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En Francia está la morada de la discordia

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Cultura

Un escultor decide convertir su hogar en “la morada del caos”, una casa construida a base de lienzos y obras de arte en pleno centro de una zona residencial chic de Lyon. La polémica está servida.

Invertidas, sus iniciales recuerdan a las del héroe de Steven Spielberg: E.T. Un extraterrestre que aterrizó el 9 de diciembre de 1999 en una mansión burguesa de Saint-Romain-au-Mont-d’Or. Un aterrizaje caótico que descubrieron por la mañana los habitantes de esta zona privilegiada de las afueras de Lyon: una fachada oscura, muros destrozados, montones de lienzos aquí y allá, un helicóptero siniestrado, grafitis y cámaras de vigilancia por todas partes.

En el patio, una plataforma petrolífera sobresale del World Trade Center de Nueva York en ruinas... El artista plástico y empresario Thierry Ehrmann, transmite así un mensaje a los terrícolas. Los somete, a través de sus obras, al reflejo de un mundo oscuro y trágico. Un mundo construido por las maniobras y reveses de los hombres y mujeres que lo hacen y deshacen. Un mundo en apariencia lejano, imaginario, casi intemporal. Una verdad que solo la mitad de la población acepta, mientras que la otra mitad, conservadora, se opone con violencia, ávida de una jubilación tranquila, como en un capullo de seda, protegida del tumulto incesante de la ciudad.

(Foto: La Morada del Caos © Thierry Ehrmann)

Juicios contra un hombre de negocios

Tras numerosas manifestaciones de hostilidad por parte de los lugareños, el entonces alcalde, Pierre Dumont, decidió presentar una denuncia en 2004 por violación de las normas urbanísticas y exigió la rehabilitación de la antigua casa de postas. La batalla judicial dura ya cuatro años y la cobertura mediática ha alcanzado un nivel nacional. La polémica aumenta cada día. Las opiniones se extreman y se crean grupos. Ehrman ha ganado el primer asalto: desencadenar las pasiones.

Pero el 16 de febrero de 2006 la Demeure recibe un duro golpe. El tribunal exige su reforma, bajo pena de 75€ al día. Una cantidad ridícula para un empresario cuya cifra de negocios supera los mil millones. El ayuntamiento de Saint-Romain-au-Mont-d’Or contraataca y la 307ª fortuna de Francia se sienta de nuevo con sus obras de arte en el banquillo de los acusados. El Tribunal de Segunda instancia de Lyon aumenta la multa a 200.000 euros por “omisión de notificación previa de una obra superior a 40 metros”, pero no decreta ni su destrucción ni su modificación.

Ehrmann, aunque un poco tocado por estas dos decisiones judiciales, sigue de pie y sonriente en el tercer asalto: la jurisprudencia Ehrmann ha nacido. Decidido a pelear hasta el final y con un poco de suerte noquear al contrincante, el pueblo de Saint-Romain presenta un recurso de casación. La justicia zanja el asunto el 15 de enero de 2008 a favor del alborotador. El equipo municipal tiene además que soportar su atrevimiento, ya que Thierry Ehrmann se implica activamente en la vida de su comunidad, interviniendo a menudo en los consejos municipales.

Armas improvisadas

Tras su paso por los juzgados, Thierry Ehrmann es para unos un objeto de adoración y para otros un ser odioso. Sus admiradores ven en él al Georges Orwell de los tiempos modernos; sus detractores, “un loco sicótico”. Enemigo acérrimo de la desinformación, Thierry aumenta sus esfuerzos en la lucha por la toma de consciencia colectiva. Sus armas están hechas de cualquier modo: bombas de pintura, carcasas metálicas, bloques de hormigón. Todo ello unido a una fuerte dosis de creatividad y de pasión que se destilan de sus creaciones. En medio de un decorado apocalíptico en el que se mezclan las alegorías y las barbaridades de los poderosos, retratos de dictadores, de terroristas, de detractores; el cinismo de la filosofía Ehrmann se resume bien con una pancarta del artista Ben: “el fin del mundo está cerca”.

Thierry Ehrmann no escatima simbología para ilustrar sus ideas. Del Pico de Hubbert a las Torres Gemelas, pasando por la piscina de sangre con cuchillas de afeitar y el búnker, por la sala de control donde el Gran Hermano (Thierry Ehrmann) vigila a empleados y visitantes. Por Anna Politkovskaïa y las víctimas de Nueva Orleáns... La Demeure cambia. Sigue la actualidad, se sumerge cada día un poco más en el caos. Pero en realidad, ¿cuál es el auténtico problema? ¿Aquéllos que han provocado tanto sufrimiento o aquél que lo denuncia?

Provocación de lo políticamente correcto

Con su Haus Ur instalada desde los años ochenta en Mönchengladbach, el arquitecto alemán Gregor Schneider ganó el León de Oro en la 49ª Bienal de Venecia (Foto 1986: ©gregorschneider.de)

En el mismo estilo factory, tenemos también el proyecto arquitectónico del alemán Gregor Schneider: Totes Haus Ur. Esta obra, que ganó en 2001 el León de Oro a la mejor participación en la Bienal de Venecia, se parece bastante a la Demeure de Ehrmann, pero sin el caos. Gregor Schneider heredó la casa de padre y la transformó en un lugar pavoroso: un decorado frío, sin puertas, con separaciones en lugar de paredes y un aislamiento acústico fenomenal.

Todos los ingredientes necesarios para desorientar al visitante y hacerlo sentir a disgusto. Pero donde Schneider coincide con su homólogo francés es en la provocación de lo políticamente correcto. En 2007, levantó el Cube Hambourg 2007, una réplica a tamaño natural de la Ka’ba, literalmente La Casa, mausoleo del profeta Mahoma en la Meca, lugar sagrado del Islam. La obra fue prohibida en la Bienal de Venecia 2003 por las tensiones político-religiosas del momento. En principio, debía haberse montado en la plaza de San Marcos, pero al final se presentaría en Hamburgo, donde fue bien recibida por la comunidad musulmana local. La alerta social a través del arte ha conseguido una nueva victoria gracias a hombres valientes y concienciados con el futuro de la humanidad. Y si un día nuestro planeta es más pacífico ya que “trabajar la materia es recrear un acto de amor”, puede que E.T. vuelva a casa.

Translated from En France, une Demeure de la discorde