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Empleo juvenil: ¿por qué existe una generación perdida?

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Sociedad

El espacio mediático está saturado con la publicación del libro de Valérie Trierweiler (expareja de François Hollande), el iPhone 6 y el trasero de Kim Kadarshian. Nada más lejos de nuestra intención que querer competir en los medios de comunicación con las posaderas de la mujer de Kanye West. Lo único que deseamos es volver a poner encima de la mesa un tema cadente: el desempleo juvenil.  

Con una situación económica que no deja de agravarse desde la crisis de 2007, nuestros modelos de sociedad decaen. Aquella crisis financiera, que se transformó en crisis económica y posteriormente se conviertió en una crisis de la deuda, ha fulminado con su opulencia y su codicia a la nueva generación. A día de hoy, con un paro masivo, un crecimiento débil, con suerte en algunos casos y recesión en los demás, una presión deflacionista creciente y un riesgo de impago de la deuda aún patente, las economías europeas están paralizadas. ¿Quiénes sufren directamente las políticas de austeridad? En primera línea encontramos a los más vulnerables, que no tienen red de seguridad, como los jóvenes titulados incapaces de incorporarse al mercado laboral de forma permanente.

No obstante, las noticias del corazón tienen la ventaja de hacer que olvidemos la dificultad de un día a día que oscila entre la desesperación y la ira. Eres joven, tienes estudios y muchas ansias pero, ¡ay!, estás entre esa cuarta parte de jóvenes europeos desempleados. No hay ninguna respuesta concreta de una clase política desconectada de su época. ¿Cómo puedes integrarte en un país que no cree en su futuro: la juventud? El déficit de representatividad política es manifiesto. Los jóvenes sufren frontalmente los reajustes derivados de la crisis de la deuda, sin la oferta ni la respuesta política adecuada.

¿De dónde viene esta generación perdida?

En 2007, la caída de Lehman Brothers, entidad bancaria a nivel mundial, marcó el declive de la ideología neoliberal. Esta crisis, cuyo origen se remonta a la desregularización financiera de los años noventa bajo el mandato de Bill Clinton en Estados Unidos, sigue afectando a nuestra vida diaria. A ese respecto, hay que hacer referencia a la derogación de la ley Glass-Steagall Act en 1999. Esta ley, que había entrado en vigor en 1933 bajo la presidencia de Roosevelt, prohibía la especulación e imponía la separación de las actividades bancarias. Una vez saltadas las barreras legislativas, la banca especulativa recuperó el terreno perdido. «La división entre bancos comerciales y bancos de inversión ha sido prácticamente ignorada, tanto por los analistas del mundo financiero como por los economistas», dijo Perkins en 1971.

La crisis financiera ha provocado un temor generalizado a los impagos. Las naciones no han sido inmunes a esto. La integración y la interdependencia económicas han afectado a las economías europeas, las cuales han prestado apoyo financiero a las entidades bancarias, no lo olvidemos. La crisis financiera causó un primer temor a la morosidad, a la crisis económica y a la recesión. Fue entonces cuando estalló la crisis de la deuda soberana. Los acreedores de los Estados, recelosos por el hundimiento de las subprimes, comenzaron a prestar más atención a las condiciones y a la capacidad de los Estados para devolver los préstamos. Toda esta situación ha puesto de manifiesto la magnitud de las deudas públicas, así como la vulnerabilidad de los Estados frente a los mercados financieros.

Posteriormente, la crisis financiera dio lugar a la crisis de la deuda, que a su vez introdujo la crisis económica. Las políticas de austeridad y la disminución del gasto público fueron justificadas por la necesidad de pagar la deuda pública. Al mismo tiempo, el rescate de las diferentes entidades financieras y las garantías aportadas por los Estados ya parecían una incoherencia intelectual. De hecho, uno de los principios básicos de la inversión es el siguiente: cuanto mayor es el riesgo, mayor es la rentabilidad. Teóricamente, siguiendo una lógica estrictamente liberal, ningún rescate público debería "trucar" los dados del juego económico.

Entre la obsolescencia de los modelos sociales y una política pusilánime

Han ido surgiendo corrientes de protestas populares demasiado dispares, demasiado puntuales y posiblemente poco transmitidas por los medios de comunicación, con lo que realmente no han llegado a calar en la opinión pública. Tenemos, por ejemplo, el movimiento de los Indignados (occupy wall street) [en la imagen], Podemos o la llamada que Éric Cantona dirigió a las familias para que retirasen sus ahorros del sistema financiero. El rescate bancario por parte de los Estados, justificado por el riesgo sistémico que las entidades financieras hacen recaer sobre los actores económicos, ha parecido injusto al conjunto de pueblos europeos. La conocida fórmula "Too big to fail" se hacía evidente a medida que el riesgo de quiebra de las entidades financieras paralizaba a la clase política. La contracción de la actividad económica y el recorte del gasto público generan un clima económico de depresión**. La obsolescencia de nuestros mecanismos económicos, ligada a la incapacidad de los responsables políticos de responder con eficacia, provoca como consecuencia el escepticismo, el rechazo y el enfado de los pueblos europeos.

Es indispensable encontrar un equilibrio para que las finanzas puedan favorecer a la sociedad y a la economía real. La estabilidad económica tiene que tener un precio, que es la democracia. Existen numerosas alternativas de crecimiento sostenible que están al alcance de la mano, tales como las energías renovables, nuevos circuitos económicos, proyectos de sociedades europeas (sanidad, educación, transporte, vivienda). Dichas alternativas no necesitan más que valerse de las ansias de la nueva generación.

*Imagen: la cita del día: "Cuando Hollande accedió a la presidencia de la segunda economía de la zona euro, algunos esperábamos que se opusiera a la austeridad…" [Paul KrugmanThe New York Times16 de enero de 2014, Premio Nobel de Economía 2008] Fuente: Politicus.

** Véase:  La gauche française un ambidextre bien maladroit.

Translated from Emploi des jeunes : aux origines de la génération sacrifiée