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El periodismo en crisis: La Voz sin voto

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Sociedad

La pluma de la democracia se desvanece. Arrumbada en los rincones de la precariedad laboral, y temerosa de su propia vocación, apenas se atreve a testificar en contra de sus mecenas, las grandes empresas de comunicación, ante una opinión pública cuyo derecho a la información se ve mermado, de manera alarmante, por la crisis económica actual.

“Nunca, en tan poco tiempo, se ha sufrido una reducción de los niveles de pluralismo y una pérdida tan rápida de la sustancia misma de la democracia: las libertades de información y expresión”, denuncia Paco Audije, Secretario general adjunto de la FIP (Federación Internacional de Periodistas). En un año, en Reino Unido y España se han perdido unos 3.000 puestos de trabajo en los medios, Alemania se Foto de Will Pate / Flickraproxima al millar, mientras que, en Italia o Polonia, las cifras se sitúan entre 2.500 y 4.000 despidos. Datos que, según aseguran fuentes oficiales, podrían estar por debajo de la realidad por no contemplar las condiciones de la figura del freelancer, muy extendida en la Unión Europea, con una proliferación importante en los países de nueva incorporación. Sólo en Francia, existe una especie de “cotización intermitente” que les asegura cierto amparo en caso de inactividad laboral.

Una vocación contradictoria

El oficio del periodista es muy vocacional pero, en esta ocasión, podría ser un arma de doble filo. “Se piensa que si uno se queja, perderá su empleo, aunque sea precario y esté mal pagado”, explica Paco Audije. “Lo grave”, añade, “es que en nuestro caso, somos responsables como altavoz social y tememos decir en voz alta nuestras miserias”. A pesar de ello, EFE, la cuarta agencia de noticias más importante del mundo, sí ha expresado lo que le sucede.

Sin embargo, esta valentía aún no se ha extendido lo suficiente para hacer frente a la reducción de personal en las plantillas. Marosa Montañés, presidenta de la asociación de Mujeres Periodistas del Mediterráneo, opina que “el principal enemigo de un periodista es otro periodista”. “El creerse más que otro, el afán por la exclusividad, o el individualismo que acompaña a esta profesión”, va en detrimento de la necesidad de creación urgente de un corporativismo que “vigile con cautela los abusos que se están produciendo”. Incluso desde las primeras prácticas realizadas por estudiantes de último curso de universidad, “debiera existir una normativa que los protegiese de ser la mano de obra barata y explotada en que se han convertido”, hecho que sorprende a Tanya Kostyuk, ucraniana de 25 años que afirma sentirse “satisfecha” con la remuneración que reciben los becarios en su nación. “Nuestra escuela de periodismo es dura pero garantiza un trabajo digno, curiosa la confrontación con Europa”.

En este sentido, Dardo Gómez, Secretario general de la Fesp (Federación Española de Periodistas), se muestra más optimista y cree que hay un compañerismo creciente. “Hace unos años, la afiliación en España era muy baja, ahora, hay más de 2.500, ocho miembros en cada comité de empresa y 300 delegados”. Números que suponen entre un 12 y un 13 por ciento de afiliación. Muy lejos todavía de Italia, donde se alcanza el 70%, o Portugal con un 80% entre sus profesionales de la información.

Tal desfase de España respecto al resto de Europa podría justificarse por el vacío legal generado tras la Transición. “Debió aprovecharse la oportunidad para regularizar la profesión e inculcar a la sociedad que la información es propiedad de los ciudadanos”.

Foto de Frederic della Faille / FlickrEl pasado 16 de mayo, periodistas de toda Europa se reunieron en Varna (Bulgaria) para afrontar las reestructuraciones que está sufriendo el panorama de los medios. Declaración de intenciones algo dudosa, ante la diversidad de tradición periodística en esa torre de Babel que es Europa en materia de legislación. Paco Audije está convencido de que la idea de los colegios de periodistas no es admitida por todos. La normativa de autorregulación, arraigada en los países nórdicos; l’ordine italiana, por la que se atribuye identificaciones profesionales en un sistema en el que los propietarios, editores, y magistratura, tienen también presencia; la existencia de una comisión del carnet de prensa, que incluye sindicatos y patronos, o la incorporación a esta acreditación de un consejo de prensa en Alemania o Reino Unido, muestran la diversidad de criterio en dicho campo.

La calidad como antídoto

Foto: wstera2 / Flickr“Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas muy justas, que reconocen enseguida la calidad de nuestro trabajo y, con la misma rapidez, empiezan a asociarla con nuestro nombre. Ese es el momento en que se convierte uno en periodista estable. No será nuestro director quien lo decida, sino nuestros lectores.” Con este consejo, Ryszard Kapuscinski ya proponía en 1999, ante una sala de jóvenes periodistas en Capodarco di Fermo (Italia), la medicina con que se podría combatir la falta de información rigurosa, veraz y completa que se publica entre prisas y reducciones de personal. Antídoto con el que comulga la mayoría de los plumillas.

Desde la FIP se recuerda que el periodista especializado y conocido termina siendo caro, pero no hay máquinas ni mecanismos económicos que puedan sustituir su calidad. La BBC fue criticada por su cobertura de los atentados de Bombay, precisamente porque durante horas aceptó que cualquier mensaje de móvil sin contrastar, prácticamente anónimo, se colara en su pantalla, por delante de sus propios corresponsales y de las informaciones de agencias serias.

“Las sociedades de las nuevas pantallas”, como las denomina Marosa Montañés, pueden ser “muy bien aprovechadas; la retroalimentación, el desarrollo de un periodismo ciudadano, redes sociales, etc, son infinitas”, siempre y cuando no sean utilizadas en aras de una disminución descarada de profesionales, quienes cada vez se asemejan más a un hombre orquesta cargado de todo tipo de dispositivo digital. “Debemos aprender a aprehender lo nuevo sin olvidar nunca que el periodismo, incluso como negocio, sólo se salvará siendo serio y veraz”, apunta Paco Audije. “Todos los cambios de la profesión no deben impedirnos, sino estimular la exigencia de un periodismo de calidad. Lo sostengo frente a los que sólo nos dan relatos de cuentas de resultados, sin reflexionar por el origen de su desastre, y también frente a los que siguen a profetas de las nuevas tecnologías incapaces de remitirse a otro tipo de música”.

Una calidad que se imponga ante los intentos de manipulación del poder mediático protagonizados por Berlusconi en Italia, las conexiones de Sarkozy con los patronos de los medios, o la censura del abucheo durante la reproducción del himno español en la transmisión de la final de la Copa del Rey en TVE. Una aptitud capaz de plantarse a los excesos perpetrados por los grandes grupos de comunicación, cuyo fracaso se debe a una ambición desmesurada.

Quizás, lo efímero del periodismo venga predeterminado desde su etimología griega: εφημερίδα, efimerida, periódico. A pesar de lo cual, como sostenía el periodista decimonónico español Mariano José de Larra, se “volverá mañana con el deseo de saberlo todo que nació con nosotros”, afán que “obliga más de cuatro veces al día a meternos en rincones excusados”, a nosotros, los periodistas.