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“Leaving Las Bruselas”: la fuga de cerebros también se da en Bélgica

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Anita SH

Sociedad

La tasa de desempleo en Europa ha alcanzado un récord del 11,6%, con 18,5millones de personas sin trabajo, según Eurostat. Bélgica, con un 12,4%, figura en una posición intermedia; sin embargo, también se ve afectada por la falta de oportunidades. En 2010, 28.000 jóvenes belgas altamente cualificados abandonaron el país: un 70% más que el año anterior.

¿Cuál es la importancia de esta tendencia migratoria?

Protegidos de la lluvia otoñal, los políticos debaten en la cumbre del Consejo Europeo en Bruselas las nuevas medidas fiscales para fomentar el crecimiento y el empleo en medio de la actual crisis financiera. Mientras tanto, Xavier Rossey, un periodista autónomo belga y músico de treinta y muchos, me cuenta un poco su historia: nacido en Lovaina, vivió en varios países africanos, así como también en Madrid, antes de volver a Bruselas. Es escéptico sobre el futuro de la situación económica: nada cambiará a no ser que los grandes poderes de la Unión Europea decidan mover ficha de forma progresista. “Bélgica es un estado pequeño —repite varias veces—, y no tiene mucha influencia en política”. Sin embargo, muchos ciudadanos como él ya han decidido dejar sus endeudados países en busca de un mejor empleo. Esta desbandada de capital humano, popularmente conocida como fuga de cerebros, es la emigración a gran escala de personal altamente cualificado.

Aunque le gustaría, no puede abandonar Bruselas ya que su familia vive aquí.

Cambiar Vilvoorde por Hong Kong

Lo más difícil para una persona que vive en Vilvoorde y quiere irse a Hong Kong no es viajar hasta allí, sino dejar su ciudad, ironizaba el cantante belga Jacques Brel. Para el especialista en la UE, Ruben Loodts, de 26 años, es hora de irse: “He comprado un billete de ida a Estambul para noviembre”, cuenta en una cafetería bohemia de la Rue de Laeken. “Cuando terminé mi máster en 2009, estábamos en medio de la crisis financiera y no había trabajo. La mayoría de mis amigos continuaron sus estudios con un segundo máster, pero yo quiero introducirme ya en el mundo real, así que me fui a Turquía a realizar unas prácticas. Ahora, tras tres años en Bruselas, es hora de volverme a Turquía. Todavía no he encontrado un trabajo allí, pero sé que hay montones de oportunidades ”.

Espera poder encontrar su futuro en el crecimiento del país euroasiático.

No hay datos precisos de esta fuga de cerebros, pero cada año miles de belgas altamente cualificados como Ruben se marchan a otros países europeos como el Reino Unido o Francia, o incluso a destinos más lejanos, como EE. UU., Brasil, Rusia o Japón, donde abundan los trabajos y hay buenos incentivos económicos. Frédéric Docquier, de la Universidad Católica de Lovaina, confirma que Bélgica está perdiendo trabajadores competentes principalmente en ciencia y tecnología, y es probable que deje escapar a muchos emprendedores e inversores debido a que tiene algunos de los impuestos más altos y escasos beneficios públicos: “Los países europeos invierten menos que EE. UU. o Japón en investigación y desarrollo (I+D)”, explica. “Europa produce más doctores en ciencia y tecnología que EE. UU., pero emplea a menos. Además, los investigadores en Bélgica no están bien remunerados: trabajan con una infraestructura precaria y con poco apoyo administrativo”. El biólogo Jeroen Ingels planea irse del país en diciembre con su novia: “Nuestra motivación principal para mudarnos al Reino Unido son las oportunidades laborales —sostiene—. El mundo de la investigación es muy competitivo y necesitas mucha experiencia. El Reino Unido cumple nuestras expectativas; básicamente, la clave es la calidad de vida”.

Impuestos e I+D

Las soluciones que el Gobierno belga puede adoptar para paliar el desempleo juvenil no son solo un asunto para los economistas. En el Café René, en el centro de Gante, Axel Clissen y Laura Bown explican el ánimo de su generación: “Hay un sentimiento que muchos jóvenes belgas comparten y es que, si quieres hacer algo, tienes que irte fuera del país”, cuentan estos dos arquitectos de veintimuchos. “La vida en Bélgica está muy bien, a no ser que tengas una cierta ambición. Tenemos una seguridad social muy bien organizada. Pero si quieres hacer algo visionario, tienes que asumir retos fuera”. Axel pone énfasis en la falta de competitividad real en el mercado laboral local . Él estudió en Europa y en Estados Unidos y planea irse a Tokio para trabajar en una de los despachos de arquitectos más importantes del mundo. Por su parte, Laura piensa mudarse a un país en vías de desarrollo como Brasil: “La gran cantidad de regulaciones y la burocracia en Europa siempre han sido un impedimento para poner tu creatividad a trabajar”, comenta mientras señala un edificio cercano sin terminar.

Cree que Australia puede ofrecerle una oportunidad.

“En Bélgica, cuando intentas algo y no sale bien, eres un fracasado. Si haces eso en Silicon Valley, has ganado experiencia”, apunta Andrew Fecheys, de 26 años. Tras haber estudiado en Gante, Lisboa y Valencia, Andrew se dio cuenta de que Europa no era tan competitiva en términos de investigación y desarrollo tecnológico y se incorporó a LawGives en California, una empresa emergente creada por un amigo belga. “Los jóvenes que quieren cambiar el mundo nacen en cualquier parte, pero en California les animan a seguir adelante e intentarlo. Esa es la gran diferencia entre Bélgica y Silicon Valley”. Para Xavier Rossey, el periodista belga al que conocí en la cumbre, este letargo es producto de las fuertes subidas de impuestos: “Si tienes que pagar casi un 50% de tu sueldo en impuestos, al final pierdes la motivación para crear un negocio nuevo en este país”.

Mientras que Xavier dice que no puede dejar Bruselas tan fácilmente porque su familia vive aquí, Philip Ciesla asegura que volverá a Bélgica para formar una familia: “Cada país viene con sus propias trabas económicas y burocráticas y sus barreras lingüísticas”, afirma este graduado en Administración de Empresas que estudió en Barcelona. “Estoy planeando ir a Estados Unidos el año que viene, pero temporalmente. Nadie quiere que sus hijos crezcan en un país en el que todo está privatizado; aquí estamos respaldados por un buen sistema”. Puede que al final la fuga de cerebros belga se convierta en un tránsito de cerebros pasajero: “Melbourne tiene buenas condiciones laborales”, cuenta Noémie Wouters, una belga de 29 años con un doctorado en Biología Marina, mientras paseamos por Gante. “Eso no significa que no vaya a volver. Me encanta mi ciudad. Aprecias más la calidad de tu país cuando conoces otros sistemas”. Para el profesor Docquier, la mejor manera de convertir la fuga de cerebros en una ganancia de estos es que Bélgica invierta más en I+D y ofrezca reducciones de impuestos para actividades de investigación que se lleven a cabo en sus fronteras. Más fondos para atraer de nuevo a sus altamente preparados ciudadanos.

Este artículo forma parte de Orient Express Reporter II, una serie de reportajes sobre los Balcanes que ha sido desarrollada por cafebabel.com entre 2011 y 2012. Este proyecto ha sido cofinanciado por la Comisión Europea y cuenta con el apoyo de Allianz Kulturstiftung. Nuestro agradecimiento a Carole Viaene de cafebabel.com en Bruselas.

Fotos: © Cansu Ekmekçioğlu.

Translated from Leaving Las Brussels: Belgium's youth brain drain