cuanto a la división de la UE cuya estructura serviría de motor a Francia y excluiría de facto a Alemania y a los países del norte de Europa. O deberíamos intentar entender a la Alemania reunificada dentro de la Europa ampliada, de cierta forma, como ha retomado su poder, reequilibrio poco favorable para Francia. Sobre todo si se inserta dentro de una economía globalizada, gracias a su tejido industrial de calidad y orientado a la exportación (basta con comparar la balanza de pagos de comercio exterior de los dos países).

Este estado de hecho no es extraño a la « victoria » de Angela Merkel, apoyada por la Comisión europea, que, al revés, ha cargado contra Nicolas Sarkozy en el caso del dossier del Mediterráneo con motivo de la cumbre europea en Bruselas los días 15 y 16 de marzo. Allí se acordó hablar de la « Unión por el Mediterráneo » (UPM) marco renovado del proceso de Barcelona, una « Barcelona + » como resume el Primer ministro de Luxemburgo, J.-C. Juncker, donde todos los países de la UE tendrán vocación por participar activamente.

Mientras, entre el amplio territorio y el desacuerdo con Berlín, se produce un giro de Nicolas Sarkozy hacia el Reino Unido de cara a celebrar un acercamiento entre diferentes puntos de vista políticos. El fracaso relativo de dicha maniobra, de cara a un país que permanece claramente separado por su insularidad, ha mostrado de nuevo que el presidente francés se equivocaba queriendo dar la espalda al acuerdo franco-alemán y buscando fuera el equilibrio.

¡La imaginación al poder!

Más allá de las opiniones de las dos personalidades, podemos reconfortarnos en constatar que la continuidad está asegurada a nivel de estructuras (gobierno, ministerior, administración) de cara a intercambios y reuniones periódicas ya instituidas, de las cuales la cumbre franco-alemana del 9 de junio pasado es un buen ejemplo ; a nivel de la sociedad civil también, los partenariados son continuos. Pero existe un mal que padece, un problema entre la relación franco-alemana, en el marco de la Europa ampliada y de una economía globalizada. Permanece igualmente el reproche lacerante dirigido por ciertos países en Europa a la pareja franco-alemana de frenar propuestas pero de estar siempre presentes para recordar al resto y hacer valer sus derechos particulares de tandem fundador.

En este terreno tan inestable, incumbe a ambas personalidades, alérgicas la una a la otra, encontar rápidamente los pasos a seguir, con el fin de permitir la puesta en marcha de las condiciones que permitan renovar las perspectivas comunes. Los dos dirigentes deberían poder ser capaces de pragmatizar en este punto : basta con observar (con cierto grado de desenfado) cómo ha sido de fácil para Nicolas Sarkozy de pasar de la locura mediática gracias a la entrega con gran pompa, el primero de mayo pasado en Aix-la-Chapelle, del premio Carlomagno a Angela Merkel por su compromiso europeo. Muy cómodo, el presidente francés elogió casi como un enamorado a la canciller quien, en respuesta, supo reponerse radiantemente y empezó a tutear a su elogiador.

Sin embargo, el pragmatismo no será suficiente para revivificar el eje franco-alemán. Le hace falta una pequeña esperanza de idealismo, una pizca de deseo sincero, fuerza y el entusiasmo de la imaginación. Esto es precisamente lo que le falta a las dos personalidades más o menos sufridoras de una rivalidad de líderes en Europa. Es, por ello, que en este terreno la sociedad civil tiene un poder decisivo de influencia.

JCL

Traducción al español : Alexandra Feijoo Carrera