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Manel: “Tocar en Londres no nos convierte en nada especial”

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Londres es una ciudad de naturaleza musical, un paso obligatorio para grandes grupos y una cuna agradable para jóvenes talentos. Ellos no se ven en ninguno de los dos grupos, pero son sin duda una marca inconfundible de lo que esta ciudad inspira: toda cultura tiene lugar. El sábado pasado, Londres fue una parada más en la gira de Manel, el grupo catalán que cruza fronteras. 

“No creo que seamos tan internacionales, el hecho de tocar en Londres no nos convierte en nada especial” afirma Guillem Gisbert horas antes del concierto.

Fue hace unos cuatro años cuando Manel tocó por primera vez en Londres, en lo que fue una pequeña gira inglesa, dando conciertos en pequeños cafés y aulas de universidad. Hoy, las entradas de su concierto en Londres colgaron el cartel de “sold out” semanas antes y, cuando el sábado pasado se subieron al escenario de la sala Scala, el público entregado siguió al pie de la letra todas y cada una de las canciones. Dos horas de música y de emociones, dos horas en las que ellos hicieron que todo fuese “un poc més divertit”.

Sin embargo, si les preguntas a ellos por el éxito, parece que estés hablándoles de los astros o la metafísica. “No hemos cambiado mucho desde entonces, seguimos siendo los de antes, lo único que ahora tenemos mucha más experiencia, hemos crecido musical y técnicamente”, reconoce Roger Padilla; “no somos como esos grupos que llenan estadios por todo el mundo, nosotros siempre volvemos a dormir a casa, menos hoy claro”, añade Guillem Gisbert.

Si tal vez ellos no han cambiado, las cifras que intentan definir al grupo si lo han hecho, ya no son pequeños cafés los que los acogen, sino grandes salas de conciertos; cuentan en su haber con tres discos, más de 40 canciones y, lo que para muchos es lo que los diferencia, han sido número uno en ventas a nivel nacional cantando en catalán. Cuando se les pregunta qué son y cómo explicarían este fenómeno “Manel” a los lectores de Café Babel parece que a ellos, por una vez, les faltan las palabras. “No somos muy aficionados a las grandes etiquetas, al principio todo el mundo nos preguntaba qué tipo de música era la que hacíamos y cuando leímos que en una de las primeras críticas nos pusieron el cartel de pop-folk y dijimos, pues bueno, eso será”, bromea Guillem.

“Atletes, baixin de l’escenari” es el curioso título del último trabajo del grupo y que cumple dentro de poco su primer aniversario. Un disco que entremezcla la nostalgia y lo efímero con canciones como “Dexapareixíem lentament” y la vitalidad más popera de Teresa Rampell, que fue su carta de presentación y que muchos tacharon de comercial. Por encima de todo, es un disco que mantiene la esencia de Manel, esas letras cargadas de lugares comunes, descritos con delicadeza e ironía en ocasiones, una ausencia casi total de estribillos y una cadencia a veces difícil que tal vez pueda dejar indiferente al principio, pero que gana con cada detalle, con cada historia. “Los cinco minutos y pico de Teresa Rampell se van un poco de esos manuales que explican cuál debería ser el mejor single; mucha gente nos dijo cuando salió el disco que la canción no era representativa del disco, pero bueno, lo a que nosotros nos importa es el disco en si, es el trabajo completo de lo que hacemos, un single es solo una elección”, afirma Guillem.

Muchos se preguntan cómo se hace para llegar a número uno en España, cantando en catalán y con esas melodías poco pegadizas pero delicadas, para ellos parece todo mucho más simple. “Cada canción tiene su proceso, no tenemos ninguna fórmula especial”, afirma Roger Padilla y Guillem Gisbert añade: “de las 40 canciones que tenemos entre los tres discos, no creo que ninguna tenga el mismo patrón calcado de la historia de cómo se creó, siempre encontraríamos matices que las hacen diferentes, no tenemos una fórmula abstracta”. Todas eso sí, mantienen una especie de narrativa popular que las hace cercanas y que parecen escritas para uno mismo. “Hay una parte de tradición folky, estas canciones de ocho minutos que cuentan una historia, para mi es muy divertido escucharlas, ver cómo combinan la narrativa con la rima; de todas formas, no es una cosa que nos planteásemos, nos salen así”, reconoce Guillem.

“Tenemos mucha conciencia todavía de grupo, no novato, pero que todavía está empezando, no añoramos nada como grupo, todavía nos queda”, afirma Roger cuando se le pregunta por la sensación de nostalgia escondida en canciones como Banda de Rock. “La emoción particular de una canción no define un grupo ni un disco, una canción dura cuatro minutos y luego viene la otra, no hay más”.

“Para nosotros en el fondo, la sensación es que tenemos un trabajo que nos gusta, que nos va bien y ya está”. Visto así, todo parece muy fácil y todas esas cifras que magnifican a esta “banda de rock” son sólo eso, cifras; ellos, en el camerino y lejos de los focos, las luces y los micrófonos, siguen siendo “gent normal”. Sea como sea, estos cuatro jóvenes han conseguido lo más importante para un grupo y es, que al final del concierto, lo único que no quiera el público es que estos atletas musicales “es baixin de l’escenari”. Y ya está.