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La última aspiración de los holandeses es el suicidio asistido

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Sociedad

En los Países Bajos, los firmantes de la petición Out of Free Will (‘Por voluntad propia’) militan a favor de un “derecho a la muerte” para todos a partir de los 70 años. Un nuevo tipo de libertad individual. ¿Serán oídos en una Europa dividida por la cuestión de la eutanasia?

Al recibir la pastilla del suicidio el pasado 8 de abril, los diputados holandeses debieron sentir una punzada de angustia. Pueden estar tranquilos, no hay mensaje subliminal en el caramelo envenenado, regalo de los militantes de Out of Free Will (‘Por voluntad propia’), sólo el dulzor del “derecho a la muerte”.

Irse al otro barrio

De Fritz Bolkenstein (redactor de la famosa directiva europea) a Dick Schwaab (neurobiólogo), 15 personalidades reclaman en la petición ‘Por voluntad propia’ el derecho a decidir si aún vale la pena continuar vivo. Alegan que una vez pasados los 70 años, uno debe poder irse al otro barrio si así lo desea. La eutanasia activa —inyección de una sustancia letal para anticipar el fin de la vida del enfermo— es legal en los Países Bajos desde 2002. La petición invita ahora a los parlamentarios a que despenalicen la muerte asistida y a que designen especialistas para ponerla en práctica.

La petición ‘Por voluntad propia’, lanzada en internet en febrero, ha recogido cerca de 117.000 firmas y ha derivado en un proyecto de ley por iniciativa popular presentado en el Parlamento holandés el 18 de mayo de 2010. Al tener la mayoría los conservadores cristianos, hay pocas posibilidades de que se apruebe: la eutanasia sigue siendo un tema controvertido.

Turismo del suicidio: destino Zúrich

Hasta ahora, los abuelitos bátavos siguen teniendo que recorrer un largo camino para “irse por voluntad propia”. Si bien Luxemburgo y Bélgica también autorizan la eutanasia, lo hacen sobre la base de una larga relación paciente/médico, es decir, un no residente no puede beneficiarse de ello. En Francia o en Gran Bretaña, la ley sólo tolera el cese de los cuidados en casos de enfermedad incurable. Grecia y Polonia no quieren ni oír hablar del tema. Para los candidatos a la muerte voluntaria, todos los caminos llevan a Suiza.

En Zúrich, la asociación Dignitas estudia toda solicitud “seria”. Los que consigan una cita conocerán al fundador, Ludwig Minelli, quien les dará su consentimiento para que vean a un médico. Es este último quien les da el empujoncito para el gesto final: una receta de natrium pentobarbital, un potente barbitúrico. En esta fase, sólo un tercio de los visitantes confirmará su deseo de llegar hasta el final. De las 1.100 personas ‘asistidas’ desde 1998, 935 serían extranjeras; las autoridades locales denuncian un “turismo del suicidio”. Hubert Sapin, delegado en Lyon de la Asociación por el derecho a morir dignamente (ADMD), afirma haber recibido “numerosas peticiones en este sentido”. En una entrevista para el periódico galo Le Monde, Minelli señalaba en 2008: “Considero que la muerte voluntaria asistida es un derecho universal. Además, ¿acaso se critica en Suiza el turismo bancario, que permite a ciudadanos europeos no pagar impuestos?”

La asociación suiza Dignitas cobra 6.000 euros por ayudar a morir. La ex secretaria del fundador, Soraya Wernli, acusa a la organismo de "hacerse de oro a costa de los enfermos"

Y los ejemplos se multiplican. La actriz francesa Maïa Simon y el director de orquesta inglés Edward Downes fueron a llamar a la puerta de Dignitas; así como Craig Ewert, un jubilado estadounidense residente en Londres, cuyo último viaje fue narrado en el año 2006 por el director John Zaritsky en El turista suicida ('The Suicide Tourist').

Sócrates versus Un mundo feliz

Dignitas ha tenido que abandonar el centro de Zúrich debido a las quejas de los vecinos. Gracias al apoyo de 240 miembros, la asociación se ha hecho con un edificio en la zona industrial de Pfäffikon por la módica suma de 840.000 francos suizos. “Dignitas pide 6.000 euros por sus servicios. No todo el mundo puede permitírselo”, lamenta Hubert Sapin. Soraya Wernli, antigua secretaria de Minelli, acusa a Dignitas de “hacerse de oro a costa de los enfermos”. La polémica dio un giro macabro el 28 de abril de 2010, con el descubrimiento de decenas de urnas funerarias en el lago de Zúrich. Según la policía, provienen del crematorio que presta servicio a Dignitas. Se ha puesto una denuncia contra quien resulte responsable y la asociación ya no contesta a los periodistas.

Performance artístico a favor del suicidio asistido en Trafalgar Square, LondresÚnica en el mundo, Dignitas hace las veces de ejemplo y de espanto. La idea de que la muerte pueda ser planificada suscita malestar. “Cuando me afilié a la ADMD en 1988, no lo dije en seguida por miedo a que mi iniciativa fuera considerada morbosa”, cuenta Hubert Sapin. Hoy el debate comienza a movilizar a los jóvenes. Daniel James, un jugador de rugby inglés de 23 años tetrapléjico tras un accidente de melé, recurrió a Dignitas en 2008. Sensibles a casos como el suyo, son cada vez más numerosos los menores de 30 años que preparan ‘instrucciones anticipadas’, un documento en el que describir sus voluntades en materia de asistencia al final de la vida. El ‘comité de juventud’ de la ADMD, asociación que cuenta 48.000 socios, tendrá incluso un stand en el festival Solidays de París a finales de junio.

¿Se trata del final de una vida serena y controlada o de la pesadilla de una sociedad anestesiada por el progreso técnico? De un lado, se cita la muerte de Sócrates; del otro, se tiembla al evocar Un mundo feliz, se agita el espectro del eugenismo o se clama contra el abuso de poder. En El turista suicida, Betty Coumblas da un esbozo de respuesta: «Estoy bien pero esa no es la cuestión. Si quieres acabar con tu vida, pues es tu vida.» Ahora que la ciencia aspira a la inmortalidad, la elección de nuestra muerte aparece como la última forma de ser libres.

Fotos: ©frozi/Flickr; vídeo y fotograma de You Don't Know Jack, HBO : ©musth14/YouTube; Dignitas : ©Victius/Flickr

Translated from Le suicide assisté, luxe ultime cher aux Hollandais