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Del huracán Sandy en Nueva York a las bombas sobre Tel Aviv

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Sociedad

El pasado 14 de noviembre, Israel asesinaba el jefe militar de Hamás, Ahmed Yabari, en un conflcito que ya ha acabado con la vida de 72 palestinos y 3 israelíes. Atacar Gaza previamente a las elecciones —que tendrán lugar el próximo 22 de enero— es desde hace mucho tiempo una sangrienta tradición promovida por los gobiernos israelíes de derechas.

Las bombas no caían en Tel Aviv desde la guerra del Golfo y un misil ha sido lanzado sobre Jerusalén por primera vez desde 1970.

Hace tres semanas, viajé a Nueva York por primera vez en mi vida. Tras desembarcar, me comunicaron que la tormenta que se acercaba era peor de lo que se esperaba. A través de las noticias, en un apartamento alquilado en Brooklyn, me di cuenta de que quedarme allí no era la mejor decisión. Finalmente, una huida de cinco horas hacia Maine, con Sandy en los talones y el cierre de carreteras a medida que pasábamos, cambió por completo mis planes. Pensando que lo peor ya había ocurrido, volví una semana más tarde para conocer la ciudad: visita a los museos, seguimiento de la elección presidencial estadounidense en un bar LGBT de Christopher Street (Greenwich Village) y unas cuantas fotos del maravilloso otoño neoyorquino. Todo ello sin la menor idea de lo que me aguardaba en Israel.

Justo cuando acababa de actualizar mi último estado en Facebook desde Nueva York, contándoles a mis contactos mi regreso, alguien respondió: “Te recomendaría que te quedaras allí. Por lo que veo, vas a ir directa al refugio”. Creí que estaba bromeando e incluso eché unas risas al respecto con el taxista haitiano que me llevaba al aeropuerto. El aterrizaje en Tel Aviv fue de lo más normal: volví a casa, deshice las maletas, colgué mis compras en el armario y cené. Entonces, sonó la alarma. Totalmente acostumbrada a las evacuaciones, opté por comprobar las noticias en Internet para asegurarme: Israel había matado al líder de Hamás. Según Gershon Baskin, pacifista israelí quien había hablado para el periódico Haaretz, el atentado tuvo lugar mientras Ahmed Yabari se encontraba negociando una tregua permanente con el Estado israelí. Desde mi apartamento en el barrio residencial de Neve Eli'ezer, al sudeste de la ciudad, se podían escuchar bombas de vez en cuando. En la televisión, un sinfín de propaganda tratando de justificar el ataque pese a ser una ofensiva más por nuestra parte y una vez más justo antes de las elecciones, anticipadas al próximo mes de enero.

Tras hacer y rehacer las maletas durante las últimas tres semanas, esta vez me tocaba dejar listo el equipaje al que mayor temor he tenido siempre: el de emergencia. Cualquier documento mínimamente importante debía ser metido en una misma bolsa: pasaportes, carnés de identidad, certificados de nacimiento, diplomas de graduación, etc. Además, ropa de invierno, comida no perecedera, agua y medicamentos. Tras ello, me pregunté: “¿Cuál es mi objeto más preciado?” Mi guitarra, mis libros de Neil Gaiman con su firma o recuerdos de anteriores relaciones vinieron rápidamente a mi cabeza. Me fui directa a mi joyero: elegir el collar que vestiré en el refugio durante el bombardeo será, desde luego, la mejor manera de dar con cuál es mi favorito. Solo hay dos cosas que antepondría: mi portátil y mi cámara, sin los cuales no puedo trabajar. Me puse unos vaqueros y una camiseta. Por el momento, me negué a bajar. Quizás sea mi optimismo eterno, quizás una locura; sin embargo, incluso con las combas estallando a mi alrededor, preferí quedarme donde tenía conexión a Internet y trabajar. Al menos, cuando vengan a por mí, llevaré puesto mi collar morado.

Foto: (cc) [ changó ]/Flickr.

Translated from Swapping Hurricane Sandy in New York for Tel Aviv's bombs