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El tic-tac de la economía verde francesa

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Sociedad

El mundo de la eco­no­mía verde a la fran­ce­sa no es de color rosa. Aun­que las star­tups que uti­li­zan ma­te­ria­les re­ci­cla­bles se po­si­cio­nan en el mer­ca­do in­terno, las aso­cia­cio­nes que las abas­te­cen en ma­te­rias pri­mas lu­chan dia­ria­men­te para ob­te­ner un poco más de vi­si­bi­li­dad y poder crear em­pleos.

Aun­que está si­tua­do en el co­ra­zón del XVI dis­tri­to de Paris, una de las zonas más ricas de la ca­pi­tal, el apar­ta­men­to de Char­lot­te Ale­xan­dre y An­toi­ne Coubron­ne es mo­des­to. No hay ar­ti­lu­gios bri­llan­tes, mue­bles de Ikea ni lám­pa­ras de moda: su ha­bi­ta­ción tiene solo una cama y un es­cri­to­rio. Más­ca­ras de ma­de­ra con di­se­ño ca­lei­dos­có­pi­co de 1cm de es­pe­sor que cuel­gan de las pa­re­des. En­ci­ma del es­cri­to­rio, una es­tan­te­ría en la que se ex­po­nen una vein­te­na de me­ca­nis­mos de re­lo­jes color negro, made in Ger­many.  Com­bi­nán­do­los con la ma­de­ra, la pa­re­ja fa­bri­ca re­lo­jes de pared, con la forma y los co­lo­res per­so­na­li­za­bles. El hecho de que vivan en la in­ter­sec­ción de la calle Co­mer­ce con la calle de l’Ab­bé-Groult no es una coin­ci­den­cia: su star­tup, bau­ti­za­da Sa­per­li­po­pet­te, ha sa­bi­do com­bi­nar in­no­va­ción y ar­te­sa­nía, co­mer­cio y tra­di­ción.

CUES­TIÓN DE TIEM­PO

A pesar de que fue­ron ele­gi­dos por la re­vis­ta Gla­mour como uno de los pro­yec­tos ar­tís­ti­cos del mes, Char­lot­te y An­toi­ne man­tie­nen los pies en el suelo. «¿Fa­bri­car re­lo­jes de serie? ¡Ni si­quie­ra pen­sa­mos en eso!» Dice Char­lot­te, mien­tras sus ojos se vuel­ven como dos agu­jas antes de fijar un punto in­de­fi­ni­do por en­ci­ma de mi ca­be­za. Ella son­ríe, y luego ex­pli­ca el por qué: «em­plea­mos a al­gu­nas per­so­nas como má­xi­mo, que­re­mos que nues­tra ac­ti­vi­dad se man­ten­ga ar­te­sa­nal» Aun­que An­toi­ne sea el di­se­ña­dor y Char­lot­te la em­pre­sa­ria de la pa­re­ja, cuan­do le lan­za­mos el tema de la carga fis­cal, los bonos y la ad­mi­nis­tra­ción, él es el pri­me­ro en res­pon­der. ¿Los im­pues­tos son de­ma­sia­do ele­va­dos en Fran­cia? ¿La ad­mi­nis­tra­ción as­fi­xia a las men­tes más bri­llan­tes del país? «Si y no – con­tes­ta An­toi­ne- pero sería hi­pó­cri­ta decir que sin la ayuda del Es­ta­do, todo el mundo po­dría mon­tar su pro­pia star­tup. Los ser­vi­cios pú­bli­cos se ponen a dis­po­si­ción de los jó­ve­nes fran­ce­ses. Los hay, y ade­más de eso, fun­cio­nan. »

An­toi­ne tra­ba­jó en Bar­ce­lo­na en una em­pre­sa de di­se­ño. Ahora, junto con Sa­per­li­po­pet­te, tra­ba­ja como free­lan­ce. Me ex­pli­ca que con la con­di­ción de au­tó­no­mo es mucho más di­fí­cil vivir en Es­pa­ña: «al con­tra­rio que en Fran­cia, hayas ga­na­do o no di­ne­ro, estás obli­ga­do a pagar una cuota anual para el ejer­ci­cio de tu ac­ti­vi­dad». Char­lot­te es­cu­cha, me mira y asien­te. Siem­pre que su co­le­ga para de ha­blar, ella no puede dejar de re­mar­car lo im­por­tan­te que es para ellos las re­la­cio­nes hu­ma­nas con sus clien­tes. De hecho, a parte de 4 co­pias ven­di­das en Is­rael y Es­ta­dos Uni­dos, han lo­gra­do cons­truir una buena clien­te­la fran­ce­sa. Aca­ban de lan­zar su se­gun­da cam­pa­ña de crowd­fun­ding. ¿El ob­je­ti­vo? Re­unir 5000 € en 3 se­ma­nas, éxito del que de­pen­de por com­ple­to de la pro­duc­ción de su se­gun­da serie de re­lo­jes.

