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Movilidad euromed: a saltar la valla

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SociedadPolítica

Trípoli, capital Libia, reúne el 23 de noviembre a la Unión Europea y la Unión Africana para abordar medidas serias a favor de la movilidad euromediterránea.

Por vez primera la Unión Africana y la Unión Europea se reúnen para tratar a fondo el actual problema de la inmigración, tan fácil para la demagogia, y que tantas voluntades políticas requiere para encontrar una solución. Será el próximo 23 de noviembre en Libia. El control de fronteras es necesario, pero todavía lo es más saltar la valla, es decir, incrementar la cooperación entre Europa y África, algo esencial para equilibrar un mapa de desigualdades que fuerza a emigrar a millones de personas.

“Comprendemos la decisión de Estados Unidos, pero nos parece que la construcción de muros es algo que, por fortuna, en Europa pertenece a la Historia y que no quisiéramos ver en ningún otro lugar". De esta forma rotunda -aunque condescendiente con los EE UU-, una delegación del Parlamento Europeo de visita en Chile rechazó hace poco el principal proyecto estadounidense contra la inmigración irregular: un muro en su frontera con Méjico.

Eduard Soler, responsable de asuntos mediterráneos de la Fundación CIDOB, un centro de relaciones internacionales situado en Barcelona, señala que “lo del muro ya existe entre Ceuta y Melilla (España) y Marruecos”, aunque sea en forma de un sofisticado sistema de vallas.

Emigrar: una solución y un problema

Tahar Ben Jelloun, escritor marroquí y buen conocedor de su país, retrata la situación en Partir, su última novela: “La pequeña Malika, obrera en una fábrica del puerto de Tánger, pidió a su vecino Azel, en el paro, que le mostrase sus diplomas. - ¿Y tú?, le dijo él, ¿qué piensas hacer después? - Partir. - Partir... no es un oficio. - Una vez haya partido, tendré un oficio”.

Marcharse es, a veces, la única solución, pero comporta incluso más problemas de los evidentes, como el hacinamiento en pequeños pisos o la muerte en el mar. También el pago de altas sumas a organizaciones criminales para facilitar el tránsito ilegal, y la "fuga de cerebros", que hipoteca el futuro económico de los países pobres.

Cambiar estrategias

Para combatir la fuga de cerebros, la Unión Europea y la Unión Africana prevén, entre otras medidas, fomentar que profesionales africanos con una alta calificación y que trabajan en Europa puedan desarrollar parte de su ocupación en sus países de origen sin perder el empleo. No obstante, estos planes contrastan con la voluntad de algunos líderes, como el francés Nicolas Sarkozy, de privilegiar la entrada en Europa a los trabajadores más calificados, algo que, en teoría, podría agravar la fuga de cerebros.

Por otro lado, la Comisión Europea llama a conseguir una "inmigración organizada", como subraya Louis Michel, comisario de Desarrollo. Para ello, en Libia, la Unión Europea se comprometerá también a asistir a los países africanos en el control de sus propias fronteras.

¿Para qué sirve el dinero?

Por otro lado, la UE expone a menudo las cifras astronómicas que, desde hace años, dedica al desarrollo y la modernización de África: más de 12.000 millones de euros para el África subsahariana en 2004 o más de 5.300 millones de euros para los países del área mediterránea entre 2000 y 2006.

¿Qué explica, entonces, que estos fondos no den los resultados esperados? De forma esencial, el hecho de que, en el Sur, existan múltiples regímenes dictatoriales que "no representan el interés nacional, sino unos intereses muy particulares", en palabras de Eduard Soler. Para contrarrestar esta pared impermeable al cambio, los países de la UE fundaron hace 11 años, junto a los de la ribera Sur del Mediterráneo, el Partenariado Euro mediterráneo. ¿La novedad?: vincular las ayudas al desarrollo hacia el Sur a reformas políticas.

Hoy, con la constatación de que éstas sólo han avanzado en Marruecos, el Proceso de Barcelona (como también se conoce al Partenariado Euro mediterráneo) está reformándose. Por ejemplo, ahora, "en el plan de acción aprobado con Jordania se dice que se tiene que hacer una nueva ley de partidos políticos", es decir, se exige –añade Soler- “algo más que demostrar una voluntad reformista en un sentido amplio", el requisito general que bastaba antes para recibir la ayuda europea.

Es una señal de que los responsables europeos no esconden la cabeza como los avestruces ante la ineficacia de estrategias pretéritas.