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Aprender por la fuerza

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Mel Gibson una vez se preguntaba en qué pensaban las mujeres. Hoy en día los líderes europeos se preguntan qué quiere Europa, ¿sufrir un cambio profundo o ser más amplia? Quizá ésta sea la pregunta equivocada.

Teniendo en cuenta la crisis actual a la que se enfrenta la UE –el rechazo a la Constitución Europea en mayo, el punto muerto acerca de los presupuestos y la falta de liderazgo– no sorprende que los políticos estén un poco confundidos sin saber qué hacer. Algunos piden una Constitución nueva, otros afirman que la rechazada sólo necesita algunos retoques. Los hay que piensan que el fracaso de la Constitución es síntoma de un mal mayor dentro de la Unión Europea, que necesita una mayor integración para que tenga lugar la construcción de la elusiva identidad europea. Si las mentes más brillantes de la Europa de hoy no son capaces de revitalizar este "viejo museo" (tal como se la percibe cada vez más en el mundo), construyamos nosotros, la generación más joven de Europa, nuestro propio futuro. Después de todo, parece improbable que Valéry Giscard d’Estaing, que orquestó la Constitución ya entrado en años, viva hasta 2050.

¿Un "núcleo duro" europeo?

Desde que surgió la crisis, o incluso mucho antes, ha habido voces que pedían una mayor integración política entre unos pocos Estados miembro, quizá incluso un retorno a los seis miembros originales. Pero, ¿y si no hay manera de dar marcha atrás a la ampliación de 2004? ¿Y si no se puede impedir la liberalización del mercado laboral europeo y la entrada de "las hordas del Este"? ¿Y si Europa occidental y del este fueran en realidad inseparables? La respuesta es que nos estamos dando cuenta de los verdaderos objetivos del proyecto europeo. Robert Schuman, uno de fundadores de la Unión Europea, argumentó que "Europa no estaba unida, por eso surgió la guerra". El Papa Juan Pablo II solía decir que Europa occidental y del este son dos pulmones del mismo cuerpo. Como otros visionarios europeos, ambos creían que no había Europa sin Europa del este, ni Europa sin la Europa occidental. Esto también significa que tanto el Este como el Oeste deberían ser tratados por igual en la Unión Europea, algo que mucha gente de la Europa Occidental parece olvidar.

Aprender los unos de los otros

Por lo tanto, volvemos a la pregunta inicial, ¿qué quiere Europa? Es obvio que quiere nuevas iniciativas políticas, un liderazgo valiente y más trabajo. Pero lo que de verdad necesita es aprender. Necesita aprender de los diferentes países que la forman. Si Francia y Alemania están tan obsesionados con la idea de la unidad política dentro de la Unión Europea, debe haber algo que los otros países consideren. Si Eslovaquia y Estonia, con sus economías liberales y su característico impuesto único, son dos de los mercados más crecientes de Europa, hay algo en lo que otros países de Europa podrían fijarse. ¿No ven Alemania e Italia que sólo a través de la liberalización de sus reglas de mercado podrían obtener un mayor índice de empleo y crecimiento económico? ¿No se dan cuenta Francia y Bélgica que sus modelos sociales según el formato actual son insostenibles? ¿No entienden los ingleses y los checos que sólo crear lazos mas fuertes en toda Europa impedirá que se extienda el terrorismo y que el aislamiento es, en realidad, un sueño poco realista (o más bien una pesadilla)?

La crisis que estamos experimentando es el resultado de la obsesión de la Unión Europea con la idea de que cada ampliación requiere una mayor profundidad y que la ampliación más grande hasta la fecha requiere el más profundo de los cambios. Pero hoy en día éste ya no es el caso. Lo que Europa necesita no es hacerse más profunda, sino aprender. La lección que aporta la transformada Europa del Este es la siguiente: para adaptarse mejor a los retos de la globalización, Europa debe liberalizar sus mercados. La lección de la agotada Europa del oeste es la siguiente: después de 50 años de integración, Europa no sólo necesita, sino que se merece objetivos concretos. En términos políticos, los europeos necesitan saber lo que está "al final" de la integración, si ese "final” significa una Europa federal o intergubernamental. En el plano económico, los europeos necesitan saber si al final del camino hay una Europa social o un continente listo para los retos del siglo XXI. Sin hablar del protagonismo que la mujer debe adoptar de forma creciente.

Translated from Learning the hard way