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El medio ambiente, protagonista en Francia y en Europa

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La Parisienne de cafébabel

Sea como tema moralizador de moda, como fenómeno social o como verdadero objetivo para afrontar las cuestiones de sanidad y seguridad, la protección del medio ambiente ocupa las agendas nacionales y europeas.

Descontenta con uno de los caballos de batalla de su mandato presidencial, Francia intenta recuperar el tiempo perdido en relación con sus vecino nórdicos, situando las cuestiones ecológicas en el centro de las políticas urbanas y de acción colectiva.

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Foto : Comision Europea

Mientras que, del 1 al 12 de diciembre, Poznan (Polonia) acoge las negociaciones internacionales post-Kyoto y un año antes de la Conferencia de Copenhague (diciembre 2009), ¿qué podemos esperar como ciudadanos europeos?

Siglo XIX

Se antoja necesario constatar que el calentamiento global, el aumento de los desechos y los residuos no reciclables se imponen como “una verdad incómoda”, retomando así el título del famoso documental del ex-vicepresidente americano Al-Gore. Incluso fingiendo que acabamos de descubrir los nuevos signos del cambio climático (aumento del nivel de los mares, falta de recursos energéticos, disminución de la calidad del aire y de la superficie, etc.), hay que reconocer que la enfermedad medioambiental no se ha contraído hoy. Además, las premisas físicas de la lenta e irreversible degradación de nuestro ecosistema (utilizadas por algunas asociaciones ecologistas y por la prensa sensacionalista para aumentar su popularidad e instaurar el pánico en la opinión pública) y las retóricas cada vez más alarmistas de nuestros políticos han oficializado la entrada en la era de la crisis medioambiental.

Toma de conciencia

Al menos, esto habrá provocado que se enciendan las luces de alarma y evitar así un mal peor. Mientras nuestros vecinos finlandeses, suecos y holandeses –por citar sólo a algunos– han tomado conciencia antes, en Francia se pensaba que, como ocurrió con la nube radioactiva de Tchernobyl, la amenaza medioambiental se quedaría justo en la frontera, sin sobrepasar sus límites. Es verdad que Kyoto y la inercia americana han centrado toda la atención en Estados Unidos y lo han convertido en el principal culpable del agujero cada vez mayor de la capa de ozono. Sin embargo, los países europeos tienen también buena parte de la culpa. Conviene no olvidar que la mayoría de ellos han vertido (y alguno continúan vertiendo) los residuos de las fábricas en el mar y en la tierra, poniendo en peligro la cadena alimentaria y la supervivencia de la nuestra especie.

Como consecuencia de esta situación, nuestros responsables públicos han organizado las “Semanas Verdes”, la “Semana del Desarrollo Sostenible” (celebrada del 2 al de abril pasado), la “Semana del Reciclaje de Residuos” (que tuvo lugar del 20 al 30 de noviembre pasado), el “Apagón eléctrico ciudadano de cinco minutos”, la “Semana de la recogida selectiva de basura”, etc. La intención es buena: se trata de responsabilizar al ciudadano haciendo de la cuestión medioambiental un referente común. Sin embargo, nosotros estamos obligados a preguntarles: ¿Y después qué?

Mucho ruido y pocas nueces

El “Nuestro planeta arde y no podemos seguir mirando a otro lado” de Jacques Chirac ha permitido establecer un eslogan que ilustra una urgencia sanitaria mundial, pero ¿para cuándo medidas concretas que obliguen a los europeos a tener un comportamiento más razonable? Es verdad que no hace falta legislar todo el tiempo sobre todo y que el Estado Regio se excedió en su día, no hace falta tampoco insistir demasiado en el voluntarismo y en la “conciencia verde” de nuestros ciudadanos. Como pide Greenpeace, de manera muy hábil, mediante un eslogan muy europeo, Europa debe reaccionar ahora, pero “¿Cuándo es ahora?” .

Es complicado cambiar las prácticas ancladas en nuestras estructuras mentales, físicas, actitudinales y... económicas

Subir los impuestos no es una de las mejores soluciones, menos aún en un contexto de crisis donde la mentalidad individualista y el descontento generalizado hacen olvidar los “gestos útiles”. Las medidas estimulantes parecen ser las más virtuosas y beneficiosas a largo plazo. En Francia se crearon durante un tiempo las “primas al transporte”. Qué idea tan ingeniosa, unir a los patronos y a los trabajadores en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero invitando a los primeros a conceder primas económicas a los segundo. Pero la esperanza se hunde cuando, en octubre, la comisión de Asuntos Sociales de la Asamblea Nacional rechaza la iniciativa . Se argumenta, en primer lugar, que la coyuntura económica no permite presionar a los patronos a dar estos incentivos en un momento en el que las carteras de inversión están amenazadas. Además, en segundo lugar, se insta a la vuelta a la normalidad de los precios del gas y se minimiza la urgencia por favorecer los medios de transporte alternativos (la industria petrolera y las tasas sobre la gasolina vienen como agua de mayo para que el Estado reflote su economía). Este segundo argumento ha provocado la indignación de las organizaciones ecologistas: ¿desde cuándo las medidas medioambientales dependen de la fluctuación del precio del petróleo? Esto demuestra que la preocupación por el medio ambiente ocupa sólo un segundo plano.

Vemos que, detrás de los grandes momentos de ostentación política que posibilita el medio ambiente, se esconde siempre la lógica económica del mercado.

Cartoon : TALES - Washington Post Cartoo : THALES - Washington Post

El paquete “Energía-Clima”, propuesto por la Presidencia francesa de la UE, apoyado ampliamente por Alemania y por la Comisión Europea juega de aquí en adelante sobre esta premisa. Con sus famosas cuotas de emisión de gases de efecto invernadero,  comienza el nuevo “Monopoly europeo de los créditos de emisiones de CO2”.

En vísperas de las negociaciones internacionales post-Kyoto, que tendrán lugar en Poznan (Polonia) del 1 al 12 de diciembre, y de la Conferencia de Copenhague (diciembre 2009), todos hemos comprendido que, para tener un sitio en el gran escenario mundial, el discurso responsable sobre la necesidad de adoptar nuevas prácticas para luchar contra el cambio climático depende del comportamiento de la economía.

Sophie Helbert

Traducción: Alfonso Carlos Cobo Espejo