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¿Ha dicho usted “precarios”?

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Primero fueron los "trabajadores pobres" y los "intelectuales precarios". Ahora la precariedad ataca a los más jóvenes debido, entre otros factores, a una incorrecta gestión de la flexibilidad.

La generación-precariedad tiene pocas ilusiones puestas en el futuro. Hoy en día, un título de tercer ciclo no garantiza un empleo estable y lo peor espera a la salida de la Universidad: es difícil encontrar una vivienda, solicitar un crédito o fundar una familia cuando se encadenan sin cese los contratos inestables.

El aumento inquietante del paro juvenil

El empleo de los jóvenes depende de la tasa de empleo global, y en este periodo de vacas flacas no se pueden esperar milagros. Casi el 9% de la población activa de más de 25 años se encuentra actualmente en situación de desempleo, siendo los países más afectados Polonia (18,8%), Eslovaquia (18%), Grecia o Alemania. Los jóvenes son las principales víctimas de la recesión económica, con tasas de paro que en ocasiones multiplican la tasa general de desempleo de adultos. En Francia, casi un 25% de los menores de 25 años están en situación de desempleo. En la Unión Europea y en particular en Italia o Finlandia, el número de trabajadores en paro es mayor en la franja de edad de 14 a 24 años que entre los mayores de 24. Y eso a pesar de que los jóvenes tan sólo representan el 15% de la población europea. El aumento del nivel de estudios recrudece la competitividad en el mercado de trabajo. Se trata de quién ofrece la mayor preparación por el salario más bajo. A esta subasta de empleo a la baja se añade el principio según el cual "el último que llega es el primero que se va". La variación del tiempo de transición entre la escolaridad y el empleo es un buen indicador de esta situación. En Francia, por ejemplo, un estudio de la APEC ponía de manifiesto que tan sólo un 50% de los diplomados de tercer ciclo (Selectividad + 5 años) en 2003 encontraron un trabajo un año más tarde, sin diferenciar entre las distintas ramas.

El mosaico del empleo precario

La frontera entre empleo precario y empleo estable es cada vez más difusa. "Contratos de creación de puesto" en Francia, "Co-pro" (Contratti per un progetto) en Italia, "Contratos activados" en Bélgica. Todos estos nombres son sinónimos de empleo inestable, aunque su contenido varía sensiblemente. El Instituto Nacional de Estadística francés (INSEE) constató que en Francia, entre 1990 y 2000, frente a un aumento del empleo estable de apenas un 2%, los contratos temporales aumentaron un 130%, las prácticas y contratos con becas un 65% y los contratos con duración determinada un 60%. El 17,9% de los europeos trabaja a tiempo parcial –un 6,2% de hombres y un 33,4% de mujeres– y un 13,4% tiene contratos de duración determinada. El empleo a tiempo completo representa sin embargo un 75% de los empleos creados en el continente europeo (frente al 70% en 2000).

Desde Bruselas se sostiene que una mayor flexibilidad favorecerá la creación de empleo. El modelo más extremista es el del Reino Unido, que mantiene una tasa de desempleo muy baja -4,7%- y los empleos se encuentran y se pierden con mucha facilidad. El empleador puede poner fin al contrato con una semana de preaviso. El Consejo Europeo de Lisboa preconizó en 2000 una menor rigidez de la legislación laboral como clave de la estrategia de lucha contra el paro. Una flexibilidad que se inspira del modelo danés de "seguridad-flex", aunque quizás olvidando demasiado el aspecto de "seguridad".

Actualmente, la cuarta parte de los trabajadores a tiempo completo y más de dos tercios de las personas empleadas a tiempo parcial de manera involuntaria encajan en lo que la Estrategia de Lisboa define como "empleo de baja calidad": inseguridad, imposibilidad de acceder a formaciones, ausencia de perspectivas profesionales. Este tipo de empleo afecta de manera especial a los jóvenes (restauración rápida, tele-trabajo, contratos de servicios). Sectores que se caracterizan por una menor presencia del diálogo social y por una escasa reglamentación de las condiciones de trabajo.

La flexibilidad: ¿trampa o trampolín?

La opinión es unánime -Unión Europea incluida- en cuanto a la necesidad de mejorar la calidad del empleo. Pero la opinión se divide en lo que concierne a la flexibilidad: explotación para unos, libertad para los amantes de la vida nómada. No todo el mundo desea mantener el mismo trabajo durante toda su vida y las carreras profesionales son cada vez menos lineales. Los contratos temporales proporcionan a los jóvenes unos ingresos mínimos y una primera experiencia profesional, ofreciendo a las empresas una mayor flexibilidad para adaptarse a la coyuntura económica. El problema aparece cuando el empleo temporal se convierte en "permanente y estructural", soportando el riesgo del empleo y convirtiéndose en un instrumento de exclusión.

Este panorama diverso pone de manifiesto la ausencia de armonización en el ámbito europeo, a pesar de la Estrategia Europea por el Empleo (EEE). Empleo y legislación laboral siguen siendo prerrogativas nacionales y los Estados miembro son libres de seguir o no las directrices del Fondo Social Europeo. Pero el aumento del diálogo constituye sin duda un gran avance. El Consejo europeo de marzo de 2005 adoptó un Pacto Europeo por la Juventud, y en 2005 se organizarán finalmente los Estados Generales de la Juventud. Una primera toma de conciencia, siempre que no quede en papel mojado.

Han colaborado nuestros corresponsales Judit Jaràdi (Budapest), Abla Kandalaft (Londres) e Ilaria La Commare (Roma)

Translated from Vous avez dit précaire ?