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Cincuenta años después, el cambio de la euro-pareja

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Sociedad

¿Enamorados más allá de las fronteras? Hoy parece algo fácil (o casi). ¿Pero, y en la Europa de la posguerra? Se lo hemos preguntado a dos euro-parejas de ayer y de hoy.

Del "viaje interminable para mudarnos a Inglaterra" en los años cuarenta a las compañías de "bajo coste con billetes de ida y vuelta a 80 euros" de hoy en día. Las historias de las dos parejas entrevistadas hablan por sí solas acerca de los progresos que ha alcanzado Europa en 50 años, tanto en materia de comunicaciones como en libre circulación. Desde 1995, los Acuerdos de Schengen han permitido abolir los controles fronterizos sistemáticos entre varios países europeos, así como viajar sin pasaporte.

El soldado inglés y la chica de Vicenza: “Converso por amor. Exilio en Inglaterra”

“Miriam, para mí por lo menos tres rodajas de limón, ya lo sabes...”. El señor Jimmy no ha perdido su sentido del humor típicamente british. En realidad no quiere limón, los ingleses lo que le ponen al té es leche... y no hay más que hablar. Esta euro-pareja de octogenarios, aún hoy muy unidos, no ha perdido el gusto por reírse de sí mismos, aunque traiga consigo cierto dolor el rememorar un pasado que no siempre fue fácil.

Miriam y Jimmy se conocieron en el verano del 45, cuando los Aliados, tras haber remontado toda la península, alcanzaron el norte de Italia. “Jimmy era un soldado inglés destinado en un pueblecito de la provincia de Vicenza, en la región del Véneto, no muy lejos de Grisignano di Zocco, donde yo vivía”, cuenta Miriam. Pero para la mentalidad de aquel pueblecito, su historia de amor era algo fuera de lo común: “Yo era un poco la oveja negra. Hay que tener en cuenta que Inglaterra, en aquella época, era casi la otra parte del mundo”.

Al final la familia dio su consentimiento, pero con una condición: el matrimonio debía celebrarse en Italia, según el rito católico. Jimmy era anglicano, pero eso no frenó su determinación. A menudo, se vio obligado a alejarse de su base a escondidas y hacer largos trayectos en bicicleta para ir a catequesis con el párroco del pueblo.

En cuanto se casaron, Miriam se fue sola a Inglaterra a la espera de que Jimmy acabara el servicio militar en Italia. “¿El viaje en tren? Parecía interminable. Llegué a Bristol destrozada, no entendía mucho, me sentía por completo fuera de lugar y no me faltaron momentos de desconsuelo”, cuenta la anciana. En la segunda posguerra, la situación económica era difícil. “Yo trabajaba en el ferrocarril y Miriam daba algunas horas de clase de italiano. No nadábamos en la abundancia, pero siempre nos las apañábamos”, recuerda Jimmy.

Mantener el contacto con Italia era una empresa difícil para Miriam porque al principio ni siquiera tenían teléfono. “Nos escribíamos muchas cartas. Mandar tarjetas de felicitación en las celebraciones se convirtió en una pasión personal que me permitió sentirme más cerca de mis seres queridos”, cuenta Miriam. Después, tras la jubilación, la vuelta a Italia. “Pero entre nosotros seguimos hablando en inglés.”

El amor en los tiempos de la globalización: “Él, francoiraní; yo, Erasmus en Francia”

Es difícil imaginar una pareja más internacional que la de Irene y Mani: ella es italiana; él, francés de origen iraní. Se conocieron en el verano de 2004, en la playa de Lignano Sabbiadoro, cuando Mani, parisino de 22 años, estaba de vacaciones en Italia. Desde entonces, la historia continúa: “Nunca pensamos que fuésemos a aguantar tanto tiempo”, explica Irene, “pensaba que no iba a volver a verlo, como suele pasar con los amores de verano, y sin embargo...”. Y sin embargo, Irene y Mani han mantenido el contacto, primero mediante mensajes de texto y correos electrónicos, después con la mensajería instantánea y, al final, también por teléfono, gracias a Skype. “También nos escribíamos cartas, fue muy romántico”, confiesan.

En Navidad, él volvió a Italia a visitarla y desde ese momento se sucedieron los viajes entre París y Vicenza. “Pasamos todas las vacaciones juntos e intentamos que no pase más de un mes entre cada encuentro”, aseguran. Para ellos coger el avión es algo normal. “Ya soy superexperto en vuelos de bajo coste”, afirma Mani, estudiante de ingeniería. “Viajar por Europa es fácil y barato. Nunca nos hemos gastado más de 80 euros, ida y vuelta.”

Y si viajar está bien, vivir en la misma ciudad es aún mejor. Irene acaba de terminar un semestre en la Facultad de Letras Modernas de la Universidad de Cergy-Pontoise, cerca de París: “Tras esta estancia, estoy cada vez más convencida de que lo nuestro seguirá adelante”.

¿Y las diferencias culturales? Para Mani son fuente de enfrentamientos y de crecimiento: “¡Si no, es muy aburrido!” Irene dice sentirse mucho más abierta ahora para aceptar lo que no descubre, empezando por la comida: “Yo, antes, era un poco escrupulosa, ¡luego descubrí que los escargots (caracoles ndr) no estaban nada mal!”. De gustibus... ¿Y en cuanto a los idiomas? “Al principio usábamos el inglés, después cada uno aprendió el idioma del otro y, ahora, hablamos “frantaliano”, una mezcla entre dos idiomas añadiendo palabras inventadas”, explica Irene. “Es nuestro idioma privado, o, quizás, el idioma del amor”.

El 25 de marzo, celebramos el 50º aniversario de la UE. A tal ocasión, cafebabel.com presenta una serie de retratos cruzados durante las próximas semanas explicando qué ha cambiado en los últimos 50 años. Esta serie se insertará en el dossier que cafebabel.com publicará para celebrara la firma del Tratado de Roma en 1957, el 22 de marzo de 2007. Próxima entrega: fútbol, el 2 viernes de marzo.

Translated from 50 anni dopo, come cambia l'euro-coppia