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Desde Roma a Arizona en apoyo a Kerry

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Raffaelo Matarazzo, miembro del Consejo Municipal de Roma y del gabinete italiano de estrategia política internacional, el (IAI), explica qué le llevó a participar en la campaña del Partido Demócrata en agosto de 2004.

¿Por qué habría de viajar un miembro del Consejo Municipal de Roma al suroeste de Estados Unidos para tomar parte en una campaña norteamericana? La respuesta está en el profundo rechazo que siente la gente de Europa y de todo el mundo a la dirección que ha tomado Estados Unidos y cuyas consecuencias influyen en todo el planeta. Aunque sólo los norteamericanos pueden votar, el dos de noviembre será un día crítico para todos nosotros y del que depende nuestro destino.

La ola de antiamericanismo que actualmente parece estar recorriendo Europa quizás pueda atribuirse al marcado giro que ha dado América hacia un camino equivocado y que tomó sólo meses después de que el mundo cerrara filas en torno a ella. El 11 de septiembre de 2001, a las tres de la tarde hora italiana, una colega irrumpió en mi oficina de Roma con lágrimas en los ojos, para contarme la catástrofe que acababa de ver por televisión. En toda Europa sentimos que el ataque a las Torres Gemelas no era sólo contra los Estados Unidos, sino contra el corazón de nuestra propia civilización. Vimos esta salvajada como un golpe contra los valores de ley y paz en los que creemos tanto americanos como europeos. LeMonde, el periódico líder en Francia anunciaba en sus titulares “Ahora todos somos americanos”. Tras el ataque del 11-S se reunió la mayor coalición internacional de la historia en apoyo a los Estados Unidos: Europa, Rusia, China, gobiernos del mundo árabe y todos los miembros de Naciones Unidas se unieron para encontrar a los terroristas que habían cometido este acto y derrotar a Al Qaeda.

Pero entonces las cosas comenzaron a ir de mal en peor

Después de la guerra en Afganistán en la que se obvió la sanción de las Naciones Unidas, la administración Bush puso su mirada en Iraq. Siguió adelante a pesar del aviso de árabes y europeos de que un ataque contra Iraq sería una locura, que los iraquíes resistirían la invasión con la guerra de guerrillas y que una acción de esas características no haría sino propiciar cientos de reclutamientos para el terrorismo islámico. Sin embargo, George Bush estaba convencido de iniciar la guerra, incluso después de que los inspectores de las Naciones Unidas volvieran de Iraq sin haber encontrado rastro alguno de armas de destrucción masiva. Esta decisión de Bush supuso un desvío de recursos humanos y materiales de la lucha contra el terrorismo hacia la invasión y ocupación de Iraq. Resultado: la simpatía internacional, manifestada en la lucha conjunta contra el terrorismo, se volvió contra Washington por una guerra injustificada. Se rompía así la histórica unión que siguió a la caída del muro de Berlín y que había alcanzado sus cotas más altas tras el ataque en el World Trade Centre. Esta elección ha dejado aislados a los Estados Unidos y ha añadido más leña al fuego del antiamericanismo.

La agresiva política de la administración Bush ha creado en Europa y en todo el mundo una imagen de Estados Unidos como la de un país que no respeta la legalidad internacional, alguien que primero dispara y después pregunta. Sorprendentemente, una gran parte de europeos considera a la América de Bush como la segunda mayor amenaza mundial para la paz, en empate con Corea del Norte. Amplias mayorías de cada país, encuestadas recientemente por el Pew Research Centre, tienen una opinión negativa de Bush y parecen afirmar que si él representa el liderazgo americano, el mundo no le seguirá. La guerra de Iraq se ha convertido en un cenagal del que les es muy difícil salir a los americanos -y a nosotros los italianos, que fuimos con vosotros-. La amistad entre Italia y Estados Unidos ha sido históricamente muy fuerte: en contraste con los iraquíes, los italianos recibimos con verdadera alegría a los americanos en la Segunda Guerra Mundial, como liberadores del fascismo que había crecido en nuestro propio hogar. Nos unimos a los americanos para el mantenimiento de la paz en Libano hace veinte años y en Somalia hace once. Pero en marzo de 2003, tres millones de italianos salieron a las calles en protesta contra la decisión de Bush de atacar Iraq. Diez millones de personas hicieron lo mismo en todo el mundo.

Europa y el resto del mundo quiere trabajar con una América que comparta los valores universales de libertad, democracia, respeto por la ley y devoción por la paz. América era respetada y admirada en todo el mundo cuando sus líderes representaban esos valores. En tiempos de Bill Clinton -y de hecho durante la presidencia de Bush padre- Europa y Estados Unidos trabajábamos codo con codo para lograr nuestros objetivos comunes. El mundo necesita esa clase de liderazgo norteamericano y Estados Unidos no puede permitirse uno que proclama una “marcha de la libertad” de tropas en una guerra sin fin. Esto es por lo que vine a Arizona para participar en la campaña de John Kerry y espero que la gente que conocí allí pueda hacer en noviembre la elección correcta para todos nosotros.

Translated from From Rome to Arizona in support of Kerry