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La obra holandesa “Bye bye world”: “Todos nos morimos por comenzar de nuevo”

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La obra ganadora del Amsterdam Fringe Festival en 2011 examina el deseo, profundamente asentado, de desaparecer de la vida que conocemos y empezar de nuevo. La compañía teatral holandesa Gehring & Ketelaars llevó la obra este verano a Edimburgo y Ámsterdam, y planea ir de gira por Londres en los próximos meses.

Dos mujeres, una morena, la otra rubia, están sentadas la una junto a la otra. Dino está despatarrada en el suelo. “Sí”, susurra serenamente, “sí”. “No”, refunfuña Olga, repantigada en un tablón de madera junto a Dino. “¡No, no!”. De alguna manera, esta escena representa el espíritu de la obra experimental Bye bye world, dirigida por Marjolein Frijling. El drama usa la narración y la actuación para contar las historias de dos mujeres muy diferentes que terminan agarrando una chaqueta y dejando sus hogares una mañana para no volver nunca más.

La difícil empresa de identificarse: ¿Olga o Dino?

Para Dino, torpe socialmente, la decisión —cuidadosamente planeada— de escapar es una afirmación, una oportunidad de empezar de cero. Para Olga, casada desde hace diez años, con una casa y una exitosa carrera en el mundo de la comunicación, su impulsivo movimiento nace de su aislamiento y su frustración, a medida que su agitada vida va perdiendo cada vez más sentido. Bye bye world es algo extraño: una obra experimental con la que todo el mundo puede conectar. Esto es, en parte, porque el drama simplemente cuenta una buena historia: ocasionales elementos del teatro del absurdo y el frecuente trabajo narrativo para encarrilar la historia, unidos a un uso creativo de todo el espacio teatral, consiguen involucrar a la audiencia en la acción.

Sin embargo, lo más importante son sus dos protagonistas: tremendamente creíbles. “Mucha gente dice 'Soy realmente una Dino' o 'Verdaderamente soy una Olga'”, comenta la actriz holandesa Vera Ketelaars. Su compañera Anne Gehring, a quien conoció en la escuela de arte dramático, está de acuerdo: “La mayoría de las mujeres treintañeras son o más como Olga, o más como Dino”. Ambos personajes están aislados de la sociedad y de quienes les rodean, un hecho que se representa en numerosos diálogos que resultan dolorosamente familiares: rutinas de preguntas y respuestas, vacías de cualquier significado más profundo, y monólogos de un solo sentido en los cuales quien habla parece ignorar la presencia de quien escucha.

En este sentido, una cierta cantidad de actuaciones exageradas y satíricas, particularmente durante los intercambios con la triunfadora Olga, muestran perfectamente la alienación de las protagonistas, permitiendo al mismo tiempo algo de alivio cómico. El don de Bye bye world es que vuelve sobre un discurso dominante en nuestras mentes. Vivimos en un mundo de videovigilancia y teléfonos móviles, donde parece que alguien puede, casi siempre, dar con nuestro paradero y se nos dice que es por nuestro propio bien. No obstante, Vera Ketelaars se vuelve hacia el público y subraya con entusiasmo: “¡Es posible! Tan solo tienes que coger un tren o un avión y nunca más se sabrá de ti”.

Dejarlo todo

Gehring y Ketelaars reivindican una fantasía con la que todos hemos soñado, pero que cada vez es más tabú. El drama normaliza la alienación de los personajes, rechazando diagnosticar a las mujeres como propensas a la depresión, trastornos de ansiedad o ataques de pánico. “No queremos convertir esto en psicología o dar argumentos psicológicos para lo que hacen”, dice Anne. En lugar de ello, los deseos de las protagonistas permanecen fielmente reconocibles por cada miembro del público. “La idea de la obra se nos ocurrió porque es algo que todo el mundo quiere hacer”, admite Anne. “A veces todos tenemos este anhelo, todos nos morimos por empezar de cero. Estábamos fascinadas por la idea de que no tienes que vivir la vida que estás llevando, puedes hacer otra cosa”. Y el público ha respondido realmente a ello: “Una espectadora en Australia nos dijo que aquello era exactamente cómo se había sentido aquella mañana, había querido realmente hacerlo: simplemente, dejarlo todo”, cuenta Vera.

Bye bye world deja a la audiencia sin saber qué ocurrirá después, lo que es a la vez una crítica y uno de sus puntos fuertes: al terminar en el momento en que Dino y Olga toman un autobús para abandonar sus ciudades de origen, se resiste a contarnos si las mujeres tienen éxito en su búsqueda para reinventarse a ellas mismas. ¿Podemos realmente escapar de nuestros problemas? ¿Qué pasa con el marido de Olga o con la madre de Dino? La obra comienza antes de que llegue el público y termina después de que nos vayamos. Rechaza proporcionarnos respuestas, ofreciendo tan solo un vistazo dentro de dos vidas que nos resultan preocupantemente familiares.

Foto: cortesía de © gehringketelaars.nl.

Translated from Dutch play ‘Bye bye world’: 'We all crave to start all over again'