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Inmigración cero: no en Europa

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Los representantes de las juventudes de los partidos políticos europeos se desmarcan del enfoque restrictivo que a menudo prevalece en los debates sobre inmigración. En su opinión, este fenómeno supone un recurso para la Unión Europea.

Europa, durante mucho tiempo tierra de emigración, se ha convertido hoy por hoy en un continente de inmigración. Con un total de 370 millones de habitantes, se estima que en el territorio europeo, en el año 2002, había unos 15 millones de residentes extranjeros de terceros países. Bajo los efectos de la globalización, los flujos migratorios se diversifican tanto en los destinos como en su composición (aumento de las migraciones cualificadas, femeninas y clandestinas).

Hasta el momento, la política migratoria europea se ha basado en el control de las fronteras y en la lucha contra la inmigración clandestina. Para Arnt Kennis, Vicepresidente de YEPP (Partido Popular Europeo), este enfoque es indispensable para luchar contra la criminalidad y el terrorismo pero no está adaptado para regular los flujos de refugiados. Jacopo Moccia, candidato por EcoloJ en las elecciones europeas (partido afín a la FYEG, Verdes), denuncia los efectos contraproductivos de estas “políticas represivas, basadas en la disuasión, las restricciones y la repatriación forzosa”.

Una repuesta: apertura de fronteras

Observamos un consenso: cerrar las fronteras es incompatible con la realidad de las sociedades europeas. Todos los representantes subrayan la necesidad de mano de obra extranjera frente a la penuria que atañe a ciertos sectores económicos; y a esto hay que añadirle el proceso de envejecimiento de la población europea. Jacopo, el representante de los Verdes, señala que la población activa de la Europa de los 25 deberá pasar de 303 a 297 millones en el año 2020 y a 280 millones en el 2030. Así pues, la aportación migratoria parece indispensable para sostener el crecimiento económico, subsanar el desequilibrio demográfico y garantizar así la continuación de nuestros sistemas de protección social y de pensiones. Esto hace que Ief Janssens, Vicepresidente de ECOSY (juventudes del Partido Socialista Europeo), diga que “los inmigrantes constituyen una fuente de riqueza cultural y social para el continente europeo”.

En este contexto, Aloys Rigaut, tesorero de LYMEC (ELDR, liberales) preconiza “una apertura de fronteras controlada” mientras que el YEPP anima a la Unión Europea a que facilite la entrada de trabajadores extranjeros “con la creación de un canal de inmigración legal, diferente al sistema de asilo político” (como en Canadá). Frente a esta concepción instrumental de la inmigración económica, el representante de los Verdes afirma que Europa debe reconocerse también como tierra de asilo.

Sin embargo, ¿están de acuerdo los representantes sobre la forma de aplicar esta política de inmigración positiva a nivel europeo?

Europeizar la política de migración y de asilo

Según estos representantes, actuar a nivel europeo es lo más pertinente y lo más eficaz para regular los flujos migratorios en el marco de Schengen.

Sus expectativas coinciden en la aplicación de un política de asilo común que armonizaría el estatus de los refugiados y los procedimientos de acogida de los demandantes de asilo en la UE.

El PPE ve en estas medidas el medio para combatir eficazmente el fenómeno del “refugiado múltiple” o “asylum shopping”, consistente en presentar solicitud de asilo en varios Estados para incrementar la probabilidad de concesión.

La acción comunitaria debería, acto seguido, garantizar a las personas admitidas en el territorio europeo los mismos derechos y deberes que tienen los residentes de la UE, incluyendo el derecho al voto. Esta posición es compartida por los liberales, verdes y socialistas. Estos últimos insisten también en el respeto a la vida privada y familiar o incluso a los derechos jurisdiccionales de los inmigrantes ya sean legales o no, y apoyan la “discriminación positiva” para garantizar concretamente las condiciones de igualdad y de integración a los inmigrantes.

En lo referente a la naturaleza de esta política migratoria europea, las diferencias están más marcadas. Así, las juventudes liberales exhortan a los Estados miembros para que “armonicen sus legislaciones nacionales bajo las condiciones de admisión y de residencia de los ciudadanos de terceros países” evaluando las necesidades futuras a nivel comunitario. Las juventudes socialistas se declaran partidarias de una verdadera puesta en común de la política de inmigración “que compartiría también el coste político y financiero, el coste social de la prevención de la inmigración ilegal, el de la apertura de fronteras europeas y el de la acogida de inmigrantes”.

Por el momento, estas posturas parecen un tanto irreales teniendo en cuenta la disparidad existente entre las legislaciones nacionales y los modelos de integración.

Desde esta perspectiva, ¿cuáles son las consecuencias y las apuestas fundamentales para los países de salida de los inmigrantes? Los socialistas reivindican una política solidaria pero sólo el representante de los verdes plantea el problema crucial de la huida de cerebros. Para detenerla, propone crear “contratos de codesarrollo” y apela a la UE para que actúe sobre las causas estructurales de esta fuerte demanda migratoria (desarrollo desigual, multiplicación de los conflictos regionales, etc.)

A pesar de todas estas visiones relativamente consensuadas no hay que equivocarse: la inmigración es hoy en día una apuesta política y un desafío para la Europa de los 25. La capacidad de la UE para reforzar y orientar su acción común será decisiva para salir de las incoherencias de una “Europa a la carta” que facilita la acción de las redes clandestinas y las mafias.

Translated from Immigration zéro : pas en Europe