UNA RE­SER­VA DE ARTE

En este pe­río­do de vuel­ta de la ar­te­sa­nía de marca star­tup, el pro­duc­to final no es el único que de­mues­tra ser un ob­je­to rein­ven­ta­do. An­toi­ne y Char­lot­te uti­li­zan ex­clu­si­va­men­te ma­te­ria­les re­ci­cla­dos, que van a bus­car a la Porte de Van­ves, a 20 mi­nu­tos a pie de su apar­ta­men­to. Allí, dónde los edi­fi­cios bur­gue­ses pa­re­cen dejar sitio a tí­pi­cos docks an­glo­sa­jo­nes, la aso­cia­ción La Re­sér­ve des arts cum­ple su fun­ción de dis­tri­bui­dora de «ba­su­ra». Te­ji­dos bar­ni­za­dos: los re­si­duos de 3 em­pre­sas (de las que pre­fie­ren no re­ve­lar su iden­ti­dad) son trans­for­ma­dos en 10 gamas de ma­te­ria­les y son re­ven­di­dos por un bajo pre­cio a ar­tis­tas, es­tu­dian­tes y ar­te­sa­nos. Cathy, res­pon­sa­ble de la co­mu­ni­ca­ción de la aso­cia­ción, me guía por los pa­si­llos es­tre­chos del de­pó­si­to, donde hay 4 per­so­nas em­plea­das, ayu­da­das por va­rios vo­lun­ta­rios. Aun­que los es­fuer­zos de los vo­lun­ta­rios sean ad­mi­ra­bles, y su ac­ti­vi­dad sea única que no ex­tra­ña, desde su na­ci­mien­to en 2008 la aso­cia­ción ha cre­ci­do, sin duda, «pero a un ritmo lento». ¿Por qué?

CON LOS PIES EN LA TIE­RRA

San­dri­ne An­drei­ni, di­rec­to­ra de la aso­cia­ción, mide cada una de sus pa­la­bras: «no es­ta­mos real­men­te in­tere­sa­dos en be­ne­fi­ciar­nos. Lo que que­re­mos es crear pues­tos de tra­ba­jo y cam­biar las men­ta­li­da­des. Me gus­ta­ría poder con­tra­tar a todos los vo­lun­ta­rios que tra­ba­jan con no­so­tros». Cuan­do los cita, su mi­ra­da se di­ri­ge au­to­má­ti­ca­men­te hacia ellos. «Des­gra­cia­da­men­te, en el mundo de las aso­cia­cio­nes sin ánimo de lucro, es casi im­po­si­ble con­se­guir la vi­si­bi­li­dad a ojos de las ins­ti­tu­cio­nes, o de los es­pa­cios a uti­li­zar si no hay ser­vi­cios edu­ca­ti­vos y de ayuda de vi­vien­das para per­so­nas ne­ce­si­ta­das». Sin em­bar­go, San­dri­ne con­fía que los in­tere­ses per­so­na­les son la prin­ci­pal razón de esta ca­ren­cia.

Según ella, «la única ma­ne­ra de ob­te­ner fa­vo­res po­lí­ti­cos, es dis­po­nien­do de nue­vos es­pa­cios para el tra­ba­jo y crear em­pleo». En cier­to sen­ti­do, es un círcu­lo vi­cio­so: sin la crea­ción de em­pleo, sin vi­si­bi­li­dad ni es­pa­cios es igual­men­te im­po­si­ble de sos­te­ner el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co y crear pues­tos de tra­ba­jo. «Este año hemos lo­gra­do un equi­li­brio: ven­di­mos 24 to­ne­la­das de ma­te­rial que hemos re­cu­pe­ra­do», ex­pli­ca Cathy, quién tam­bién está con­tra­ta­da con du­ra­ción de­fi­ni­da. ¿Es la eco­no­mía verde un ne­go­cio en Fran­cia? San­dri­ne no pa­re­ce del todo con­ven­ci­da: «es di­fí­cil desa­rro­llar un ne­go­cio real, por­que “re­ci­cla­je” no rima con “pro­duc­to es­tan­da­ri­za­do”». Es im­po­si­ble desa­rro­llar una pro­duc­ción donde cada trozo de tela para re­ci­clar posee una di­men­sión di­fe­ren­te. En con­clu­sión, el que tiene ganas de em­bar­car­se en el mundo de la eco­no­mía verde a la fran­ce­sa tiene, de­trás una pila de ma­te­ria­les a re­ven­der, una mon­ta­ña de tra­ba­jo que hay que de­rri­bar.

Translated from L'orologio stregato della green economy