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¿Kosovo o Minukistán?

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Política

Con independencia o sin ella, los habitantes de Kosovo hoy en día no desean otra cosa: que la ocupación extranjera amparada por la ONU se acabe de una vez.

Mercado central de Pristina, noviembre de 2006: los negocios parecen ir viento en popa. Fatmir, un joven comerciante, no reprime su júbilo ante el desfile permanente de curiosos que pasean entre los puestos de tomates y melones. No muy lejos de las tiendas de verduras, el trapicheo de CD, DVD piratas o de pantalones vaqueros de marca está en plena ebullición, en las mismas narices de los oficiales de la KFOR allí presentes.

Fatmir, que ha vivido prácticamente toda su vida en el exilio en Alemania, regenta ahora un pequeño comercio donde emplea a sus hermanos y primos. Bien instalado en el país, afirma que "el conflicto ha terminado".

Tensiones y dependencia

Después de los bombardeos de la OTAN en Serbia en 1999, la vida parece retomar su curso en Kosovo. Los largos convoyes de refugiados que huían son ahora parte del pasado y sólo esos flamantes nuevos monumentos erigidos en honor de los "patriotas" del Ejercito de Liberación de Kosovo (UÇK) testimonian los enfrentamientos de entonces.

Sin embargo, los 2,1 millones de habitantes esperan entre prudentes y escépticos la decisión sobre el estatuto final de Kosovo. El pasado 26 de enero, la presentación del esperado informe del enviado especial de las Naciones Unidas, el finlandés Martti Ahtisaari, reavivó el debate sobre la eventual independencia de la región.

Reflejo de la tensa situación, el plan de la ONU que prevé una especie de soberanía de hecho para Kosovo fue rechazado el pasado 14 de febrero por el Parlamento serbio de Belgrado, que se opone a toda segregación.

Ocupación extranjera

A la espera de que llegue un reglamento, el territorio sigue siendo administrado por la ONU. Desde 1999, los contingentes de la comunidad internacional, vigilan in situ posibles desbordamientos.

Según estimaciones de la MINUK (misión de la ONU para Kosovo), hasta 19.000 soldados armados han sido enviados a Kosovo. Desde el punto de vista civil, son cerca de 6.500 trabajadores extranjeros los que habrían sido enviados al país para consolidar sobre el terreno las actividades de la MINUK, de la KFOR (la misión de la OTAN para Kosovo), de la OSCE (Organización parala Seguridad y la Cooperación en Europa) y de las cientos de ONG allí presentes. En 2005, la MINUK estimaba que la presencia de este personal internacional había permitido un aumento del 9% del PIB kosovar.

Dinero, pero también hombres para reconstruir Kosovo: algunos autóctonos exasperados por esa “invasión humanitaria” no han dudado en rebautizar el país como “MINUKistán”. Muchos esperan sólo una cosa: que todos esos "extranjeros" se marchen ya.

Y aunque de forma oficial todavía sigue unida a Serbia, la provincia parece dirigida por las organizaciones internacionales.

Administración paralela

Un ejemplo típico de esta ingerencia extranjera, dicen las malas lenguas, es Pristina, la capital, bien encajada entre sus colinas, coronada por los humos de la central eléctrica vecina, ronroneo de una suave actividad. En sus máquinas dispensadoras, los billetes de euros reemplazan a los dinares serbios. En las fronteras de la provincia, se han establecido puestos de vigilancia aduanera comandados por la KFOR.

Dicho esto, la influencia de la comunidad internacional sobrepasa la simple cuestión monetaria. Ya sea la gestión del cuerpo policial, la organización de las elecciones, la sanidad pública, la gestión de la energía o de la educación -el gobierno kosovar, inexperto y deficiente- dependen en gran parte de los extranjeros allí presentes.

Una fila de vehículos rutilantes, con las siglas “VUS”, permite patrullar a los policías. Cada sede de cada organización internacional posee su propio edificio, todos diseminados por la ciudad, a veces imponentes, a veces modernos como el de la OSCE.

Pequeños comercios y boom inmobiliario

En los alrededores, los comercios progresan a todo trapo. Los negocios van muy bien, a pesar de que sea temporada baja, asegura el camarero de una taberna. Difícil de creer, teniendo en cuenta que las terrazas están vacías.

El centro de la ciudad de Pristina no es el único que saca provecho de esta ocupación cosmopolita: los barrios residenciales de las afueras viven también su propio boom inmobiliario. El propietario de la “Vesania Guest House” muestra con orgullo la nueva zona, en construcción, de su casa de huéspedes. Vlatko, un bosnio que trabaja en el mismo barrio afirma que gana el triple de lo que ganaba en Sarajevo. “Además no tengo que pagar impuestos”, apostilla. Todos los peones que trabajan en la obra son extranjeros.

Los jóvenes kosovares, menos cualificados y más numerosos que sus padres como para poder vivir de la tierra están a merced del hormiguero de la ONU. Vagan desamparados por las calles y por las cafeterías. En plena semana, un hombre de unos veinte años al que todo el mundo llama Tag pasa el mediodía en un café. Según la MINUK, el 39,5% de la población activa está desempleada. Tag también está en el paro. No hay trabajo, así que pasamos el tiempo con los amigos – afirma, representando a una juventud apática e indolente.

Rodeada de una paz frágil, la vida transcurre en la incertidumbre. Cada tarde, las rondas de los vehículos blindados de la KFOR recuerdan a sus ciudadanos que Pristina sigue estando tomada por las armas.

Foto Camión de la Cruz Roja en Pristina, Surrelmar/Flickr

Translated from Du Kosovo au Minukistan