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Inaugurado el nuevo Consejo de Derechos Humanos

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Hoy 19 de junio, el nuevo Consejo de Derechos Humanos sustituye la desprestigiada Comisión de Derechos Humanos en Ginebra. Sus primeros pasos definirán su éxito o fracaso.

Mucho se ha escrito sobre sus ventajas e inconvenientes y de hasta qué punto se ha logrado superar las deficiencias de la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que funcionaba desde 1946. Creado el pasado 15 de marzo de 2006, con los únicos votos en contra de los Estados Unidos, Israel, Palau y las Islas Marshall, las negociaciones en Nueva York que condujeron a su nacimiento fueron frenéticas, y no faltaron las ocasiones en las que se decretó su defunción antes de llegar a ver la luz.

Las primeras elecciones al Consejo, celebradas el pasado 9 de mayo, fueron el mejor testimonio del avance que el sistema de Naciones Unidas ha experimentado con esta reforma: la mayoría de los nuevos miembros son países respetuosos con los Derechos Humanos; las elecciones fueron muy competitivas (64 candidaturas para cubrir 47 asientos); todos los candidatos se comprometieron a promover y respetar los derechos humanos; y, por último, notables infractores de los derechos y libertades públicas que habían presentado su candidatura -como Irán y Venezuela- quedaron excluidos.

¿Vaso medio vacío o medio lleno?

Sin duda, cabe también ver el vaso medio vacío. Países como Rusia, China, Cuba, Pakistán y Arabia Saudí se han “colado” en el nuevo órgano, tras utilizar la diplomacia y su peso estratégico para conseguir los 96 votos mínimos exigidos. También es cierto que las negociaciones rebajaron bastante el proyecto inicial presentado por Kofi Annan en Diciembre de 2004: un órgano con menos miembros y elegidos por 2/3 de la Asamblea General, lo que habría hecho más difícil el acceso de violadores de los Derechos Humanos.

Aun así, no hay que infravalorar lo logrado bajo la hábil batuta negociadora del sueco Jan Eliasson, que desde la presidencia de la Asamblea General de Naciones Unidas ha logrado sacar adelante un Consejo al que la oposición del representante norteamericano en Nueva York, John Bolton, no ha puesto nada fácil. Ahora disponemos de un órgano más completo y preparado para afrontar las amenazas y atropellos que los Derechos Humanos seguirán padeciendo en el siglo XXI, como han señalado personajes de la talla de Jimmy Carter, Desmond Tute o la ex Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson. Menos miembros (47 frente a 53), más reuniones anuales, más cabida para los agentes no gubernamentales o la posibilidad de suspensión de sus miembros son sólo algunos de los rasgos que lo hacen más sólido que su antecesor.

El vaso por llenar del todo

La difunta Comisión de Derechos Humanos fue la responsable de la Declaración de 1948 y una fuerza clave en la denuncia de los abusos cometidos contra la dignidad humana a lo largo de las últimas décadas. Su desprestigio progresivo como consecuencia de la incorporación a sus filas de países como Sudán, Vietnam, Togo, Sierra Leona, Libia o la Zimbabwe de Mugabe fue responsabilidad directa de los propios miembros de Naciones Unidas, que consintieron y animaron su politización. En esos mismos países descansa ahora la responsabilidad de convertir al nuevo Consejo en ese promotor y defensor de los Derechos Humanos que puede llegar a ser. Si en el futuro las democracias votan en bloque, podrán desterrar definitivamente del Consejo a los países que vulneran los Derechos Humanos.