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El espíritu de Fuenteovejuna ha muerto

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Sevilla

La Unión Europea lleva en punto muerto unos cuantos meses. Uno de los escenarios planteados en el Libro Blanco de Juncker para afrontar el futuro es el de la Europa de dos velocidades. Después de 60 años unidos puede que a partir de ahora cada uno tenga que empezar a caminar a su ritmo para no convertir a la UE en un gigante con pies de barro. El espíritu de Fuenteovejuna ha muerto. 

Seis décadas de paz, democracia y libertad en Europa. No es un mal balance. Por delante queda un futuro incierto cargado de retos entre los que se incluye el primer divorcio europeo. A algunos de estos desafíos hicieron referencia el pasado 9 de mayo en la Universidad de Sevilla expertos del ámbito europeo en un seminario celebrado con motivo del Día de Europa. La crisis migratoria; populismo; el fondo de inversiones de la Unión Europea; el mercado único digital; las relaciones con países fronterizos como Marruecos. Esos fueron algunos de los temas más recurrentes durante un evento donde los asistentes pudieron debatir y compartir sus inquietudes con Enrique Barón, expresidente del Parlamento Europeo; Vincenzo Cardarelli, del Centro Común de Investigación; Paz Guzmán, de la Representación de la Comisión Europea en Madrid; la profesora Cristina Gortázar, de la Universidad de Comillas  y Julio Ponce, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.

¿Cómo afrontar todos estos retos? Es una receta que nadie posee –aunque a todos les gustaría-. Hace tan solo unos meses el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker presentaba en su Libro Blanco las posibles salidas que existen al momento de impasse actual en el que vive la Unión. Durante el seminario en la Universidad de Sevilla el público fue sondeado sobre cuál es su escenario favorito. El resultado fue, prácticamente, una paridad entre dos opciones: “hacer mucho más conjuntamente” o “los que desean hacer más, hacen más”. O lo que es lo mismo, una Unión Europea a dos velocidades. No resulta extraño el resultado de este pequeño sondeo si tenemos en cuenta que este es un debate también en el resto de la Unión. De hecho, líderes como Angela Merkel o el francés François Hollande –antes de las elecciones del pasado 7 de mayo- se mostraron proclives a fortalecer el eje franco-alemán e impulsar una Europa a dos velocidades que sirviera para levantar el freno de mano con el que desde hace años se mueve, a duras penas, el proyecto europeo. Podemos seguir avanzando en la integración, pero no es necesario que vayamos todos a una, es el mensaje que subyace detrás de esta propuesta. Todo parece indicar que el espíritu de Fuenteovejuna en el contexto europeo, ha muerto.

En este contexto la Unión Europea llegaba a su 60 aniversario el pasado mes de marzo con sentimientos agridulces entre los representantes de los Estados miembros y de las instituciones europeas. Jean-Claude Juncker, declaró este mismo año ante el Parlamento Europeo que la UE atravesaba una “crisis existencial”. Lo cierto es que los últimos tiempos no han sido fáciles para el club europeo. Después del varapalo del resultado del Brexit hace tan solo un año, el auge de los líderes populistas en Holanda y Francia, han hecho que los proeuropeístas no hayan podido respirar tranquilos hasta hace solo una semana. La tempestad económica que parecía haber puesto en jaque a la moneda común ha pasado y la crisis ha comenzado a remitir en Europa. Sin embargo, a su paso ha dejado más destrozos en algunas partes que en otras –en Grecia aún son bastante palpables-. Han pasado los años de zozobra, no obstante, parece que han salido de debajo de la alfombra todas las cuestiones políticas que habían estado escondidas en la UE durante los años de crisis. El bloque Norte-Sur instalado durante los años más duros de la crisis económica parece haberse desdibujado ahora ligeramente. Sin embargo, se dibuja ahora otra línea divisoria en Europa: el eje Este-Oeste que, sin duda, será clave a la hora de establecer los ritmos a los que cada Estado se moverá dentro del club europeo si, efectivamente, triunfa el escenario de la Europa a dos velocidades. Líderes como la primera ministra polaca, Beata Szydlo, ya han mostrado su rechazo ante esta posibilidad porque consideran que instauraría un club de élites europeas. No obstante, la propia Szydlo se muestra reacia a profundizar en la integración europea en algunos aspectos como, por ejemplo, la acogida de refugiados. No hay voluntad de avanzar, pero tampoco de quedarse atrás, es decir, todos a una, pero parados.

Sesenta años avanzando unidos en la diversidad por un camino cuya senda aún está por dibujar. Que el movimiento se demuestra andando es algo que en la Unión Europea se tiene más que comprobado, de hecho, hablamos de un proyecto que se ha ido construyendo durante toda su historia a base de prueba-error, porque es único en la historia. Queda aún por ver si los próximos pasos los daremos de la mano o si continuaremos el camino juntos, pero no revueltos.