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Manuel Brás de Costa: “En Portugal aún queda mucho por hacer”

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Aída Rodríguez

BrunchPolítica

El cantante de ópera procedente de Lisboa, que se fugó de casa para estudiar con Michael Chance en Londres, critica ahora a su país, habla de las dificultades de la música clásica y confiesa haber servido de ejemplo

Son las dos de la tarde de un día aburrido y estoy invitado a comer en casa del contratenor Manuel Brás da Costa, en un barrio tranquilo situado a pocos pasos del centro de Lisboa. Manuel me espera en la puerta con Pukas, su gata: me hace sentir como en mi casa obligándome a sentarme a su lado y hablando de manera desenvuelta de la música, su gran pasión, pero también de su carrera profesional, de su país y, sobre todo, de la situación en Europa.

Prodigio a los once años

“Empecé sin decir nada a mis padres cuando solo tenía once años”, dice Manuel, con una onza de chocolate en la boca, uno de sus mayores vicios. Es el único músico en casa y se inscribe sin autorización en la Escuela Gregoriana de Lisboa, enfrentándose a doscientos candidatos. Sus padres solo se enterarían de las audiciones en el momento de firmar la inscripción oficial. Después de haber estudiado canto durante veinte años, con muchos sacrificios consigue entrar en el Royal College de Londres, donde uno de sus profesores será el famoso Michael Chance, uno de los contratenores y maestros más famosos de los últimos años. La vida en Londres no fue fácil para el joven cantante, que vive a base de becas, obligado a limitar su vida cultural a la sección de pie de la última fila de los grandes teatros de Londres. 

London I love you

“Alcanzar un objetivo es duro y requiere tiempo”. Parece que me quiere transmitir la dificultad de su estancia en una ciudad cuya población es numéricamente igual a la de su país de origen. La experiencia londinense le ha enseñado mucho: según Manuel, “estarse quieto en Londres es casi imposible”. A Manuel le gusta ver cómo evoluciona su voz, cómo cambia o cómo mejora cada día, tras cada actuación. Está apuntado en cursos de lengua extranjera y sonríe a mis comentarios sobre su italiano, un poco oxidado y con una pronunciación puede que demasiado abierta. Su voz es casi única para un contratenor, porque incluso en los agudos tiene mucha fuerza: “Me gusta meterme en el personaje y conseguir escucharme y al mismo tiempo cantar, es como tener un alter ego”.

Nos trasladamos entonces a su cueva, el lugar donde elabora a sus personajes: la sala de la música, como él la llama. Hay una alfombra roja enorme, un pianoforte y muchas fotos en las paredes en las que se ve a Manuel con varios cantantes, actores y actrices portugueses e internacionales. Desde hace algunos años es también profesor: da clases particulares de canto y dicción y enseña en la Escuela Gregoriana, donde todavía lo llaman Manelinho.

La música es un estado de ánimo

A mi pregunta de qué es la música para él, Manuel responde sin dudar: “Hoy por hoy no hago nada sin música”. La música clásica lo acompaña donde quiera que esté, en el trabajo, en casa, en el coche y durante las clases de yoga. Es una pena que no pueda escucharla mientras lee, nada o está en el cine, otra de sus grandes pasiones. Escucha sobre todo Antena 2, “su radio”, emisora de referencia de los amantes de la música clásica, el jazz y el blues en Portugal. Desde hace tiempo Manuel intenta abrirse a otros géneros: últimamente ha colaborado en la realización de un proyecto con las Pikoul Sisters, dos hermanas rusas a las que les encanta jugar con la música. De su encuentro ha nacido un álbum llamado San Simon. Manuel sostiene que sus ganas de experimentar son otra de las cosas que ha aprendido en Inglaterra, donde los artistas están más mentalizados para “abrirse”. Según él, en Portugal el proceso es más lento y los artistas son menos propensos a esta clase de actividades.

Contratenor y publicidad

Manuel sigue hablando de música y de sus compositores preferidos, entre los que se encuentran Bach, Händel, Gluck, Debussy y Monteverdi. Llegados a este punto intento hurgar para saber un poco más sobre su carrera como actor de televisión y modelo publicitario, así que le pregunto por su relación con este mundo. Sonríe y parece no querer hablar del tema. “Lo hice de joven porque necesitaba el dinero para financiarme los estudios, pero a decir verdad…ahora también lo hago”, prosigue guiñándome el ojo. Tiene muchos amigos en el mundo de la moda, de la televisión y de la publicidad, y sabe que podría hacer más. “Es un mundo distinto del que formo parte solo por necesidad”. 

Sabe perfectamente lo difícil que es para un joven sin recursos hacerse un hueco en el mundo de la música erudita. En su opinión son muchos los jóvenes que cada día se interesan por este género de música, aunque sea simplemente como espectadores, pero hay muchas menos posibilidades: basta con pensar en los precios de los conciertos. Aunque en lo que respecta a un joven artista portugués, las posibilidades de progresar son pocas. “No es como en Alemania, donde cada teatro municipal tiene su propia compañía de cantantes residentes”. En Portugal solo hay un teatro de ópera, el São Carlos y el concepto de cantante residente parece haber desaparecido hace tiempo. Manuel se muestra crítico al hablar de su país y apoya a los jóvenes artistas que escapan y tratan de estudiar en el extranjero, ya sea en la música como en cualquier otro campo. “Deben experimentar y crecer, y así será más fácil su progreso” y añade que “en Portugal aún queda mucho por hacer”.

Translated from Manuel Brás da Costa: «In Portogallo c’è ancora tanto da fare»