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Los rusos están ahí

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Muchos rusos viven en países de la UE, la mayoría de ellos en el Báltico y en Alemania. Su integración resulta a menudo difícil cuando no pertenecen a la elite económica.

En círculos políticos y académicos de Europa domina la opinión de que aparte de las razones geográficas, no hay lugar para Rusia en la UE. Sin embargo, el número de rusos que trabajan y viven en la UE es considerable. No sólo por eso se acerca cada vez más la UE a Rusia. Con la ampliación de la UE a los diez nuevos países, Rusia tiene dos nuevos vecinos que pertenecen a la UE: Estonia y Letonia, con los que comparte una historia común previa a la fundación de la UE.

Falta de integración

La desintegración de la URSS en 1991 y las declaraciones de independencia de los antiguos Estados soviéticos, recordaron a la población de los Estados bálticos su pertenencia nacional y sus raíces étnicas. El centro de poder estaba hasta la fecha en Moscú, puesto que los rusos tenían una clara hegemonía dentro de la URSS.

Por esta razón, la URSS estaba por todas partes plagada de rusos. En algunos de los nuevos países de la UE se encuentran muchas personas que se consideran a sí mismas como rusos, a pesar de que durante muchas generaciones viven en otro país. En los países bálticos, las personas con origen ruso constituyen hoy en día la minoría más numerosa.

En Letonia, casi el 20% de los habitantes son rusos. Privilegios como el uso oficial de la lengua rusa se suprimieron después de que Letonia declarase su independencia, y por lo tanto ello quisiera diferenciarse culturalmente. Según la opinión del Instituto de Pensamiento norteamericano Minorities at Risk, el gobierno letón puso en marcha medidas drásticas para demostrarle a la población rusa quién era el nuevo dueño del cortijo. Entre ellas, la nueva ley de nacionalización introducida en 1994, que fue muy criticada en el extranjero, pues la solicitud y la concesión de la ciudadanía letona se dificultan, excluyendo a los rusos de la sociedad y la política. No obstante, también los rusos serán acusados de no integrarse suficientemente y de marginarse deliberadamente.

Los alemanes fueron bienvenidos

Los ruso-alemanes muestran que la identidad nacional no se define en primer lugar por la posesión de un pasaporte. A principios de los años noventa comenzaron a llegar a Alemania desde Rusia. Desde 1989, ciudadanos de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) de origen alemán comenzaron a salir para asentarse sin problemas en Alemania. Esto produjo al principio un fuerte incremento de la inmigración, puesto que en los antiguos Estados soviéticos existían graves problemas económicos y una gran discriminación política. Desde hace 10 años, sin embargo, los requisitos fijados por las autoridades alemanas se han endurecido, y los llegados deben someterse a un examen de idioma alemán para demostrar y hacer creíble su origen alemán.

Ya en el s. XVI se asentaron los alemanes en Rusia, siendo esto promovido posteriormente el 22 de julio de 1763 por Catalina la Grande con su Manifiesto de invitación para colonizar Rusia. Dado que en aquel tiempo la situación económica y social de Alemania era muy tensa, este manifiesto ofreció una excelente excusa para emigrar. Alemanes oprimidos y perseguidos aspiraban a poder vivir en libertad en Rusia. A este primer manifiesto siguieron otros de los soberanos rusos, garantizando la libertad religiosa alemana, dispensa del servicio militar, exención fiscal y autonomía comunal. Fueron especialmente bienvenidos los campesinos, para ocupar zonas no colonizadas, pero también artesanos, médicos y comerciantes fueron a vivir a Rusia.

En las siguientes décadas cambió drásticamente la situación. Los ciudadanos de origen alemán fueron, en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, reasentados por la fuerza y privados de su ciudadanía, ya que se les suponía haber cooperado con sus lejanos campesinos en Alemania.

Difícil situación para los ruso-alemanes

Este es el dilema al que se ven enfrentados en la actualidad muchos ruso-alemanes. Aunque según la Constitución alemana son alemanes, se les considera por muchos sólo como extranjeros. Algunos de ellos tienen grandes dificultades para aclimatarse en Alemania, ya que la vida en su nuevo país se aleja de sus ideas y deseos. Personas como Linna Hensel y Wladimir Kaminer muestran, no obstante, que la integración no debe ser ningún problema. Hensel viaja en 1992 a los 10 años a Alemania, siendo elegida 10 años después Miss Baja Sajonia. Wladimir Kaminer llegó en 1990 a Berlín disfrutando desde entonces de un gran éxito como autor.

Con frecuencia, el dinero decide sobre la consideración de los rusos en Europa. Londres es desde mediados de los noventa, sobre todo para los rusos ricos, un lugar muy apreciado como primera y segunda residencia. El hombre más rico de Rusia –Roman Abramovich– puede, desde 2003, presentarse como el orgulloso propietario del club de fútbol inglés Chelsea, a la vez que otros oligarcas rusos buscan refugiarse de Putin y sus seguidores en la isla.

Esto demuestra que la paradoja de la moderna Rusia no se desarrolla sólo dentro de sus fronteras, sino que continúa también en la UE: el gran abismo entre rusos ricos y pobres, así como la discriminación social y política.

Translated from Die Russen sind da