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Adiós a un cachito de historia de Madrid

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Madrid

 Dukal

Han sido meses de protestas. De tardes apostados frente al Ministerio, de madrugones los domingos para organizar visitas, de prisas redactando cartas, dossieres, informes de prensa…, de llamadas de última hora. Y fue justo eso, una llamada de última hora, la que se llevó todas las esperanzas.

Las excavadoras ya estaban en la cárcel, preparadas para llevarse los muros, y con ellos, un cachito de Historia. Esta noche, cientos de vecinos han asistido atónitos a los primeros golpes de las excavadoras en la cúpula, en el corazón de la cárcel, donde más duele. Cati Kaoe

Entre 1940 y 1944 unos mil presos políticos levantaron estas paredes, las de la cárcel de Carabanchel, que han conseguido sobrevivir 64 años. Justo hasta esta semana, cuando la decisión del Gobierno de destruirla para construir pisos se ha llevado a cabo. Nada ha podido parar a las excavadoras. Ni las cartas del Colegio de Arquitectos de Madrid, ni las visitas de catedráticos de Historia, ni las reuniones con políticos, ni las manifestaciones, ni las visitas de antiguos presos, nada. Ni mucho menos la petición vecinal: conservar al menos la cúpula, de gran interés arquitectónico, y crear allí un museo de la memoria histórica. Durante los últimos meses, las asociaciones vecinales de los madrileños barrios de Aluche y Carabanchel y la plataforma por la creación de un centro por la Paz y la Memoria en la cárcel han hecho todo lo posible por pararle los pies al Gobierno. Desde visitas con vecinos todos los domingos, hasta exposiciones fotográficas, pasando por entrevistas con importantes medios de comunicación nacionales como extranjeros. Pero aún así, nada. Cati Kaoe

Los muros que dentro de poco habrán desaparecido por completo han sido testigos de nuestra historia, de una historia que no se debe olvidar para que no se repita. Estos muros vieron el paso de la dictadura a la democracia, ya que albergaron, entre otros, a los últimos condenados a muerte del franquismo o al fundador de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, quien ha asistido a una de las visitas a la cárcel organizadas por los propios vecinos. En sus últimos meses de vida ha asistido silenciosa a un creciente orgullo entre los vecinos, que hace años veían la cárcel como un peso, una vergüenza, y ahora, la ven como un símbolo. Ha asistido también a pases de fotografías o a rodajes de cortos entre sus muros llenos de graffitis, ya que estaba abandonada desde hacía algunos años, y poco a poco se había ido quedando sin paredes y sin muebles. Ahora se queda también sin ladrillos.

Ahora ya no queda nada, poco a poco la cárcel se va convirtiendo en escombros. Escombros que dentro de poco se convertirán en pisos que callarán los recuerdos y la memoria de las miles de personas que pasaron sus días en Carabanchel. Esperemos, sin embargo, que siempre quede alguien que nos lo pueda recordar.

Aída Rodríguez

Fotos: Carabanluche