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La información y el ciudadano

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El debate sobre la calidad de la información vinculada a la UE existe desde hace varios años. Numerosas críticas van dirigidas a las instituciones; la opinión publica se declara muy mayoritariamente “mal informada” en los sondeos, algunos medios no dudan en tachar esta construcción de lejana, pesada e incomprensible.

Quién teme al déficit de información...

Este debate es fundamental porque, como decía Alfred Sauvy, “un hombre no informado es un sujeto; un hombre informado es un ciudadano”, y ahí está el desafío: la cuestión del déficit de información y de comunicación esta muy relacionada, a la del déficit democrático, muy de moda últimamente.

Desde 1974 y las primeras medidas con el objetivo de ubicar el ciudadano en el centro de la construcción europea, reforzando sobre todo la información y la comunicación, las cosas han avanzado mucho. Se organizó el acceso a la información y a los documentos de las instituciones y la Corte de Justicia garantiza el respeto de este derecho; aparecieron las nociones de transparencia y de buena conducta administrativa; el mediador es cada vez más conocido y consultado por los ciudadanos, las redes de oficinas de información y los Euro-Info-Centros están en expansión, el sitio Internet www.europa.eu.int da un montón de información…

Sin embargo, más allá de todos estos esfuerzos, parece que el público europeo está todavía poco y mal informado. Es cierto que la Unión no es la única responsable. La prensa escrita y audiovisual no habla muy a menudo de los temas comunitarios o europeos. La tendencia actual apunta incluso a la reducción de las redacciones internacionales y al descenso del número de corresponsales permanentes. Sólo las crisis, las disputas y los fracasos, aunque son temporales, son regularmente analizados, seguramente porque atraen a más lectores, y porque son sensacionalistas y fáciles de prever. Los gobiernos, marcados por una esquizofrenia a veces difícil de creer, tienen también su parte de responsabilidad. Como están todos muy metidos en el proceso de decisión comunitaria, tienen la costumbre de, cuando hay un problema, echarle la culpa a “Europa” o a “Bruselas”. Al contrario, cuando se proponen leyes nuevas a los parlamentos nacionales o cuando se modernizan las practicas administrativas, no se molestan en explicar al público que son pura y simplemente directivas o reglas comunitarias.

Ciudadano en búsqueda de información

Según los sondeos “Eurobarómetro”, el 70% de los ciudadanos europeos estiman que la información debería ser la prioridad de las instituciones comunitarias y 86% piensa que los niños deberían aprender en la escuela el funcionamiento de la UE. Parece por lo tanto que la opinión pública comprende que algo importante esta sucediendo en Europa, pero le cuesta sentirse identificada por falta de información. En este marco, las instituciones comunitarias tienen su parte de responsabilidad y un papel que jugar. Es hora, como lo propone Nicolás Moussis en un artículo de marzo 2000 (1), que el Consejo Europeo se encargue de la mejora de la información de los ciudadanos sobre los asuntos europeos. El Consejo podría pedir la corrección de la información mal dada en algunos medios de los Estados miembros; podría incitar a las instituciones a explicar a los ciudadanos y a los medios (incluso regionales), en un lenguaje simple, las justificaciones de las nuevas políticas comunes; podría incitar los Estados miembros a ponerse de acuerdo sobre un manual escolar de historia y de cultura europea, poniendo un acento especial en el tema de la unidad en la diversidad, y no en el de las guerras y los odios, para evitar las incomprensiones mutuas…

Sólo se aprende bien con el corazón

Pero más allá de la información que habla a la cabeza, la UE tendría que concentrarse en la comunicación que habla al corazón. Algunos derechos y libertades (igualdad de tratamiento administrativo, libre circulación, libre establecimiento) son hoy considerados como algo normal por los ciudadanos. Quizás deberíamos recordarles que es así gracias a la construcción europea, así como la paz que conoce nuestro continente desde hace 50 años. Con el fin de mejorar la reputación de la UE, se podría subrayar las realizaciones concretas o acciones que realmente interesan a los ciudadanos y tienen repercusiones sobre su vida cotidiana. La educación, el cine, el deporte nos parecen buenos ejemplos. Por terminar, es indispensable simplificar el lenguaje comunitario y pensar que la UE no se dirige únicamente a un circulo cerrado de personas iniciadas y de las capitales, sino también a asociaciones y ciudadanos sobre los que debe apoyarse en prioridad.

Estos últimos piden información, quieren saber más, y desean estar convencidos. Toca a las instituciones organizarse alrededor de una política cuyo objetivo sea ir más allá de las reticencias de algunos medios y la instrumentalización, intelectualmente no honesta, de algunos responsables políticos nacionales. La Unión Europea no parece menos democrática que un Estado clásico en el que el sistema representativo esta en vigor. Es cierto que puede mejorar, pero el principal problema sigue siendo que tiene mala prensa y es por su interés y por su propio futuro por lo que tiene que solucionarlo. Ahora, nos toca decirlo en voz alta.

(1) Revista del Mercado Común y de la Unión Europea n°436, págs. 153-159.

Translated from Droit au coeur !