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Esas élites francesas que evitan la Universidad

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La enseñanza superior francesa se caracteriza por la existencia de una zanja entre universidades normales y las famosas "Grandes Escuelas". Un sistema meritocrático heredero de la Revolución francesa, que se ha transformado en signo de distinción y casta para ricos e influyentes.

"Injusto", "desigual", "antidemocrático"..., he aquí un resumen en pocas palabras de la situación de la enseñanza superior francesa. Este juicio de valor no es de cualquiera, sino que emana de Richard Descoings, director del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences-PoParis), una de estas "Grandes Escuelas" tan destacadas en Francia. El gobierno francés ha venido desarrollando desde hace dos un sistema dual distinguiendo por un lado a las Grandes Escuelas públicas y privadas que seleccionan en base a distintas pruebas a sus futuros estudiantes, de la Universidad corriente y moliente en donde todo alumno poseedor de su título de bachillerato puede inscribirse.

Esquizofrenia de la educación superior

Esto alimenta a un centenar de centros de "clases preparatorias" para acceder a alrededor de 200 prestigiosos establecimientos -la mayoría de pago- para los cuales se inscriben cerca de 200.000 estudiantes. Sólo una decena de Grandes Escuelas como la (Politécnica), la autodenominada (Escuela Normal Superior) o la (Escuela Nacional de Administración) pagan a sus estudiantes para que puedan proseguir con sus estudios. Por otro lado encontramos a la Universidad, con dos millones de estudiantes en sus aulas. Es obvio, por tanto, intuir que la enemistad entre las dos entidades se palpa a flor de piel.

De hecho, escindiendo la enseñanza superior en dos sistemas competidores entre sí, Francia ha creado una jerarquía en todos sus órganos: la Gran Escuela es sinónimo de éxito; la Universidad, de deshecho. Una evidencia anotada hoy en día por el Secretario de Estado para la enseñanza superior del Ministerio de Educación Nacional, Jean Marc Monteuil: "¡La enseñanza superior francesa es una de las más selectivas del mundo!". Para las cerca de 200.000 plazas más interesantes en las Grandes Escuelas y sus dos años de clases preparatorias iniciales, todo sacrificio es poco. No existe por tanto ningún interés en acercarse a los pupitres de la universidad y cada año un 39% de los inscritos no logran ni siquiera superar el primer curso.

El ascensor social queda bloqueado

No obstante, para ser seleccionado, en ningún caso hace falta ser el mejor. Esto se quedó en el camino del pasado. Si hasta los años ochenta el aprendizaje de distintas disciplinas era un símbolo de éxito escolar, en la actualidad ya no es así: "por un lado, las más importantes grandes escuelas acogen una parte preponderante de alumnos originarios de clases sociales dominantes y preparados para los destinos profesionales más prestigiosos dentro de la alta administración, la industria, la banca, la investigación, etc. Por otro, las universidades corrientes, que cuentan con una parte importante de alumnos provenientes de clases populares y que forman en la mayoría de los casos para puestos de ejecución más técnicos, mandos intermedios, enseñanza secundariaetc", explica Monique de Saint-Martin, especialista en elites francesas. El ascensor social parece por tanto estar bloqueado.

Si las Grandes Escuelas bosquejan un intento de modificar su imagen de cara al reclutamiento de jóvenes de clases sociales menos aventajadas en sus centros, para Richard Descoings la escisión entre Universidad y Gran Escuela se encuentra muy enraízada. Por su parte, el Estado no hace nada para cambiar las cosas: gasta aún hoy en día dos veces menos en un estudiante universitario (6.800 euros) que en un estudiante que cursa una clase preparatoria para una Gran Escuela (13.000 euros). Esto no cambiará jamás mientras ninguna elite económica, administrativa o política francesa no provenga del mundo universitario a excepción del mundo del derecho y de la medicina, monopolios tradicionales de las facultades universitarias. En el seno del gobierno francés pocos son quienes pueden exponer en sus currículos ni tan siquiera un año en la universidad.

Un sistema único en Europa

Por lo general, la distinción entre Universidad y Gran Escuela es una especificidad francesa. En algunos casos las Escuelas Superiores de Ingeniería españolas o algunas escuelas superiores italianas como el Collegio Superiore de Bolonia o la Scuala Normale Superiore de Pisa, se aproximan a esta idea de Grandes Escuelas. Estas últimas reclutan mediante pruebas selectivas a sus futuros miembros. Mientras tanto, en la mayoría de los casos europeos, el acceso a la universidad está sujeto a la superación de los exámenes de selectividad, como en Bélgica, Irlanda o Alemania. La Universidad puede seleccionar a los mejores alumnos, como en Irlanda o Gran Bretaña, o bien imponer un numérus clausus como en Alemania. Grecia y Hungría hacen pasar a sus alumnos un test de acceso a la universidad que se suma al examen de fin de estudios secundarios. En lo que a elitismo e refiere, las facultades de Cambridge u Oxford han batido el récord con su reputación sobre excelencia académica. Alemania quiere situar sus universidades en ese círculo restringido y para ello prevé invertir de aquí a 2010 1,9 miles de millones de euros en un polo de universidades para elñites.

Translated from Ces élites françaises qui désertent l’université