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Hace falta tiempo para rivalizar con las costumbres

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En Turquía, las mujeres han obtenido numerosos derechos que son una excepción en el mundo musulmán. A pesar de esto, las tradiciones resultan a menudo más fuertes que el derecho a existir y a ser respetadas.

Aunque Turquía esté, en materia de derechos de la mujer, adelantada a los demás países de confesión musulmana, en la práctica la evolución de las costumbres no es tan convincente. Sin embargo, ateniéndonos a la ley el país lleva una buena ventaja, ya que las mujeres obtuvieron el derecho de sufragio activo y pasivo antes que ciertos países europeos (en 1930 obtienen el derecho de sufragio activo y en 1934 el pasivo). Las leyes más recientes otorgan a la mujer el derecho a entablar un proceso de divorcio y desde 2001 ya no necesitan la conformidad de su marido para tener un trabajo. En enero de 2002, las mujeres turcas pasaron a ser iguales a los hombres ante el derecho. Por tanto, da la impresión que las mujeres turcas gozan de cierta libertad. Pero, en la vida cotidiana, ¿la disfrutan realmente? Los estudios publicados sobre la condición de la mujer responden al unísono que no. Tras décadas de aplicación de reformas, las costumbres y las prácticas religiosas continúan siendo dominantes en la vida de cada día para la mayoría de las mujeres turcas.

Los resultados de un estudio realizado en 1996 por el Movimiento de Mujeres por los derechos de la mujer (Women for Women’s Human Rights, WWHR) en el este y el sureste del país, sobre un panel de 1000 mujeres muestran que las mujeres turcas no gozan de una total libertad para ejercer una profesión. El sistema patriarcal sigue siendo el dominante. La mitad de la población turca vive en zonas rurales y las mujeres que trabajan en la agricultura a menudo no reciben remuneración. Según el censo de 1993, todavía un 32% de las mujeres que viven en Turquía son analfabetas. Finalmente, aunque las mujeres tienen teóricamente derecho a divorciarse, pocas dan ese paso, aun siendo víctimas de violencia por parte de sus maridos, ya verbales –injurias o vejaciones- o físicas, que llegan hasta la violación. Más de la mitad de ellas declaran que su marido las mataría si cometieran adulterio. En cuanto a la violencia doméstica, un tercio de la población femenina turca la considera “merecida” (según un estudio de una universidad de Ankara).

Algunos hombres sencillamente no quieren colaborar

Efectivamente, las leyes existen, pero las “actitudes no cambian en un día”, dice Kirsty Hughes, del Instituto europeo de la London School of Economics. “Muchas leyes, obtenidas gracias a la presión de varios grupos feministas, son muy recientes y las mujeres no están suficientemente informadas”, explica Sermin Utku Bilgen, de la asociación Mor Cati. “Las leyes deben ejecutarse y, en ese aspecto, las campañas de información son fundamentales. Numerosos grupos feministas intentan informar a las mujeres de sus derechos. Una vez informadas, pueden considerar las cosas con mucha mayor claridad porque, finalmente, es la mujer quien va a decidir”, recuerda la voluntaria.

Sermin está convencida de ello: "los medios de comunicación han servido a la causa de las mujeres". "Cuando comenzó el movimiento feminista, a finales de los ochenta, los periódicos hablaron mucho del tema". De hecho, numerosas mujeres comprendieron lo que era la violencia, la física, pero también la verbal, psicológica o económica. "También asimilaron que podía haber violación en el seno de una pareja", dice con satisfacción. Antes, el tema era tabú. Durante las colectas de fondos, por todas partes se oían burlas como "oh, vais a salvar a las mujeres, pero, ¿por qué no, entonces, a los hombres maltratados?".

Es preciso confesar que las mujeres no han recibido siempre apoyos. "Cuando una mujer acude, por ejemplo, a una comisaría de policía, muchas veces los policías no intentan ayudarla realmente. Algunos de ellos ni siquiera están al corriente de las leyes, entre otras cosas porque son hombres y no quieren colaborar con la mujer".

Por suerte, en la actualidad, un número cada vez mayor de mujeres se convierten en oficiales, cargos políticos o funcionarias. Los movimientos feministas están de acuerdo en afirmar que los problemas se resolverán progresivamente. "Debemos continuar informando y encontrar soluciones creativas", repite inasequible al cansancio Sermin. "Pero éstas deben estar sobre todo adaptadas a los públicos a los que se dirigen, ya que los problemas tienen distinta naturaleza, incluso de una región a otra. Actualmente se está desarrollando en Turquía una campaña para animar a las niñas a ir a la escuela (obligatoria desde 1994). El problema es que el mensaje no puede llegar a regiones rurales donde muchas mujeres son analfabetas (el 62,2% de las mujeres no ha ido nunca al colegio o lo abandonaron muy pronto) o no entienden la lengua turca. En algunas familias, sencillamente no se ve qué interés hay en que la hija vaya a la escuela, ya que para ello haría falta una gran organización, visto el largo camino que es preciso recorrer para llegar", explica esta militante. "En otras familias es el padre quien se niega. A menudo es muy difícil ir contra la ignorancia de los hombres y su sentido del ‘honor’".

Translated from Du temps pour rivaliser avec les coutumes