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La Constitución se pone guapa frente al espejo

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La Constitución busca un traje de gala para el éxito de las ceremonias de referendo. Diríjanse al departamento de comunicación: allí encontrarán algo.

Las instituciones europeas no se caracterizan por su buena capacidad de comunicación. El Presidente designado para la Comisión europea, José Manuel Durão Barroso, lo puso en evidencia al afirmar que “tumbar una comisión porque dos o tres comisarios no satisfagan las expectativas (…) no sería razonable”. Ya hemos visto cómo acabó su primer equipo. Sin embargo, nadie pone en duda la responsabilidad de la propia UE: exiguo presupuesto para la “comunicación” y ausencia de medios europeos de comunicación, a lo que hay que añadir el poco acceso del discurso europeo a los medios nacionales. Así sí se explica la afonía de las instituciones europeas.

Sólo 1 ciudadano sobre 4 está bien informado

En cambio, para la Constitución, la Comisión hizo especiales esfuerzos organizando un gran debate sobre Europa con el objetivo de consultar (y por lo tanto interesar) a la ciudadanía, y alimentar así los trabajos de la Convención. Han pasado suficientes meses y cumbres europeas y la Constitución para Europa, lista ya, es aún así la gran desconocida (sólo uno de cada cuatro ciudadanos cree estar “bien informado sobre cuestiones relativas a la Constitución” según el Eurobarómetro de junio de 2004). Hay demasiada gente preocupada que no ha oído hablar de su preparación; la palabra Constitución no es anodina.

El esfuerzo de información y comunicación realizado hasta hoy es sólo una gota en el océano de incomprensión subsistente respecto al sistema europeo en general, y al tratado constitucional en particular. La nueva Comisión parece querer coger el toro por los cuernos con su comisaria para las relaciones institucionales y estrategia de comunicación, Margot Wallström. Para esta sueca, la ratificación de la Constitución será sin lugar a dudas la prioridad durante los próximos años.

Cuando los Estados se mojan

Frente a la idea de un referendo europeo, la organización de referendos nacionales ha tenido más acogida teniendo en cuenta que la Constitución es en realidad un tratado constitucional. Como para el Euro, la Comisión europea se beneficiará con la colaboración de los Estados miembro que conocen mejor su ciudadanía y manejan con mejor tino sus redes de influencia. Si los gobiernos se comprometen con el , la respuesta política se verá más matizada (“Sí, pero”, “Sí, aunque” o “No pero”).

La ausencia de espacio público europeo por una vez vendrá bien para extender el debate a todos los que deban pronunciarse a favor o en contra de esta constitución durante los meses que se avecinan. En efecto, aunque se deplore la nacionalización de las cuestiones y los debates europeos, hay que admitir que se facilitará el análisis de la Constitución y su notoriedad. En realidad, habrá menos debates públicos que confrontación mediática entre los pro y los anti, como sucede cuando se habla de la UE. Los partidos políticos nacionales tienen capacidad para convencer a los ciudadanos. Sus cauces de comunicación son además más eficaces que los del ejecutivo comunitario. Dominan unos espacios públicos en los que las referencias culturales se convierten en armas de persuasión masiva. Una verdadera operación de seducción de las opiniones públicas se prepara, pues, con el riesgo de dar de lado las reales esperanzas de los europeos.

¿Una comunicación clásica?

La campaña de comunicación sobre la Constitución debería inspirarse, sin embargo, en las grandes aspiraciones y sueños de los ciudadanos nacionales en función de su relación con el proyecto europeo. En cuanto a las grandes líneas, los políticos podrían rodearse de personajes de gran atractivo para el público. Algunas fuentes indican que David Beckham, futbolista inglés emigrado a Madrid, ha sido contactado y estaría incluido una lista establecida por el ejecutivo de Blair para su campaña a favor del a la Constitución.

Aparecen, pues, dos ejes discursivos claramente: por un lado encontramos la Constitución como lanzadera hacia una Europa federal; por otro, la Constitución aparece como un mecanismo de fortalecimiento del mercado común. Entre estas dos paredes, cada gobierno orquestará su campaña. También veremos decisiones semánticas cruciales. De este modo, allá donde asuste una demasiada integración europea, se usará preferentemente la expresión tratado constitucional antes que el de constitución, término demasiado cargado de símbolos nacionales y sinónimo de una integración europea “pesada”. Quienes estén en contra tratarán a su vez de confundir los retos como por ejemplo sucede ya con la cuestión turca.

Las campañas de comunicación se organizan a lo largo de toda la Unión sobre modelos más o menos singulares. En España, el primer miembro en someter la decisión a referendo, la campaña gubernamental no se da muchas prisas; los socialistas, en el poder, se han pronunciado a favor de la Constitución valiéndose de argumentos federalistas; el partido Popular, por su parte, va al paso pero utilizando argumentos más bien liberales y anti-federalistas. Los comunistas rechazan lo que consideran un paso atrás para la Europa social. En Francia, las opiniones se encuentran más divididas incluso en el seno de cada partido; los socialistas, por ejemplo, están muy divididos sobre la cuestión.

Sea lo que sea lo que piensen de Europa, es necesario conducir a los ciudadanos a manifestarse por el el día del referendo. Las campañas de comunicación tratarán de encender el debate y esperemos que hagan méritos para atraer a la ciudadanía. Confiemos en que las sirenas populistas no embauquen a la vox populi. Ya sea eurófilo, euroescéptico o europragmático, elija de qué lado está. Para todos recomiendo echarle un vistazo a la Constitución para Europa que os permita averiguar si el traje constitucional ha sido o no bien entallado para usted.

Translated from La Constitution belle comme un camion