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Judíos de Europa: tan lejos y tan cerca

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"2 judíos, 3 opiniones", dice el refrán. En lo que respecta al conflicto israelo-palestino, la comunidad judía se muestra unanime: la UE sigue siendo un interlocutor parcial y poco creíble.

Calle Rosiers, París. Late el corazón del barrio judío: dos rabinos con prisa desaparecen entre las sinuosas callejuelas mientras el sol matinal baña los escaparates repletos de bagels, unas rosquillas dulces traídas por los judíos centroeuropeos. Flotan los picantes efluvios de los falafel. Los 600.000 judíos de Francia conforman la comunidad más importante de Europa: Bélgica cuenta con 30.000 fieles, Gran Bretaña con 300.000. En el seno de los 25, el judaísmo se articula en torno a tres instituciones fundamentales: la Conferencia Europea de Rabinos para lo concerniente a asuntos religiosos, el Consejo Europeo Social Judío y el Congreso Judío Europeo (CJE) con su carga de problemáticas políticas.

¿Dónde está la UE?

A pesar de semejante organización, la UE sigue sin poder encarnarse en una institución cercana para la mayoria de los judíos. Según Marc Knobel, procurador en el Consejo Representativo de Instituciones Judías de Francia (CRIF), la politica exterior de la UE es “confusa y sus relaciones con Oriente Próximo han de entenderse a través del prisma de cada gobierno nacional. A pesar de que el vínculo con Israel es muy fuerte, los judíos son en primer lugar ciudadanos de los países donde viven." Este distanciamiento se ve acrecentado por las divergentes actitudes de los Estados miembro. “La UE no consigue hablar con una sola voz: si Francia es tradicionalmente proárabe, a Italia se la percibe más favorable al Estado hebreo", subraya Knobel.

El clima de desconfianza general hacia las instituciones comunitarias se ha visto exacerbado, además, debido al rebrote de antisemitismo en el continente: 2005 estuvo marcado por polémicas como el disfraz de SS del joven príncipe británico Harry o la muerte del joven Ilan Halimi. “El aumento de los actos antisemitas en Europa ha motivado un giro a la derecha de las comunidades judías", analiza Jean-Yves Camus, politólogo del Centro Europeo de Investigación y Acción contra el Racismo y el Antisemitismo (CERA). “¿Resultado? Tras la Segunda Intifada en 2000, los judíos no encuentran de su gusto la política de la UE. Los militantes más acérrimos son hostiles a toda forma de ayuda a la Autoridad Palestina.”

¿Adónde va el dinero?

Sin que se ponga necesariamente en duda el sufrimiento del pueblo palestino, son muchos los que sospechan de malversación del dinero suministrado por Bruselas. Jon Benjamin, director del “Board of Deputies of British Jews" (BOD), se muestra escéptico: “Cuando se ve el grado de corrupción del 'reinado' de Arafat, uno ha de poner cuidado en que el dinero se destine a fines humanitarios y no a fines militares o terroristas”. Lea Magnichever, una librera del barrio parisino del Marais, se revela aún más categórica: “La UE no ha sido tan exigente cuando el dinero que Bruselas ha destinado a la Autoridad Palestina ha servido para editar libros de texto en los que no se menciona a Israel en los mapas o se preconiza su destrucción. Es inaceptable: una total falta de sentido común y de responsabilidad. En mi opinión, Bruselas ha fracasado en su misión pacificadora.”

Más moderado, Alejandro Baer, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, opina que el sobre de 120 millones de euros recientemente desbloqueado por los europeos es un “error, dado que hace creer a Hamás que la ayuda financiera sigue en pie, sin necesidad de respetar las condiciones fijadas por los europeos como el fin del terrorismo o el reconocimiento de Israel". Unas críticas que vienen acompañadas de un fuerte sentimiento de injusticia. “Si Europa pretende jugar un papel en el conflicto, debe ser un poco más receptiva a los argumentos del Estado hebreo y reequilibrar su política", afirma Knobel. En la sede parisina del Congreso Judío Europeo, Pierre Besnainou, su Presidente, revindica la firmeza. “Para nosotros resulta inconcebible que la UE destine fondos a una organización que ella misma ha calificado de `terrorista´. Esto pone toda su credibilidad en duda."

Menos tergiversación, más acción

Otro asunto sensible es Irán. Ante las reiteradas provocaciones de Mahmud Ahmadineyad hacia Israel, la reacción del CJE no se ha hecho esperar: una petición de votación de una Resolucion que declare al Presidente iraní persona non grata en el territorio europeo circula actualmente por los pasillos del Parlamento en Estrasburgo. “Una medida natural”, juzga Besnainou, “a la vista de las numerosas leyes sobre el negacionismo aprobadas en los 25”. Además, “se ha formulado una petición al Tribunal Penal Internacional para que la noción de incitación al genocidio se considere como un comienzo de genocidio”. La doble medida figura entre las más fuertes y visibles de las llevadas a cabo por el CJE desde su fundación en 1986. “Lamento que seamos el origen de estas iniciativas: el asunto iraní debería preocupar a todos los ciudadanos, no solamente a los judios”, insiste Besnainou.

Mientras tanto, la voluntad de negociación de la troika europea acerca de las ambiciones nucleares de Teherán es duramente señalada con el dedo, especialmente en Alemania. Paul Spiegel, representante de los judíos alemanes del "Zentralrat der Juden in Deutschland" declaró en diciembre pasado: “La política de apaciguamiento de los gobiernos europeos hacia Irán debe finalizar. (...) Hace falta examinar y hacer cumplir todas las posiblidades: desde las sanciones económicas a las políticas, pasando por la expulsion de la ONU. Quien quiera ser tomado en serio en la escena política mundial debe actuar y no sólo hablar”. David Reihnardt, miembro de Betar-Tagar, una organización sionista radical, sólo confía en el aliado americano: “La UE no es otra cosa que un pelele que no supo parar la limpieza étnica en su propio territorio, en la ex-Yugoslavia. Una institución que antepone fijar el precio del vino antes de ponerse manos a la obra con el conflicto israelo-palestino”. A buen entendedor…

Translated from Les juifs d’Europe contre Bruxelles (tout contre)