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La hegemonía de la derecha: del bienestar a la seguridad

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La crisis de la izquierda y el nuevo contexto internacional surgido de los atentados del 11-S y 11-M explican la hegemonía de la derecha en Europa. Análisis.

El ascenso y la permanencia de la derecha en varios de los gobiernos europeos, así como su preponderancia en el Parlamento europeo y en la Comisión, hay que analizarla teniendo en cuenta dos factores fundamentales. El primero tiene que ver con la crisis de la izquierda y de la socialdemocracia, su desenfoque ideológico ante las nuevas exigencias económicas en el seno de la UE y la globalización. El segundo factor se refiere al nuevo contexto internacional surgido tras los ataques del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid (que paradójicamente terminaron por desalojar al partido conservador en España).

La crisis del discurso socialdemócrata

El primero sería un problema estructural, derivado de la crisis del Estado del Bienestar, su imposibilidad económica, que se cruza inexorablemente con las exigencias del Pacto de Estabilidad europeo y la nueva realidad de una economía globalizada. La percepción de cierta responsabilidad de Bruselas en el replanteamiento de algunos “excesos” en el mantenimiento del Estado del Bienestar ha provocado reticencias en varios sectores de la izquierda europea. Francia sería uno de estos casos, donde en el seno del PS (Partido Socialista de Francia) conviven sectores contrarios a la Constitución Europea. En Alemania, la popularidad del socialista Schroeder se ha desmoronado progresivamente como consecuencia de las restricciones sociales que ha llevado su Gobierno con el objeto de controlar un déficit que sin embargo se ha salido de los márgenes predicados por Europa.

Ante estos fenómenos, y dado que el reforzamiento del Estado del Bienestar se sitúa en principio fuera de las políticas de la derecha (aunque aquí un examen riguroso del mapa político europeo nos obligaría a distinguir con cautela entre la derecha francesa y, por ejemplo, la inglesa, dado que la primera actuaría como “socialdemocracia” en Gran Bretaña), no es de extrañar que sean algunos partidos de extrema derecha los que critican las políticas restrictivas impuestas por Bruselas y reciben el abrazo de las clases obreras, que se ven desprotegidas ante la incapacidad de los partidos socialdemócratas de resolver la encrucijada del bienestar. En el acceso de las derechas a los Gobiernos resultaría contradictorio establecer el desmoronamiento del Estado del Bienestar como una causa de las mismas. Este fenómeno, que sí tiene influencia, como hemos resaltado, en el aumento de la extrema derecha (que a la desprotección social suma el plus del “peligro de la inmigración”) no facilita el ascenso de la derecha sino a través de una desmovilización efectiva de los votantes socialdemócratas.

La inseguridad: nuevo contexto internacional

El segundo factor que está facilitando al centro-derecha su fortalecimiento político europeo tiene que ver, sin duda, con el nuevo contexto internacional dominado por el terrorismo y la inseguridad. Los atentados de Nueva York y Madrid fueron ataques a la sociedad occidental; no a sus instituciones ni a sus poderes: a su ciudadanía. La derecha se ha adueñado estratégicamente de este factor, desplazando, en la mente del ciudadano medio, la preocupación por el bienestar hacia la preocupación por la seguridad. Aunque de nuevo aquí habría que establecer análisis poliédricos en la gestión de la inseguridad y del miedo por parte de los Gobiernos de centro-derecha (y volvemos a la contradicción paradigmática entre Francia y Reino Unido), sin embargo, un contexto de inseguridad ciudadana basado en el miedo al otro, favorece tradicionalmente a los partidos conservadores, que en el imaginario del votante aparecen como mejores defensores del orden.

En un contexto dominado por la irracionalidad del miedo, los conservadores se mueven a gusto sabedores que las clases medias son susceptibles de favorecer posiciones que ellos definen como “firmes” o “contundentes" frente al terrorismo. Aquí, la “tercera vía” de Tony Blair previó estratégicamente un giro copernicano en el programa laborista, premiando la seguridad ciudadana, algo tradicionalmente propiedad de los tories. Sin embargo, la búsqueda de esa firmeza en la defensa de la seguridad nacional debe ser demostrable, palpable. Si la lucha contra el terrorismo se basa en un trabajo de inteligencia policial y estrategia política internacional, así como en la cooperación, la cualidad visible de esa defensa activa de la seguridad es difícil de percibir por el electorado medio. Aquí aparece la Guerra de Irak como dogma de firmeza, lo que explicaría el apoyo a Bush (creador de esta sociopolítica del terror y la seguridad) de tantos gobiernos conservadores europeos.

Sin duda, la pluralidad de derechas e izquierdas en Europa hace difícil realizar análisis válidos en todas las circunstancias. Sin embargo, estos puntos nos parecen relevantes en la explicación de la hegemonía conservadora: por un lado, la incapacidad de las socialdemocracias de vender Bienestar, y por otro, el nuevo contexto internacional que sitúa la seguridad como principal preocupación y amenaza (real o ficticia, ese es otro análisis) para la sociedad, y de la que los conservadores saben erigirse en efectivos defensores en la psicología política del votante.