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Empieza el Festival de Cine Europeo de Sevilla con "Los muertos no se tocan, nene"

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Sevilla

Un bello homenaje a una época, a un cine español del que ya no se hace, un homenaje al gran Rafael Azcona. Eso es lo que José Luis García Sánchez ha conseguido con esta película, retrotraernos a esa época en la que la dura realidad se maquillaba con una gruesa capa de comedia para contarnos una historia cotidiana en la que tristemente se viese reflejada la sociedad española.

En el Logroño de 1959, una familia tiene que vivir la muerte de su bisabuelo de casi 100 años. La organización del velatorio traerá demasiados quebraderos de cabeza al hijo y la nieta del difunto que verán como los más pintorescos personajes y las más grotescas situaciones acontecerán a lo largo de la interminable jornada de vela. Un joven poeta enamorado, un hijo que sólo quiere que su difunto padre sea nombrado hijo predilecto por el alcalde, una hija pródiga, un pequeño pícaro ladrón, el yerno militar, el cuñado borrachín y un señor de Bilbao son algunos de los personajes que nos encontraremos en esta comedia de sabor añejo.

Un lustroso blanco y negro sirve como principal carta de presentación para esta película que en ningún momento pretende ser moderna. Jose Luis García Sánchez disfruta rodando “a lo antiguo”, casi en un único escenario (la casa del difunto), abundancia de planos fijos y con más de una decena de personajes. La acción trascurre mediante pequeños gags que se entrelazan creando al final una trama congruente. Quizás el problema de la película radica precisamente en el modo en que está hecha. Al igual que ocurría con las películas de la época, la acumulación de personajes cada uno centrado en su pequeña trama particular y hablando todos a la vez, el espectador puede sentirse un poco abrumado y perdido. Pero eso también es parte del encanto de esta cinta.

Un film así no puede funcionar sin un buen reparto y aquí es donde se encuentra la principal laguna del film: Fabianito, el joven bisnieto del difunto y del que se pretende que su descubrimiento del amor sea el hilo conductor de la película. La interpretación del joven Airas Bispo es por así decirlo, demasiado robótica, sin gracia y un tanto forzada. En ningún momento un servidor siente simpatía alguna por él, por el contrario, los otros dos actores infantes de la película, Priscilla Delgado y Teo Planell, sí que consiguen hacerme empatizar con ellos. Pero, afortunadamente, la historia del joven Fabianito se pierde entre la multitud de situaciones que rodean al velatorio y el resto de actores, encabezados por unos inmensos Carlos Iglesias y Silvia Marsó, rayan a un excelente nivel.

La película se basa en una novela de Rafael Azcona de 1959 que conformaba junto a las ya adaptadas al cine, El pisito y El cochecito, una trilogía cómica sobre la miseria de la clase media española. La fidelidad es máxima y se puede respirar a Azcona en cada fotograma de Los muertos no se tocan, nene. Ésta es una película reivindicable y totalmente recomendable por cuanto su objetivo de retrotraernos a otra época en la que las cosas eran de otra manera se ha cumplido. Aunque al final, tras muchas risas amargas, nos queda esa sensación de que han pasado 50 años y, en definitiva, no hemos cambiado apenas.

Samuel García Sánchez