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Jóvenes bosnios de vuelta a su país: ¿por qué dejaron Alemania?

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Inés Cendón

Sociedad

En 1991, poco antes del estallido de la guerra de Bosnia, Bosnia-Herzegovina se convirtió en un país emisor de refugiados. De las 700.000 personas que abandonaron el país, el 80% partieron hacia la Unión Europea, de las cuales 330.000 vivieron en Alemania. Entre 1996 y 1997, la mayoría volvieron a su patria, a menudo en contra de su voluntad.

Hoy en día es el hogar de una clase aparte, formada por jóvenes que crecieron en un mundo completamente distinto.

Se les puede encontrar en Couchsurfing, en Facebook o escucharles hablando alemán en uno de los bares de moda de Sarajevo:

—¡Hola! ¿Tú también por aquí?

—Sí, tengo una visita desde Alemania.

—¡Yo también! De hecho, hemos venido a tomar un café. 

Dinka tiene 23 años. Estudia Filología Alemana en la Universidad de Sarajevo y ha quedado con una compañera en el centro comercial BBI. Durante la guerra, vivió en un pueblecito de Baviera y aún se le nota un ligerísimo acento cuando habla. Para ella, igual que para muchos otros, es natural hablar también alemán en su día a día: “Mi mejor amiga también vivía en Alemania y todavía utilizamos palabras o incluso frases enteras en alemán cuando hablamos entre nosotras”.

Cultura alemana a través de la televisión

Lo que les queda a la mayoría de los retornados de Alemania es la televisión. Los canales germanos Kabel 1, ProSieben y RTL llegan por satélite a los salones de las casas marcadas por la guerra. “Si no hubiera visto la televisión alemana, se me habría olvidado el alemán”, asegura Dinka. Nikolina, que estudia Ciencias Políticas en Austria, recuerda lo raro que le pareció escuchar por primera vez las voces de los actores de Cómo conocí a vuestra madre en inglés, ya que siempre había visto la serie en la televisión germana.

Para otros, el idioma alemán tiene un significado más profundo. Asima, que hoy tiene 23 años y estudia Arquitectura en Sarajevo, se vio obligada a huir de Bosnia con su familia en 1994 en dramáticas circunstancias. Mientras lentamente superaba sus traumas de la guerra, las primeras palabras que pronunció fueron en alemán, igual que las primeras que aprendió a escribir. Es más, asegura que se siente más cercana al alemán que al bosnio porque “sus recuerdos de infancia son alemanes”.

Jasmina querría volver a Alemania y trabajar allí como intérprete.

La generación de los que hoy tienen entre 20 y 30 años no ha olvidado el alemán, pues fueron niños que asistieron a la escuela en Alemania y que fueron integrados en las aulas del país. No obstante, la generación de sus padres ha dejado atrás el idioma, aunque Nikolina aclara que quien habla alemán accede a un buen sueldo. De hecho, su hermana aprendió este idioma, al igual que ella, cuando vivían en Stuttgart, pero después nunca volvió al extranjero. Hoy trabaja en un centro de atención telefónica en el que tiene que presentarse con un nombre alemán. A la mayoría de los bosnios no se les nota acento cuando lo hablan.

“Aquí parecen ovejas”

Si se conversa con estudiantes bosnios, jóvenes y formados, sobre su país, pintan un panorama muy sombrío del futuro. La pasividad, la corrupción y la superficialidad son una parte característica de la vida aquí más que en ningún sitio. En el índice de corrupción actual elaborado por Transparencia Internacional, el país ocupa el puesto 91 de 183, lo que lo convierte en el cuarto país peor valorado de Europa, justo por delante de Albania. Si se mide según los sentimientos de sus ciudadanos, la situación es peor: “Aquí no hay perspectivas de futuro”, dice Asima. “Los bosnios son gente de costumbres. No nos gustan los cambios aunque no soportemos el sistema”. “Me identifico más con los valores que predominan en Alemania”, añade Dinka. 

A Halil, que vivió seis años en Friburgo y ahora, a los 21, estudia en la Universidad de Sarajevo, le parece que “aquí las personas parecen ovejas” y advierte que mandaría a todo el mundo un tiempo al extranjero “para mostrarles que también se puede vivir y pensar de forma diferente”. También le saca de quicio que todo el mundo se queje, pero que nadie esté dispuesto a cambiar nada en el país, de ahí que haya fundado junto con unos amigos una organización dedicada principalmente a ayudar a niños con deficiencias mentales.

Tras una odisea en Stuttgart, Paderborn, Berlín y Graz, vuelta a los orígenes.

Parece que hay un abismo entre los jóvenes que durante la guerra vivieron en el extranjero y los que han vivido toda su vida en Bosnia. Para estos últimos, el horizonte a menudo termina en las montañas que rodean la capital del país. La mayoría de los que pasaron varios años fuera, aunque no fuese una huida voluntaria, se mueve hoy en un ambiente más internacional que sus coetáneos. Muchos ven sus años de refugiados como una bendición y, al mismo tiempo, una maldición: “El tiempo que pasé en Alemania me abrió muchas perspectivas. Con la gente que piensa que Sarajevo es el ombligo del mundo no puedo casi ni hablar”, admite Nikolina. Esta joven de 25 años ha vivido ya en Stuttgart, Paderborn, Berlín y Graz y en estos momentos hace un “Erasmus en casa” ya que echaba de menos su país de origen.

Should I stay or should I go?

Aunque reina un gran descontento, seguramente no se producirá ninguna ola emigratoria desde Bosnia-Herzegovina. El país es demasiado bello y las relaciones familiares, demasiado estrechas como para que los jóvenes le den la espalda de forma definitiva a su patria. Como Halil y Asima, muchos quieren estudiar en el extranjero —o ya lo han hecho, como Nikolina y Dinka—, pero todos tienen claro que en algún momento van a volver. Ni se plantean dejar solos a sus padres cuando sean mayores. Además, Bosnia tiene sus puntos positivos: aspectos que la mayoría también ha visto después de pasar años en el extranjero.

“A las personas de otros países les falta saber relajarse”, dice Asima. Tomarse un café de forma espontánea o las conversaciones que duran horas a cualquier momento del día o de la noche es lo que los jóvenes echan de menos cuando viven fuera. Cuando Nikolina viaja a Austria, su país por elección, echa especialmente en falta la espontaneidad que caracteriza a Bosnia: “Aprendí lo que significa la palabra estrés cuando llegué a Austria”. Tiene claro que es bosnia y que siempre lo será porque “para cambiar la manera de pensar, hacen falta más de cinco años”.

Este artículo forma parte de Orient Express Reporter II, una serie de reportajes sobre los Balcanes que ha sido desarrollada por cafebabel.com entre 2011 y 2012. Este proyecto ha sido cofinanciado por la Comisión Europea y cuenta con el apoyo de Allianz Kulturstiftung. Nuestro agradecimiento al equipo de cafebabel.com en Sarajevo.

Imágenes: portada y texto, © Alfredo Chiarappa.

Translated from Bosniens Rückkehrer: Die andere Multikulti-Generation