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Bitcoin: ¿la moneda del futuro?

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Lifestyle

Bitcoin es una nueva moneda virtual que no depende de ningún banco central ni del Sistema Monetario Internacional. Y aun así, reúne todas las condiciones para ser medio de pago: es escasa, valiosa y segura. La crean los propios usuarios mediante un sistema P2P y su éxito es tal que ya mueve varios miles de millones de dólares. 

Si esta es la primera vez que lees la palabra Bitcoin, alégrate. Estás entre los pocos afortunados que quizás dentro de un par de años puedan decir: ‘Yo lo descubrí cuando aún no era mainstream’. En cambio, si ya sabes de qué va la película y no eres un hacker o un nerd en general es posible que hayamos subestimado el poder de expansión del fenómeno.

La diferencia está en una sigla, en este caso la del Banco Central Europeo, pues es esta institución, como parte fundamental del sistema bancario internacional, la que está detrás del euro. Es decir, que el sistema bancario controla, regula y a su vez otorga valor a la moneda. Pero, ¿qué hay detrás del Bitcoin? Todo y nada a la vez. Estamos ante una moneda que no necesita más que de un puñado de bits, como su propio nombre indica, para garantizar su valor, su seguridad y a la vez el anonimato en las transacciones. Si no hay bancos, ¿quién emite Bitcoins, y de dónde toma su valor? Vayamos por partes.

Bitcoin es una nueva moneda virtual con un potencial extraordinario. O mejor dicho, una divisa electrónica, ya que el único papel donde la veréis reflejada si lo deseáis será el que escupa vuestra propia impresora. Y hasta aquí puede que no hayamos dicho nada que impresione. Después de todo, aquellos que tiramos de Internet hasta para encargar una escobilla utilizamos euros ‘virtuales’ todo el tiempo, y casi se diría que en general cada vez son menos los pagos en dinero contante y sonante.

El sistema Bitcoin funciona mediante un protocolo de código abierto desarrollado en 2008 por un colectivo de criptógrafos que actúan bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto. Dicho sistema está diseñado de tal manera que nunca podrá haber más de 21 millones de Bitcoins en total en todo el mundo. Se calcula que esta cifra se alcanzaría en el año 2140, así que tomáoslo con calma. Esto da un patrón de crecimiento constante y estable a la moneda con lo que se dificulta la inflación. Pero lo que le da valor real es el método de creación de moneda. Y es que por increíble que parezca son los propios usuarios, mediante una red de nodos P2P (como los utilizados en aplicaciones de descarga, tipo Bittorrent), los encargados de emitir nuevas unidades.

Este proceso se llama muy apropiadamente ‘minería’, ya que el sistema funciona mediante bloques de código encriptado cuyo descifrado depende de la colaboración de una red de usuarios que necesitan invertir un tiempo considerable y grandes recursos de hardware para liberarlos. El usuario que descifra un bloque recibe una parte del valor. Cualquiera puede convertirse en ‘minero’, pero los beneficios son tan mínimos que solo los auténticos enamorados del invento se dedican a ello.

Además, el algoritmo de cifrado está pensado para que aumente automáticamente la complejidad a medida que crece el número de mineros, con lo que el valor intrínseco del Bitcoin se mantiene constante. Y puesto que es posible trazar cada unidad desde su creación, la verificación de autenticidad también es automática, lo que los convierte en una moneda prácticamente infalsificable. Las transacciones quedan registradas, pero no así el nombre de quien las realiza, con lo que queda garantizado también el anonimato.

Una vez creados, los Bitcoins se almacenan en una cartera virtual en nuestro ordenador, smartphone o tableta. Listos para ser intercambiados por bienes o por cualquier otra moneda estándar sin intermediarios y sin bancos de por medio, con lo que las comisiones o transferencias son ridículas en comparación con lo que es habitual. No es poco para los tiempos que corren y las estadísticas así lo corroboran: con 11,5 millones de unidades en circulación –más de la mitad del límite total- Bitcoin es ya la moneda virtual más grande del mundo. De hecho, su mercado se ha duplicado, pasando de los 1000 a los 2000 millones de dólares en los últimos seis meses.

Y es que durante el último medio año, Bitcoin ha superado muchas de las críticas y reticencias iniciales, que la tachaban de moneda para asuntos turbios o la ponían como blanco de hipotéticos especuladores que podrían crear una ‘burbuja Bitcoin’. Esto último sí podría pasar, porque como es lógico la tasa de cambio con el dólar fluctúa según la ley de la oferta y la demanda, y quizás sea este su punto más débil. Aun así, el crecimiento del mercado y su generalización como medio de pago teóricamente habrían de minimizar este riesgo.

Cada día son más las empresas que aceptan este medio de pago. Walmart, el gigante americano de los hipermercados o Baidu, más conocido como ‘el Google chino’, son los ejemplos más destacados, pero el catálogo empieza a ampliarse: desde tiendas de sombreros de Londres hasta el Colegio de Abogados de Israel, pasando por webs de citas, pubs y restaurantes de todo el mundo.

¿Se convertirá algún día el Bitcoin en la moneda mundial? ¿Es posible pensar en un sistema monetario que escape al control de los bancos? Aún es pronto para hacer pronósticos, pero no cabe duda de que este tipo de propuestas podrían estar sentando las bases de una nueva filosofía: una forma más justa y democrática de pensar y entender la economía. Al fin y al cabo no deja de ser una manera sofisticada de retornar a los orígenes. A aquel tiempo ya remoto en que una moneda valía su peso en oro y no lo que decidieran unos señores con traje y corbata.