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El fin de la ilusión de la izquierda

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El asunto de los visados alemanes ha propulsado un debate absurdo sobre Joschka Fischer, estrella del gabinete alemán. Pero en la lucha por los grandes ideales se aleja la visión de una Europa abierta al mundo.

Todo empezó con una visión que quería evitar una Europa cerrada al exterior, pero que paradójicamente nos ha acercado al hermetismo. Cuando el nuevo gobierno alemán tomó posesión en 1998, convirtió la relajación de la política de inmigración en uno de sus principales objetivos: una liberalización que pretendía conseguir una sociedad plural y abierta. Pero en el año 2000 se cometió un grave error con el denominado Decreto Volmer. Dicho decreto le ha costado el puesto al Secretario Permanente del Ministerio de asuntos exteriores que le puso el nombre, y ha causado que la oposición lleve varias semanas pidiendo también la dimisión del Ministro de asuntos exteriores.

Debería estar claro que este debate no gira alrededor de la persona de Joschka Fischer, ni sobre quién sabía, en qué momento y con qué precisión, lo que estaba ocurriendo. Más bien parece haberse presentado para la oposición política alemana una buena ocasión, según su modo de ver, para acabar con su enemigo favorito: el político preferido por los alemanes, Joschka Fischer.

Pero, en realidad, este asunto tiene que ver con mucho más que con el futuro político de quien en su día fue candidato al puesto de Ministro de asuntos exteriores de la UE, y sobre todo si se mira desde la perspectiva europea. Tiene que ver con la idea de una Europa abierta al mundo, en particular con la pregunta de si esta idea es posible o si va a seguir siendo una ilusión. La sociedad civil europea parece estar ausente de este debate.

¿Dónde está la sociedad civil europea?

A principios del año 2003, los europeos salieron a las calles de sus ciudades para protestar contra la guerra de Irak, en lo que Jürgen Habermas describió como el renacimiento de Europa y la inspiración para el nacimiento de una sociedad civil europea. Desde entonces, se ha escrito mucho sobre el carácter transnacional de la comunicación política en Europa. La sociedad civil europea llegaría a ser tal si los temas políticos se convierten en asuntos y en peticiones comunes europeas.

¿Pero dónde está la sociedad civil europea a día de hoy, cuando un tema que en apariencia era de política interior de un Estado miembro se convierte por la fuerza en un asunto europeo? ¿Acaso es posible que dicha sociedad civil europea, nacida hace poco, haya vuelto a dormirse, tal y como se le reprochaba en el pasado? ¿Por qué este debate sobre los visados alemanes ha estado presente sólo en la opinión pública alemana, no sólo favoreciendo el concepto de una Europa cerrada al exterior, sino además desafiando a la ya mencionada comunicación política transnacional?

Un Idealismo poco probable

Una cosa está clara: con independencia de quién haya estado implicado y dónde se hayan cometido los errores graves, las consecuencias las tiene que soportar Europa de manera colectiva. Por ello, la sociedad civil europea debe implicarse en este debate cuanto antes mejor, y preguntarse qué puede salvarse aún de aquella idea de una Europa abierta al mundo, en un momento en el que, debido a las menores barreras administrativas, la trata de seres humanos y la prostitución forzada han provocado que la demanda hacia una Europa cerrada al exterior no sólo haya aumentado, sino que además se haya hecho más comprensible.

Ante este fracaso, el público y la sociedad civil europea no deben cerrar los ojos. Sobretodo, las feministas y los feministas europeos no deben tener reparos en denunciar la estrechez de miras de una política fallida, cuyos ideales debemos sin embargo (o quizás precisamente por ello) honrar. La publicista alemana Alice Schwarzer tiene toda la razón cuando comenta que la política del Gobierno Alemán ha facilitado la prostitución forzosa en Europa de una manera clara. En una entrevista con el semanario Der Spiegel, afirma que en el asunto de los visados alemanes, no se trata de estar abierto al mundo, sino de vivir ajeno a él, apartado de la realidad.

¿Queremos hacernos responsables de la destrucción de vidas humanas por la terquedad de mantener una política fracasada? ¿O, por lo contrario, queremos hacer todo lo posible por salvar el proyecto de una Europa abierta? Es doloroso admitir este fracaso, y da lo mismo si, tras la primera víctima, Ludwig Volmer, también tiene que caer Joschka Fischer: la Europa liberal tiene que admitir dicha derrota. A lo mejor, a través del Tratado Constitucional, podría darle más coherencia a la política europea de inmigración. Esta es la hora de la sociedad civil europea.

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Translated from Ende einer linken Illusion