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Descanse en mar

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Hans navega en su pesquero dos o tres veces al mes por el Báltico polaco. Lleva urnas funerarias con restos de alemanes que fueron expulsados de su país y que ahora serán sepultados en este mar.

Justo detras de la localidad portuaria de Gdynia, ciudad vecina a Danzig, se encuentra la región pesquera de Osada Rybacka. Desde este lugar, Hans Peter Klages zarpa en dos o tres ocasiones cada mes con su barco bautizado con el nombre de “Knudel” para entregar a las tranquilas aguas del mar Báltico las cenizas de los difuntos. “La última voluntad de los desaparecidos es que sus cenizas sean esparcidas en la bahía de Danzig”, frente a Königsberg o en algún otro lugar de la costa polaca”, nos cuenta este hombre fornido y de tupida cabellera gris. Son ya siete los años que lleva a cargo de estos funerales marinos.

Cenizas sobre un barco naufragado

Se trata, en su mayoría, de personas que vivieron en Danzig y que fueron expulsadas de esta ciudad tras la derrota nazi al final de la Segunda Guerra Mundial. Muchas de estas personas deseaban volver a su región de origen y es por ello que sus familiares quieren cumplir el deseo de sus muertos”, nos explica Klages, propietario de la barca funeraria. A menudo desean que sus cenizas se esparzan sobre los restos de un navío naufragado, en especial sobre el “Wilhelm Gustloff”, hundido el 30 de enero de 1945 tras el ataque de un submarino ruso, llevándose consigo 9.000 refugiados a las profundidades del mar Báltico.

En la novela de Günter Grass “Malos presagios, llevada al cine recientemente, el Premio Nobel ya en la década de los noventa mostraba cómo uno de los temas centrales de su novela era este deseo de encontrar el último reposo de los antiguos ciudadanos de Danzig expulsados. Al final de la Segunda Guerra Mundial, unos 340.000 alemanes se vieron forzados a abandonar la ciudad en dirección al oeste. Por su parte, los polacos que ocuparon el lugar de estos alemanes habían sido expulsados a su vez de Vilnius, la capital lituana. Grass recrea la historia de la pareja formada por la polaca Alexandra y el alemán Alexander, que deciden fundar una sociedad funeraria, un cementerio germano-polaco, que se situara en Danzig y Vilnius. Mientras este proyecto fracasa y la lucha por una nueva toma de la región de Danzig es constantemente un tema de discusion, los funerales de Klages no se pueden discutir.

Ramos de flores para los fallecidos

Es a causa de las tradiciones de este lugar que Klages en los pasados siete años tan sólo ha podido celebrar dos funerales para familias polacas. De hecho, como apunta Rafal Nowicki, sacerdote de Danzig, la Iglesia católica polaca ordena que los sepelios se realicen de cuerpo presente. A esto se anade el hecho de que la gente en Polonia está acostumbrada a visitar las tumbas de sus muertos. Los familiares de los pescadores fallecidos, cuyos cuerpos no pudieron recuperarse después del naufragio, depositan ramos de flores funerarios en el monumento conmemorativo que se encuentra sobre el bulevar de Gdynia, avenida que recuerda a todos aquellos que perdieron la vida en el mar.

A Hans se le quedó grabado en el recuerdo un encuentro. Se trataba de la urna funeraria de una mujer de Colonia que anteriormente había vivido en los alrededores de Gdingen (Gdynia en alemán). Su marido trajo hasta aquí la urna y esparció las cenizas con sus propias manos en las olas del mar de la bahía de Danzig. Aquel hombre comentó al capitán que a él le gustaría igualmente yacer en ese lugar junto a su mujer cuando le llegara el momento. Un añoo mas tarde, los hijos de aquel hombre llamaron a Klages: “ahora ha llegado el momento de traerle los restos de nuestro padre también”. Y así hicieron, recuerda Klages. “Tenían amigos en Danzig que me acompañaron en la travesía."

La campana del barco repica cuatro veces

En su día, Hans Peter Klages compró el Knudel como bote pesquero y hace 15 años que lo reconvirtió en un velero. Acompañado de su esposa polaca surcó el Báltico en incontables ocasiones. Fue un colega de Hamburgo quien le propuso la idea de los funerales en alta mar y tan pronto como recibió las licencias necesarias, se puso en marcha con ello.

Para Klages, las ceremonias tienen un especial significado, mas allá de ser un simple oficio. Desde hace años, está unido al mar y cada ceremonia es para él un acontecimiento personal. Klages lleva a cabo todos los preparativos: “normalmente las urnas que recibo son de metal, por lo que debo cambiar las cenizas de lugar y depositarlas en una urna de sal”, nos relata. Tras ello, monta a bordo de su barco y coloca cuidadosamente los adornos florales. “Después zarpo hacia una posición concreta en la bahía de Danzig”. Una vez alejado de la costa, arroja al agua la urna por estribor. Después, hace sonar la campana del buque cuatro veces y da tres vueltas al lugar donde han sido arrojados los restos mortales con la bandera ondeando a media asta. Las coronas y adornos florales también se arrojan por la borda. Para finalizar, una trompeta suena como último adiós.

La autora forma parte de la red de corresponsales n-ost.

Translated from Das Meer als letzte Ruhestädte