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Meglena Plugtschieva, entre el bosque y el mundo diplomático

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La Embajadora de Bulgaria en Alemania, de formación silvicultora, no sólo conoce bien los bosques búlgaros, sino también cómo hacer publicidad de su país.

Los medios de comunicación búlgaros describen a Meglena Plugtschieva como una gran trabajadora: siendo viceministra de Agricultura, fue nombrada como embajadora en Berlín, necesitando luego el ministerio dos personas para cubrir su puesto. Poco antes, en septiembre de 2004, los medios de comunicación búlgaros y alemanes habían informado de que el embajador búlgaro en Berlín, Nikolay Apostolov sería cesado. Había sido sorprendido conduciendo ebrio a toda velocidad y haciendo eses en una zona de poco tráfico. Al final, en un control de tráfico, pasó por encima del pie de un policía. Cuando Meglena Plugtschieva fue designada para el cargo en Berlín, un compañero de trabajo en la fiesta de despedida le dijo durante el camino: “Cuando mañana por la mañana te mires en el espejo, verás la cara de los búlgaros. Eso compromete”.

Carece de días libres para un Brunch con nosotros, por lo que nos citamos una tarde festiva en la terraza de un café. Viste un vestido claro y un fular de seda de colores vivo le rodea el cuello. Habla sin arrogancia, con tranquilidad. Con optimismo, también. Esta mujer de 50 años aprendió el alemán en un instituto de idiomas en Varna, una ciudad situada al borde del Mar Negro, y desde entonces Alemania se ha convertido en su “segundo hogar”.

Hasta finales de los ochenta, los profesores en los institutos de idiomas de Bulgaria eran alemanes procedentes de la ex RDA que elegían a sus propios alumnos a través de duras pruebas de matemáticas y literatura.

Del partido, como todos

“Los profesores alemanes nos enseñaron no sólo el idioma, sino también a ser gente honesta, de confianza y cumplidora”, recuerda la embajadora. Aún hoy, admira el compromiso, la profesionalidad y la alta catadura moral de muchos políticos alemanes, tanto de izquierdas, como de derechas. “No nos engañemos, entre los búlgaros hay pocos políticos así”.

Poco antes de la transición, Plugtschieva pertenecía al Partido Comunista “como el 90% de los búlgaros”, afirma. Era “obiknovenata praktika”, “práctica habitual”. En 1991, el partido cambió el nombre por el de Partido Socialista Búlgaro, y gobierna en la actualidad el país. Los extraordinarios conocimientos sobre los bosques búlgaros ayudaron a esta doctora en silvicultura en su carrera. Durante el comunismo, Plugtschieva fue vicedirectora de la Dirección General de la Política Forestal en Varna, y después de 1990 fue nombrada responsable de relaciones internacionales de la Comisión de Bosques en Sofía.

“En mi trabajo como experta forestal”, cuenta, “tuve que lidiar entre otros con los jefes Mannesmann y Thyssen-Krupp”. En mérito por haber conseguido unas buenas relaciones políticas y económicas entre Bulgaria y Alemania en los últimos 15 años, Meglena Plugtschieva ha recibido en 2004 la Cruz al Mérito Federal.

La Scherba, un espacio forestal en Kodschabalkan, es obra de la propia Plugtschieva. Está “cerca de la costa búlgara del mar negro, unos parajes encantadores”. La embajadora se entusiasma enseguida cuando habla de su país. “Bulgaria es una país asombroso. Compruebo cómo los turistas se enamoran cada vez con más fuerza del país.”

Sin embargo, por desgracia, en ocasiones los periodistas dibujan una imagen distorsionada de su país. “Me sienta mal cuando los periodistas examinan Bulgaria con estrechez de miras”, escribiendo sólo acerca de la corrupción y la criminalidad organizada. “La criminalidad es en Bulgaria menor que en cualquier país”, afirma de forma tajante, “que pertenezca a la UE. Y aunque Bulgaria en el último año ha conseguido un crecimiento económico cercano al 6%, los medios han ninguneado esta cuestión”, por lo que están surgiendo temores y desconfianzas en este país candidato a ingresar en la UE.

Plugtschieva está convencida de que la entrada de Bulgaria dará un nuevo impulso a la UE. “Es lo que han hecho a lo largo de la Historia los búlgaros.” También cree que los búlgaros tienen mucho que aportar a la UE como por ejemplo su “densa cultura” o sus tesoros artísticos protegidos por la UNESCO -las tumbas de los Reyes de Tracia, el Monasterio de Rila y la iglesia de Boyana-. Pero con ello no termina la lista de Plugtschieva sobre los aspectos más fascinantes del país: “La música casi mágica de Pirin, el alfabeto cirílico, y otra cosa que no podemos olvidar: el gran entusiasmo por la construcción europea...”.

Un día de la embajadora

Comienza a las 8.30h y dura por lo menos 12 horas. Plugtschieva, madre de dos hijos adultos, viaja mucho, pronuncia conferencias y se reúne con políticos, hombres de negocios y estudiantes. También tiene, como embajadora, obligaciones incómodas: “Nuestra embajada está cerca del Checkpoint Charlie y se encuentra algo deteriorada”. Las reparaciones, las tensiones con operarios poco eficaces y los problemas con una centralita telefónica antediluviana se alrgan más de lo que desearía. También sobre esto sigue siendo Plugtschieva diplomática: “no quiero quejarme”. Prefiere utilizar en ese tiempo en hacer difusión en Alemania de su país.

Translated from Meglena Plugtschieva, zwischen Wald und diplomatischem Parkett