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Belfast: ¿la Historia de dos ciudades?

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El nombre evoca multitud de imágenes, desde bares de moda hasta pibotes pintados, provoca múltiples respuestas, de la curiosidad al aburrimiento, y casi todos tienen su propia opinión del lugar, lo hayan visitado o no.

Reinvención

Desde luego, la imagen lanzada por los medios de comunicación no ha sido la más bonita, incluso ha sido descrita por una de las guías de viaje más populares como 'una pesadilla para las agencias de viajes desde 1960'. Lonely Planet, sin embargo, prosigue diciendo que 'el nuevo milenio ve una ciudad desafiante que quiere despojarse de esa pesada losa y que se reinventa y reconstruye como lo han hecho otras ciudades que empiezan por B, como Berlín y Beirut'.

La reinvención es evidente, pero no completa. Belfast es una ciudad dividida no sólo en el sentido más obvio. Es una ciudad dividida entre la imagen que aquellos que la gobiernan quieren proyectar de ella al mundo y la realidad de separación decepcionante que uno se encuentra en el terreno.

Una ciudad dividida

Situada en la costa oriental de Irlanda del Norte, Belfast limita por tres costados con interminables montes verdes desde donde se tiene una vista maravillosa de la ciudad. Desde su localización incomparable, uno puede seguir el curso del Río Lagan en su camino hacia el mar, ver como brillan los campanarios de las incontables iglesias bajo la luz del sol, maravillarse de como incluso el más alto de los campanarios se encoge al lado de las imponentes grúas amarillas de los astilleros de Harland y Wolf. Desde allí la ciudad se nos aparece tranquila, como cualquier otra ciudad...

Sin embargo, una mirada más atenta nos permite distinguir la 'Peace line' una pared de 7 pies de altura que separa a los "republicanos" de los "lealistas" del Belfast Oeste. Se ven las torres de vigilancia y los puestos de observación que se asientan en los tejados. Nos maravilla el talento artístico y vigor escarpado de los murales que decoran las paredes representando a las gentes y acontecimientos históricos que marcan la vida de un lado y del otro. En ese momento nos acordamos que esta ciudad no tiene igual en Europa, bajo el pesado yugo de su propia historia, se dirige hacia un futuro frágil e incierto.

Ciudad de Cultura

Desde nuestro observatorio de colinas verdes entendemos la decisión del Consejo de Belfast, el año pasado, de proponer la ciudad como candidata a "Ciudad de la Cultura 2008". Desde los Acuerdos de Belfas firmados en 1998 se han hecho esfuerzos titánicos para regenerar el centro histórico y mejorar la imagen de la ciudad en el mundo. El punto de encuentro entre el Río Lagan y el mar ha sido rediseñado y es donde ahora se alojan el "Waterfall" auditorio, el hotel Hilton, el pabellón de las artes y el deporte y una impresionante nueva urbanización. Un esfuerzo similar ha sido realizado para recuperar el entorno de la Catedral de St. Anne, hasta ahora un distrito de almacenes, para convertirlo en el corazón cultural de la ciudad, a imagen y semejanza del Barrio Latino de Dublín. El Festival del Barrio de la Catedral, que nació hace tan solo 5 años, goza de un éxito creciente, atrayendo visitantes a sus eventos musicales y teatrales. Si añadimos los bares de moda, los restaurantes y las discotecas que continúan proliferando en la ciudad, comprendemos por qué Belfast fue propuesta como candidata. Aunque no paso la selección, la andadura por la renovación de Belfast ha dado sus frutos ya que su imagen exterior ha mejorado de manera decisiva. Mientras el resto del mundo está sorprendido por la transformación de la ciudad, se ha fallado en convencer a los que más importancia tienen, los ciudadanos de Belfast.

Una mirada más atenta a la candidatura de Belfast como Ciudad de la Cultura nos muestra sus inconsistencias. El día en que se propuso tal candidatura el consejo de las Artes de Irlanda del Norte recortaba la financiación pública a los teatros, grupos de drama, etc. en un 20%. En realidad había, y continúa habiendo, falta de compromiso e inversiones por lo que a las artes se refiere. El eslogan utilizado para la candidatura, "One Belfast" (Una Belfast), fue un intento, en cierta medida comprensible, de eludir el hecho de que en Belfast existen dos tradiciones diferentes con identidad cultural propia. La clave de la nueva imagen de Belfast no pasa por ignorar la riqueza que le aportan las dos culturas, sino por disociarlas de la violencia que las utiliza como escudo para justificarse. Se han hecho esfuerzos en este sentido por parte de las propias comunidades. Feile an Phobail, un festival de verano celebrado en el "Belfast Oeste Republicana", ha conseguido atraer actos internacionales y miles de turistas desde sus comienzos hace diez años. Las conexiones con el terrorismo republicano no se ignoran, está ha sido una comunidad duramente azotada por el terrorismo, sin embargo, se presentan y explican en su contexto histórico subrayando el hecho de que la comunidad está intentando avanzar en este sentido.

El problema de imagen que los mandatarios de Belfast intentan proyectar no es que ésta sea demasiado visionaria, sino que esta visión de futuro se construye sobre los débiles cimientos de nuevos edificios y patios pavimentados. Se aleja de la realidad de la gente, de sus experiencias cotidianas, sin estrategias claras a la hora de construir puentes para superar las diferencias. No se hace cultura rebautizando calles ni se empiezan las casas por el tejado. La cultura se basa en la gente. Deben fomentarse, facilitarse y permitirse foros de expresión. Cualquiera que haya estado en Belfast seguramente dirá que su característica más destacada es la amabilidad de sus gentes. Parece obvio decir que la gente debe incluirse en la visión de la ciudad, pero intenten decírselo al Consejo. Hasta que no se establezca un vínculo entre el turbulento pasado (y presente) de Belfast y el papel que éste debe jugar en su futuro, Belfast seguirá siendo un Jekyll y Hyde, una ciudad de contradicciones.

Translated from Belfast: a tale of two cities?